Son muchos los artículos y reportajes aparecidos sobre aspectos biográficos de la vida y andanzas de Manolo que, en lo contundente, confluyen con las historias de cientos de miles de expresos y excombatientes republicanos españoles. “Esto me huele a muerto” me comentaba el mes pasado con su particular humor cántabro mientras posaba para este periódico del que es fotógrafo “honorífico”. Y es que la particularidad de Manolo, con tantos años de presencia en las calles de nuestras ciudades y pueblos, es haber realizado la más grande colección de imágenes del movimiento sociopolítico y ciudadano de Madrid desde los años sesenta a nuestros días –sus fondos se reparten entre los archivos históricos del PCE, el de CC.OO. y la Biblioteca Nacional, además de los que posee en su casa de las Matas en Madrid y en un pajar que le cedió su hermano León en el pueblo de Rábago, en Cantabria- y ya sólo por ello merece justo reconocimiento este “yayo-flauta” e incombustible militante comunista.
Un año antes de que Bush I empezara el saqueo y destrucción de Iraq, comenzó en el Club de Amigos de la Unesco de Madrid, CAUM, refundado en los años sesenta por Manolo y unas decenas de militantes de la clandestinidad antifranquista, la amistad que con el tiempo nos haría converger en el particular universo ideológico de la memoria colectiva y de nuestra más contemporánea lucha de clases. Tenía entonces Manolo setenta y dos años, veinte quien escribe, y era capaz de estar una semana en huelga de hambre para a continuación, con dos naranjas, realizar a pie la marcha de protesta contra la base norteamericana desde Madrid a Torrejón.
Manolo pertenece a la generación ametrallada y bombardeada por la legión cóndor, la de la pena de muerte masiva por la que perecieron más de doscientos mil hombres y mujeres fieles a la República, a la que sobrevivió con dieciocho años y la de los batallones de trabajo disciplinarios por los que pasaron cientos de miles de presos esclavizados por el régimen nacional-católico de los que también escapó. Pero la enfermera de la UVI que le puso un aciago día de 2009 el apodo de “el superviviente” tras pasar dos veces consecutivas por quirófano al habérsele soltado el ingenio cardiovascular de la primera, ni por asomo imaginaría que Manolo escapó además de a las durísimas torturas policiales del primer decenio dictatorial, de ser fusilado por pertenecer al aparato clandestino de “mugas” o paso de fronteras del PCE que salvó de su mano a nada menos que treinta guerrilleros (su recientemente fallecido hermano Jesús, comandante Pablo, entre otros), de quedar electrocutado por tirar abajo eficazmente pero con gran peligro para los saboteadores una torre de alta tensión que dejo a oscuras la ciudad de Santander, de morir a manos de los pistoleros de los abogados de Atocha con quienes se cruzo bajando por el hueco de escalera del edificio donde hoy hay una placa conmemorativa, mientras éstos subían a cumplimentar su criminal designio, o de que no le explotara el paquete bomba que subió desde la portería al Club de Amigos de la UNESCO de Madrid (CAUM), en la primera planta del número 8 de Tirso de Molina en otro atentado fascista de triste recuerdo, en mil novecientos ochenta y uno. Sin duda sería un alias acertado el de “superviviente”.
Pocos quedan, él es uno, para contar como voceaban los chiquillos el” ¡compre el Mundo Obrero!” por las calles de una Cádiz enfervorecida por los mítines del Largo Caballero de los primeros años de la Segunda República, y sólo uno queda que haga fotos para su cabecera. Los años que pasó Manolo en esta ciudad trabajando como aprendiz para un tendero de ultramarinos, explotador y mísero antes de coger el último tren a Cantabria que cruzo la península en los albores ya de la contienda que asoló toda España, habían aclarado su ingenua rebeldía ya aparecida tímidamente al contacto con los mineros huidos de la perdida revolución de Asturias iniciada un año atrás.
Esa rebeldía sin más opción que engordar no sólo por lo asumido en propia piel sino marcada por el asesinato de su padre Donato De Cos Gutierrez, en 1942 en las escaleras de la muerte de la cantera de Wiener Graben, en el tristemente conocido campo de exterminio nazi de Mauthausen, fue solidificando al contacto, a través del CAUM -véase la recientemente publicada historia de esta organización-con otras y otros contundentes militantes provenientes del socorro rojo, “repatriados” de Francia y la URSS y no pocos que pasaron por la “Universidad de Burgos” o la sexta galería de Carabanchel, Yeserías, Ventas y un largo etcétera. Manolo, paseado a lomos cual torero en el Tirso de Molina duro del franquismo de los sesenta, por un nutrido grupo de socias y socios en honor por haber conseguido el actual local de la asociación sito en el número ocho, fue por muchos años tesorero, animador montañero de la vida naturista, fotógrafo oficial y ejemplo de vida austera y estoico compromiso y camaradería entre jóvenes y veteranos que habían confluido en la primera manifestación organizativa de carácter democrático no clandestina que se daba en la dictadura española gracias al paraguas de la UNESCO y el reconocimiento internacional del Estado por la ONU.
Ya legalizado el PCE, Manolo no ha dejado de exponer las fotografías de manifestaciones, homenajes, mítines y actos del partido, CC.OO y otros sindicatos y organizaciones de izquierdas, inclusive el reciente movimiento del 15 M, en las convocatorias de la fiesta. Aún en la última, aunque modestamente, ha llevado sus fotos y pocos son los comunistas a los que no les suene el camarada Manolo y sus cámaras que, hoy, forman parte de la historia gráfica de una lucha aún por ganar.
“Gobernaba el mundo” Bush II cuando quedamos un día en vernos ambos por el CAUM , que por aquellos días mantenía gran actividad, con Guillermo Carnero Rosell con la intención de hacer un documental partiendo de su trabajo y vida -ya octogenario Manolo-, cuando aún no se hablaba mucho de la recuperación de la memoria, pues fue ya en el año dos mil cuando de alguna manera Emilio Silva abrió la caja de pandora con la búsqueda de la fosa de su abuelo, a pesar de la desaparición constante y cada vez mayor de los protagonistas vivos.
Una década más tarde, hemos terminado de montar 60 minutos titulados RETRATO (2012) acerca de los deportados republicanos y la lucha por la memoria viva, que acercan al interesado al origen de lo contundente en su ser, a los motivos de su militancia y rebeldía. En RETRATO, que fue proyectada por vez primera el mes pasado en el CAUM, Manolo es protagonista fundamental como testimonio y por el uso de sus imágenes, cualitativamente importantes. Fue con motivo de esa proyección que lo vi por última vez y donde me comentó con sus noventa y dos años “observando lo que sucede, me entristece ver los litigios y en particular la desunión que observo en la izquierda”. Gracias De Cos por tu “longeva supervivencia”, tu trabajo y tu compromiso político.
Militante de IU Becerril de la Sierra y PCM