José Díaz nació en Sevilla el 3 de mayo de 1895, hijo de un matrimonio obrero: él panadero, ella tabaquera. A los 11 años, empezó a conocer la explotación capitalista como aprendiz en una tahona. Muy pronto se despertó su rebeldía, ya los 18 años ingresaba en La Aurora, sociedad de obreros panaderos, que poco después se adhería a la CNT.

En seguida se destacó el joven panadero en las luchas huelguistas y en los movimientos revolucionarios de los obreros sevillanos, convirtiéndose en uno de sus dirigente. En 1917, participa en la dirección de una huelga de su gremio, que logra las reivindicaciones propuestas, con lo que crece el prestigio de José Díaz.

A fines de 1920, tiene lugar en Sevilla una huelga general, decretada por la CNT. José Díaz está en desacuerdo con la huelga por su falta de preparación, pero cumple con su deber. Al fracasar el movimiento, es buscado con saña por la policía y la Guardia Civil, y cumpliendo acuerdos de la organización, después de planificar la salida de Sevilla de los compañeros más amenazados, él mismo se marcha a Granada, para más tarde pasar a Madrid.

Cuando se instaura la dictadura de Primo de Rivera, José Díez no está conforme con la media de “autodisolución” de la CNT, adoptada por su dirección nacional, y en el marco sevillano prosigue tenazmente, en la clandestinidad, la labor sindical. En 1925 es detenido en Madrid, adonde había ido en cumplimiento de una tarea sindical. La policía le tortura bárbaramente, pero de sus labios no sale un solo dato que pueda comprometer a su organización. Viendo que con las torturas no lograban el efecto buscado, los policías lo sacan de la cárcel una madrugada a las afueras de Madrid. Pensando que le iban a aplicar la ley de fugas, José Díaz dice en el camino a los policías: “Sé que me lleváis a asesinarme. Hacedlo aquí mismo. ¿Para qué esperar más? Ahora bien, si esto es una amenaza para atemorizarme, estad seguros que no conseguiréis que delate a uno solo de mis compañeros, ni diré para qué he venido a Madrid”.

No obstante, el simulacro de asesinato se efectúa. Puesto contra la pared, los policías cargas sus pistolas y le intiman a que hable. Ante el silencio de José Díaz, se convencen de la inutilidad de la parodia y lo reintegran a los calabozos de la Dirección General de Seguridad. Poco después pasa a la cárcel sin que lo pudieran procesar.

En ésta y otras ocasiones, José Díaz demostró un valor y sangre fría que, unidos a su modestia y sencillez, lo granjearon la confianza de los trabajadores y el afecto inmediato de todos los que le conocían.

Inicios marxistas

De la cárcel salió José Díaz con la salud muy quebrantada, pero fortalecido políticamente. Durante los meses de presidio, había tenido ocasión de reflexionar sobre las experiencias pasadas y de leer obras marxistas. Desde sus primeros pasos en el movimiento revolucionario, José Díaz, como muchos otros obreros cenetistas, sentía profunda simpatía y admiración por la revolución rusa. En la cárcel empezó a conocer los fundamentos de la teoría y de la táctica que habían llevado a los bolcheviques a la victoria, y comprendió que ése era el camino a seguir.

De regreso a Sevilla, José Díaz, junto con otros conocidos luchadores cenetistas, establece relaciones con el reducido núcleo de comunistas que entonces existían en la capital andaluza; colabora en la dirección del Socorro Rojo y aprovecha las pocas posibilidades legales existentes para reanimar la actividad sindical, logrando abrir un local. “Lo importante es tener donde reunir a los obreros”, decía.

Desde que ingresa en el Partido Comunista, participa en su dirección –el Partido contaba en aquellos momentos con apenas veinte militantes en Sevilla-, y le imprime una gran actividad. Su experiencia sindical, su estrecha ligazón con las masas y el conocimiento que tenía de sus problemas, su talento político innato –en una situación en la que se inicia un nuevo auge revolucionario- dan rápidamente espléndidos frutos. El Partido crece. En 1928, desempeña ya un papel destacado en la huelga general contra la dictadura que es declarada en Sevilla, coincidiendo con la apertura de la Exposición Ibero-Americana.

Elegido Secretario General

En 1930, José Díaz realiza su primer viaje a la Unión Soviética y ve con sus propios ojos la inmensa y heroica obra revolucionaria de los trabajadores soviéticos. Al proclamarse la II República en nuestro país, la organización sevillana es ya una de las más fuertes del Partido Comunista. Organiza huelgas de masas, como la de julio de3 1931 y la del 25 de enero de 1932, dirigida ésta última contra un intento de golpe militar reaccionario.

En el IV Congreso del Partido, celebrado en marzo de 1932, José Díaz hace el discurso de apertura, manifestándose abiertamente contra la política sectaria que el grupo encabezado por Bullejos aplicaba desde la dirección del Partido. Fue elegido para el Comité Central y, poco después, cuando éste órgano destituyó de sus cargos a Bullejos y su gente, José Díaz es elegido Secretario General del PCE.

