En todo el mundo, especialmente en América Latina, surgen resistencias y luchas contra el neoliberalismo: contra la apropiación de los recursos naturales, contra el imperialismo y las guerras, contra el pensamiento único y la uniformización cultural, etc. Pero en Europa y otras regiones del mundo occidental hace años que La Izquierda y el movimiento antiglobalización entraron en crisis por los procesos de desmovilización social y despolitización general a consecuencia del agotamiento del actual modelo de democracia representativa.
Ahora se ven síntomas de un nuevo resurgir del movimiento antiglobalización, y también de La Izquierda en aquellos lugares donde esta se implica en los movimientos sociales y en las luchas contra el modelo económico neoliberal. La reciente experiencia de la contra cumbre en la ciudad alemana de Rostock para protestar ante la reunión del G8; los recientes procesos de unidad de la izquierda transformadora con fuerte presencia de sectores del movimiento obrero y los movimientos sociales en Italia y Alemania; y las movilizaciones y colaboración entre grupos políticos y sociales en lugares de la periferia europea con sistemas políticos complejos como Turquía o Rusia; parecen señalarnos, como sostienen algunas activistas, que estamos ante un punto de inflexión o cambio de paradigma.
Existen algunos elementos nuevos importantes a considerar en este retorno de los movimientos antiglobalización como la fuerte presencia y significación de sectores de la clase obrera organizada.
Enseñanzas para La Izquierda
La Izquierda y el movimiento antiglobalización desean cambiar el mundo, ambos estamos en contra del reparto extremamente desigual de la riqueza, consideramos que el proceso de globalización neoliberal está produciendo una catástrofe en las condiciones medioambientales y una creciente precarización del trabajo, etc.
La ideología del movimiento bebe de las fuentes políticas de La Izquierda, pero está formado por grupos muy diversos con orígenes, objetivos y estrategias diferentes. No es un movimiento organizado ni se puede organizar sino que se trata de una red de diversos movimientos que se coordinan de forma horizontal y descentralizada. Es un movimiento de movimientos.
La Izquierda tiene que tomar como enseñanzas de estos últimos procesos que cuando se implica a fondo en el movimiento como un componente más, desde una perspectiva unitaria, con modestia, sin querer dirigir ni organizar los movimientos sociales, estando dentro y participando en todas las luchas sociales y frentes de masas, fortalecemos el movimiento y nos fortalecemos a nosotros mismos porque somos una misma cosa. La reciente experiencia de Rostock, de los procesos de unidad y recuperación de la izquierda transformadora en varios países europeos, y el auge de luchas sociales contra el neoliberalismo en la periferia europea, señalan ese camino:
romper las fronteras entre lo político y lo social, ser un movimiento político y social.
La perspectiva comunista, por tanto, debe estar presente en los movimientos sociales que se oponen a la globalización neoliberal del mismo modo que los movimientos antiglobalización deben recoger nuestra perspectiva porque formamos parte del mismo mundo radical. Por eso es muy importante esa idea positiva de intentar ver el movimiento contra la globalización neoliberal como un movimiento de movimientos. El movimiento antiglobalización representa la experiencia de muchos movimientos distintos, el movimiento como experiencia en la medida en que estoy con otros movimientos. Entonces se trata de buscar un espacio comunista dentro de ese movimiento antiglobalización, un espacio para hacer las cosas conjuntamente, sabiendo la diversidad que hay dentro.
No obstante, tampoco podemos obviar que existen ciertas diferencias internas y contradicciones. Slavoj Zizek plantea algunas limitaciones o retos del movimiento antiglobalización, principalmente dos: que muchas veces la resistencia colectiva no puede transformarse en un trabajo político en positivo por la ambigüedad de propuesta que conlleva la propia diversidad del movimiento; y que la acción directa como forma única de resistencia acaba haciendo el juego al sistema porque no propone alternativas políticas.
Francisco Fernández Buey señalaba también, desde las páginas de Mundo Obrero, algunas de las cuestiones actualmente más controvertidas en el seno del movimiento de movimientos: si de lo que se trata es de reformar el mundo que conocemos o transformarlo; si se puede hablar o no de sujeto o de sujetos para ese cambio; si siguen valiendo los partidos políticos o más bien se necesita otra cosa, aún indefinida, entre la forma partido y la forma movimiento social; si, decidido esto, el movimiento de movimientos está abocado a mantenerse como anti-poder que va cambiando capilarmente el mundo que hay sin proponerse tomar el poder o sí, antes o después, tendrá que volver a plantearse aquel viejo asunto de la conquista del poder.
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