Es más grave no reconocer un error que haberlo cometido
Lenin

El filósofo Manuel Sacristán (1925-1985), uno de los más brillantes analistas de la izquierda transformadora, reflexionó -en los últimos años de su vida- sobre la posibilidad de concebir una síntesis entre el ecologismo político y la actuación concreta de la izquierda comunista. Pensó, con criterio, que algunas de las tesis clásicas del marxismo entraban en contradicción con los modelos de actuación del imperialismo dominante y que, en ciertos casos, la tradición obrerista (de partido y sindicato) debía re-pensar sus postulados y abrir el campo de visión a los problemas ecológicos y medioambientales derivados de los métodos de explotación capitalista de los recursos naturales. Estas cuestiones están recogidas -parcialmente- en su libro Pacifismo, ecología y política alternativa (Icaria Editorial, 1987). Sirva esta referencia para delimitar el territorio que plantea esta nota.

IU, el movimiento político que agrupa -entre otras sensibilidades- un importante número de comunistas, se define -en sus documentos- como una formación ecosocialista, roji-verde, que debe convertirse en uno de los nudos de una vasta red de organizaciones críticas contra el actual modelo dominante y con voluntad de ganar a una mayoría para su propio proyecto. Esta (in)definición pseudoteórica -mezcla de fraseología posmoderna y slogan de piscifactoría- parece una puesta de largo, un dulce ejercicio académico de marketing, de una formación política nueva y hueca, un conglomerado político-social que ha perdido su referencia natural al mundo del trabajo, a la lucha (emancipatoria) de la clase obrera y a las bases sociales de la izquierda española, de innegable origen democrático-comunista.

Parece, a tenor de esta apuesta ideológica, que IU busca una línea política neutra (menos beligerante) que sea capaz de atraer votantes descontentos del PSOE. Si tenemos en cuenta cómo está estructurado el espacio electoral de este partido, con su ala izquierda recogiendo los posibles votos del ecosocialismo, resulta extraño este giro hacia posiciones centristas, cuando ese terreno ya está abonado, históricamente, por los estilizados herederos del felipismo.

¿Qué esconde, en realidad, esa aproximación al ecosocialismo? ¿Tanto ha cambiado el mundo -desde 1986, fundación de IU- como para que sea necesario replantearse el objetivo final de transformación del modo de producción dirigiendo ahora el punto de mira hacia una (incierta) alianza táctica con el PSOE?¿En qué se está convirtiendo IU? Una cosa es la reflexión de Sacristán, el innegable valor de sus posiciones y otra, bien distinta, es intentar teorizar el despropósito que supondría para la izquierda un conjunto de grandes acuerdos estratégicos con el PSOE. Pese a ser evidente, no está de más recordar que cuanto más cerca esté IU de los principios de actuación del PSOE, menor será el espacio para la contestación política de la izquierda alternativa. La apuesta por un ecosocialismo comprometido no tiene suficiente calado político en el abanico de posibilidades de la izquierda. Negar esta realidad -eliminando las referencias a la tradición comunista- sólo conseguirá alejar votantes y seguidores del proyecto original sin que las nuevas incorporaciones, quizá más próximas a estas tesis reformistas, sean garantía suficiente de recambio electoral.

Explica la teoría que en primer lugar se consolida el suelo electoral y después se proponen los cambios ideológicos necesarios. Al revés, como se viene haciendo en IU, sólo se consigue alimentar la desconfianza (natural) hacia las cúpulas dirigentes. Como Althusser recordaba en 1978, la concepción marxista considera que lo importante es lo que el error esconde: las contradicciones estructurales de las que no es sino la manifestación. Quizá el problema no sea el ecosocialismo, sino lo que se oculta tras la supresión de otras ideas y tradiciones que conforman, todavía, la apuesta por una alternativa socialista al capitalismo como la que propone IU.