En el momento de ser elevado al máximo puesto dirigente del Partido, José Díaz estaba en la cárcel de Sevilla, desde la cual había dado las instrucciones a la organización del Partido para contestar con la huelga general a la sublevación del 10 de agosto de parte de la oficialidad sevillana, comprometida con el general Sanjurjo.

El juez exigía una fuerte fianza para poner en libertad a José Díaz. Las 5.000 pesetas necesarias son recogidas en colecta entre los obreros sevillanos. A partir de aquel momento en que José Díaz se hace cargo de la Secretaría General del PCE, su vida y su trabajo son inseparables de la gigantesca labor realizada por la dirección del Partido y del conjunto de su militancia en el tempestuoso y fecundo periodo revolucionario que va desde la proclamación de la II República hasta la instauración de la dictadura fascista en 1939.

Con José Díaz al frente, el PCE inicia la corrección de los errores sectarios anteriores y elabora una política de unidad obrera y antifascista que de inmediato encuentra el apoyo de sectores muy importantes de la clase obrera y del pueblo.

José Diez se distingue por su fina sensibilidad política, por su capacidad de captar el sentir de las masas, por su acierto en la selección y utilización de los cuadros del Partido, a los que sabía criticar sus defectos con sumo tacto y cordialidad, valorando sobre todo sus méritos y virtudes.

Fue muy relevante la contribución personal de José Díaz para imprimir a la política del Partido esa flexibilidad que, unida a la fidelidad a los principios, hicieron posible vencer la resistencia de los dirigentes del PSOE y de otras fuerzas republicanas y llegar a la constitución del Frente Popular.

Guerra Civil

Cuando estalló la Guerra Civil, José Díaz se encontraba seriamente enfermo, pero su indomable energía revolucionaria era más fuerte que la enfermedad. Compaginaba la abrumadora labor en la dirección del Partido con constantes visitas a los frentes, donde animaba a los milicianos y se informaba directamente de la situación militar. Cuando el enemigo llegó a las puertas de Madrid, José Díaz estaba allí, al frente del partido, organizando la defensa, cavando él mismo trincheras, acudiendo a los puestos de mayor peligro como para recordar a los comunistas que “su vida pertenece al Partido y que no deben regatearla para aplastar al odiado fascismo invasor”.

En todo momento de la guerra, José Díaz tuvo una preocupación central: salvaguardar y fortalecer la unidad del pueblo, condición primera de la victoria. “Nuestro Partido nunca hará nada que pueda dividir al pueblo, sino que lucha con todas sus fuerzas desde el principio de la guerra para unirlo, para unir a todos los españoles en el combate por la libertad y la independencia de España”, escribía en una carta a la redacción de Mundo Obrero. Lo cual, no impedía cuando era preciso salir al paso, con toda la energía, de las maniobras capituladoras de ciertos dirigentes de otras fuerzas política.

Por ejemplo, mientras se desarrollaba la crisis del Gobierno de Largo Caballero, el presidente de la República, Manuel Azaña, convocó a una reunión a los dirigentes de los partidos para “informarles” de la situación. En realidad, era para tratar de influirles en un sentimiento derrotista. José Díaz comprendió inmediatamente adónde iba el presidente de la República y le cortó en seco su discurso con la siguiente réplica: “Señor Presidente, está usted abusando de sus prerrogativas. Esa información no le pertenece hacerla a usted, sino al Presidente del Gobierno”.

Y, a continuación, expuso él mismo el verdadero estado de la realidad, la capacidad de lucha del pueblo, los recursos disponibles y la política que todas las organizaciones y partidos debían aplicar, lo que cambió totalmente la impresión desmoralizadora que la intervención del presidente había producido sobre los demás dirigentes políticos, favoreciendo que la crisis se resolviera con la formación del gobierno de Negrín, dispuesto a continuar la resistencia.

Precaria salud

José Díaz informa a los plenos del Comité Central, celebrados en marzo y noviembre de 1937, en los que se define la política del Partido y las tareas a resolver en relación con la marcha de la guerra y de la revolución popular. En los últimos meses de la guerra, la salud de José Díaz estaba gravemente quebrantada. En al Unión Soviética, adonde emigró por decisión del Partido después de la pérdida de la República, fue sometido en 1939 a una difícil y dolorosa operación que pudo prolongarle la vida. Pero, dos años después, el 21 de marzo de 1942, moría en Tiflis, capital de la República soviética de Georgia, el que había sido durante diez años dirigente máximo del Partido Comunista de España.

Murió en uno de los momentos más sombríos de la lucha de nuestro pueblo y de la vida internacional, cuando los verdugos franquistas, confiados en el triunfo de sus amos hitlerianos, se ensañaban con una represión cruel sobre los trabajadores españoles, cuando las hordas fascistas avanzaban en el corazón de la Unión Soviética. Pero su fe perenne en la victoria final de la clase obrera no le abandonó jamás.

Una de sus últimas recomendaciones al Partido fue preservar su unidad y elevar su nivel teórico. Su rica experiencia le había enseñando que éste era uno de los puntos más débiles de heroico movimiento español, debilidad que sólo el Partido Comunista de España podía superar.