La UE está compuesta en estos momentos por 25 países y 452 millones de habitantes. No se trata del nacimiento de un nuevo Estado con las recientes incorporaciones de los países del Este, sino de un sistema político-administrativo con una muy particular distribución de poderes y funciones. Su funcionamiento recae sobre un Parlamento, una Comisión, un Consejo de Ministros y un Consejo Europeo, y sobre varios organismos con grandes capacidades decisorias que no surgen de ningún proceso electoral.

La actual situación económica se caracteriza por una globalización de la economía y por una competencia muy fuerte y dura, que determina la intención de aumentar la productividad, pero reduciendo los costes. Los aspectos financieros son los que prevalecen hoy en todo el sistema. Son los salarios, las contribuciones sociales, el sistema social en su conjunto, los que están en el punto de mira. El capital abandona, de forma cada vez más clara, el compromiso con el Estado social e impone una política monetarista neoliberal, o sea, una política de puro mercado.

El Tratado sobre la Unión Europea, aprobado en Maastricht el 11 de diciembre de 1991 tiene como núcleo la moneda única, premisa indispensable para la creación del mayor mercado del mundo. El resultado de la Convención Europea no ha estado a la altura de la unificación monetaria y no ha logrado que cuaje un proceso de institucionalización en el ámbito fiscal y regulatorio que acompañe al proyecto de moneda única: el contenido de la Constitución Europea queda lejos de poder afirmar una nueva soberanía en el territorio continental.

Tal política de liberación es un estímulo al desempleo masivo y al desmantelamiento del Estado social. En la UE aumentan las personas que trabajan con dedicación parcial y se intensifican todas las formas de precariedad y flexibilidad, especialmente en el empleo femenino. Este fenómeno se caracteriza tanto por la falta de trabajos estables como por la existencia de ocupaciones que no permiten ingresar rentas que garanticen una vida con un nivel de subsistencia normal para todo el núcleo familiar.

Unidad sólo financiera

En España, la práctica del trabajo a tiempo parcial es escasa, pero dispone de graves mecanismos de precarización: el trabajo en la economía sumergida y el trabajo con contratos de duración determinada. En general, el desempleo en la UE, ya de tipo estructural, viene acompañado de una mayor explotación de los trabajadores en activo, en condiciones laborales más inadecuadas y sin garantías jurídico-contractuales. Hoy, el desempleo es la expresión de la incapacidad de la nueva fase del desarrollo capitalista de perseguir y lograr el pleno empleo, a la vez que la expresión política y social de la necesidad de mantener un alto desempleo para facilitar el control de las dinámicas salariales y de la fuerza del trabajo.

A este proceso se une un ataque al salario directo, indirecto, diferido y social y el cuestionamiento del servicio sanitario nacional, con violentos procesos de privatización, de la Seguridad Social, la salud, la escuela, las jubilaciones en general; en definitiva, el conjunto del Estado social que había sido una conquista de las luchas del movimiento obrero hasta los años sesenta.

Detrás de los procesos de privatización se vislumbra solamente una nueva razón de orden político: la redefinición de los modelos capitalistas en un momento en el que existe una gran debilidad por parte de las organizaciones sindicales históricas y un ataque frontal a las conquistas de los trabajadores. En Europa se ha efectuado tan sólo una aparente unidad de carácter financiero, pero no existe en ningún caso una unidad política, ni mucho menos de tipo económico estructural. El euro se inscribe primero en una lógica financiera y después, y sólo en parte, en un lógica económica.

UE, un polo nuevo

El Tratado de Maastricht y el nacimiento del euro han condicionado la política de todos los países miembros de la UE. La idea sigue siendo la de crear un polo nuevo, opuesto al de EE UU, que sea capaz de hacer que Europa influya de forma más incisiva en los organismos internacionales (G-7, FMI, BM, etc.), los cuales tienen en sus manos, a día de hoy, la suerte del planeta. El euro está inscrito en una lógica mercantil, porque apunta a la creación de un bloque regional europeo capaz de competir con Estados Unidos, Japón y Asia.

Como contrapropuestas a este modelo, los autores de libro afirman que es justo reivindicar, en seguida, una reducción generalizada del horario de trabajo, con el mismo salario real, poniendo las bases para crear nuevos empleos, con compatibilidad social y ambiental y de utilidad pública, que gocen de plenos derechos y plena retribución, reforzando al mismo tiempo el Estado de bienestar a través de incrementos de los ingresos públicos obtenidos mediante el impuesto sobre el capital, de manera que sea posible financiar, entre los gastos sociales, también una renta social mínima europea que pueda ser distribuida entre los desocupados, los precarios y los marginados.

En conclusión, la creación del euro abre una nueva etapa en la historia de las rivalidades interimperialistas. En esta ocasión, nuestro país se encuentra claramente alineado con uno de los equipos. La alternativa pasa por cambiar las reglas del juego y permitir acceder al terreno de juego a quienes han sido excluidos de la liga. El euro alternativo, como la Unión Europea alternativa, es cuestión de política, de democracia y de solidaridad.