El llamado «libre mercado» (muy lejos de ser libre en la práctica) ha mostrado con claridad su ineficiencia para asignar los recursos humanos y materiales. Su eficacia solo se manifiesta en el beneficio desaforado de unos pocos, el incremento de la pobreza, el aumento de las diferencias sociales y la extensión de los conflictos armados. Bajo su amparo han crecido todo tipo de aprovechados, pero no hay que confundir el análisis: lo fundamental no es el comportamiento de algunos estafadores y muchos especuladores. No hay excesos del capitalismo; el capitalismo es el exceso.

Los grandes poderes económicos y sus economistas neoliberales de cabecera están confusos por la envergadura de la crisis y por la velocidad con la que se agrava. Sus soportes ideológicos se han derrumbado estrepitosamente y no encuentran argumentos alternativos, pero intentan salvar y reconstruir sus grandes beneficios. Con la complicidad de los Gobiernos de los países desarrollados -sin que sea fácil establecer una diferencia sustancial entre los de la derecha y los socialdemócratas- han logrado que se inyecten billones de euros, esencialmente en el sector financiero, que no se trasladan a la economía productiva y al consumo. Así, pretenden que la crisis la paguemos los trabajadores y los demás sectores populares.

Frente a la crisis, alternativas claras
Las soluciones a la crisis del Gobierno del PSOE se reducen a unos tímidos cuidados paliativos para los sectores más afectados por el aumento del paro y unos escasos recursos destinados a obra pública, mientras se aprueban expedientes de regulación de empleo de multinacionales, se destinan miles de millones de euros a resolver los problemas de los bancos y se premia fiscalmente a los banqueros y sus ejecutivos.

Con ello, el PSOE aplica el mismo tipo de medidas que han originado el círculo vicioso que ha llevado a la actual situación. Por cada euro destinado a mejorar la demanda se dedican al menos 10 a respaldar a la banca y las grandes empresas. En esta línea, de la que Estados Unidos es la vanguardia, la FED estadounidense (equivalente a nuestros bancos centrales) ha situado el precio del dinero entre el 0% y el 0,25%. Aunque el dinero sea prácticamente gratis, los resultados de estas medidas serán muy limitados. Los bancos utilizarán ese dinero gratuito para reformar sus posiciones frente a sus deudas y a otros bancos y lo trasladarán muy escasamente a la economía real y, además, es poco lógico que los empresarios pidan dinero prestado, aunque sea muy barato, para invertir, si no confían en vender sus productos y, por tanto, realizar sus beneficios; y los consumidores, en general, no van a pedir prestado dinero que difícilmente podrán devolver si no mejoran sus ingresos.

Para comenzar a resolver esta crisis desde el punto de vista económico, es preciso tomar medidas que generen un fuerte aumento de la demanda interna (lo contrario a las políticas de favorecer la oferta que ha desarrollado el capitalismo en estos años, y sobre las que sigue insistiendo); es decir, hay que mejorar las retribuciones salariales, conseguir un pleno empleo de calidad, incrementar las pensiones y aumentar el gasto público, especialmente en servicios sociales (para superar al déficit en gasto social con relación a la media de la UE).

Pero además, es precisa una alternativa política, que proporcione un horizonte a medio y largo plazo que de sentido y coherencia a las medidas económicas. La solución a una crisis económica de esta naturaleza solo puede ser política. Se trata de crear las condiciones para un nuevo modelo económico basado en la preeminencia del interés social sobre el beneficio individual, sostenible tanto humanamente (en base a la dignidad del trabajo y la igualdad de derechos) como del medio ambiente.

Esta alternativa política ha de ser hoy construida con el concurso de múltiples fuerzas políticas y sociales. Con estos objetivos somos partidarios del acuerdo y la concertación y queremos ser parte de la gestión de la crisis.

Pero no estaremos en nada que tenga que ver con la refundación del capitalismo.

Frente a la crisis, movilización social
Las consecuencias de la crisis están siendo experimentadas por millones de hombres y mujeres en su experiencia cotidiana; las soluciones que propone IU pueden explicarse con claridad a partir de la forma de entender la realidad de cada persona en el trabajo, en la universidad, en la calle y en los barrios. Ciertamente, conseguir que esas soluciones se abran paso no será fácil. Estamos en la política para contribuir desde ella a lograr la aplicación de las medidas alternativas que favorezcan a la mayoría; pero hay que decirlo claramente: la movilización social también es parte fundamental de la política y los trabajadores que están luchando contra los expedientes de regulación de empleo, los estudiantes que lo hacen contra el Plan de Bolonia y las movilizaciones realizadas contra el proyecto de Directiva sobre las 65 horas, lo demuestran.

La experiencia de los trabajadores es clara: sin lucha, las conquistas son escasas y poco estables. Por tanto, la movilización social, en el grado que sea necesario, es un instrumento al que no vamos a renunciar.

Por otra parte, una crisis de la envergadura de la que estamos padeciendo, produce una agudización del conflicto social y una rápida toma de conciencia. Lo que antes se tardaba en años en ver, ahora se ve con claridad en meses o incluso días. Hoy está claro para muchos votantes del PSOE que la crisis no deja margen para las políticas de «neoliberalismo amable», que han sido practicadas hasta ahora por los gobiernos socialistas. El PP intenta pescar en este caladero, rebasando al Gobierno por su izquierda (véanse las críticas de los populares a las ayudas a la Banca) con medidas populistas que hay que combatir y denunciar.

Pero el Gobierno socialista parece entumecido en una posición tancredista: primero negó la crisis y ahora parece limitarse a esquivar el toro subido en un taburete mientras espera la «refundación del capitalismo» en los términos dictados por EE.UU. En este sentido, su posición sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2009 es un buen ejemplo.

En este contexto, sí es posible avanzar para agrupar las fuerzas necesarias para un cambio transformador en nuestra sociedad; sí es posible recuperar la influencia de las ideas de progreso tras la quiebra del predominio ideológico del neoliberalismo y sí es posible superar la crisis con un nuevo modelo productivo y una alternativa política avanzada. De todo ello, el reforzamiento y el éxito de la refundación de IU tienen mucho que ganar.

* Secretario de Economía y Trabajo de la Comisión Ejecutiva Federal de IU