A pesar de que más de cincuenta años de esfuerzos no han conseguido completar el proyecto de mercado único europeo, sí que se ha avanzado de forma notable en la división de trabajo interna. La crisis de los setenta estuvo a punto de frenar en seco el proceso de unificación de mercado, al desaparecer los sistemas de regulación interestatales del dinero mundial y convertir las divisas en eurodivisas, es decir, en dinero privado emitido por los bancos globales. El Sistema Monetario Europeo y el euro después, fue la respuesta del capital europeo que sostenía políticamente la unificación del mercado. Pero la decisión de privatizar el dinero no fue puesta en cuestión por el sistema monetario europeo, que dio nacimiento a un banco central que no es tal banco central, pues carece de mandato y estructuras para funcionar como prestamista en última instancia al carecer de control en la creación de moneda, ya que solo actúa como un agente particular en el mercado interbancario comprando y vendiendo títulos, con una función especial como regulador último del precio de base del dinero, pero sin capacidad de crear dinero de forma autónoma, ni siquiera de unificar los mercados financieros europeos.

El capital europeo se aprovechó de esta circunstancia para organizar una enorme operación de creación de liquidez, mediante una fuerte titulización de todo tipo de créditos, sin preocuparse excesivamente de los riesgos de los mismos, porque existía una entidad, el BCE, con capacidad de comprarlos y traducirlos en liquidez para los bancos, pero sin capacidad de desvalorizarlos mediante la emisión autónoma de moneda.

Aparentemente el mercado financiero europeo se había unificado él solo cuando las tasas de interés de los países miembros se unificaron en niveles en torno al cinco por ciento, lo que para muchos países suponía una considerable diferencia respecto a sus tasas históricas. En estos países, el capital financiero aceleró su participación en la creación de capital ficticio, bien participando en la burbuja financiera en niveles muy superiores a la dimensión productiva de sus países de referencia (Irlanda) o fabricando burbujas en sectores de activos como el inmobiliario (España) o en los mercados de capital ficticio como las bolsas de valores (Portugal).

Una moneda sin banco central y sin estado no puede unificar un mercado, pero sí facilitó la profundización de la división del trabajo entre los países participantes en la misma. La concentración de la producción de mercancías de alto valor añadido en Alemania y los países fronterizos, se acompañó de una desindustrialización acelerada en los países del sur de la eurozona, que perdieron con gran rapidez su función de talleres de las empresas de los países centrales a favor de los nuevos miembros de la UE en el este, la mayoría de ellos fuera de la eurozona.

El crecimiento económico en la periferia del sur se mantuvo desde 1998 hasta 2007 gracias a las masivas transferencias de crédito procedente de los países centrales. El indicador que mejor refleja esta situación es la posición de inversión internacional, que contabiliza todos los activos. Durante el periodo de vigencia del euro, tanto en la fase de crecimiento por deudas (1999-2008) como en la de crisis por deudas (2009-…) los países centrales de la eurozona (Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Austria, Finlandia y Alemania, además de Malta que juega un papel especial en las relaciones mediterráneas de Gran Bretaña) han llegado a acumular unos activos netos internacionales por valor de 1,3 billones de euros, y los de la periferia (el resto, excluyendo a Francia que se sitúa en una posición intermedia) tienen una posición negativa por valor de 2 billones.

Pero entretanto, con la crisis, la aparente unidad del mercado financiero europeo se ha revelado ilusoria, y las tasas de interés han vuelto a diverger. El año 2012 las diferencias entre tasas fueron superiores a las que se dieron antes del euro, en la recesión de principios de los noventa, mostrando a las claras la inexistencia de un mercado financiero unificado en la eurozona. Estas diferencias entre lo que pagan por sus deudas unos y otros se ha convertido en una fuente de ingresos muy importante en la gestión de las finanzas internacionales de los países centrales de la eurozona.

Con los datos de los activos exteriores en manos de los bancos (el principal inversor en activos de deuda, junto a las grandes empresas o fondos de inversión), los países del centro de la eurozona concentran la mayor parte de los activos de la periferia, lo que les reporta unos ingresos por intereses de cerca de 68.000 millones de euros: de cada 100 euros que tienen que pagar por sus propios activos colocados en el exterior, 70 los recuperan de la periferia. El caso de Francia es paradigmático: sus activos en manos de bancos extranjeros (1,2 billones de euros) implican una transferencia de renta fuera de sus fronteras de unos 28 mil millones de euros al año, cantidad que recauda de sus activos procedentes de la periferia, que le generan unos 26 mil millones anuales de intereses.

Es en este contexto que la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) asume la gestión de la crisis de la deuda del sur de Europa. La participación del FMI se entiende fácilmente si tomamos en cuenta que los inversores británicos y norteamericanos son beneficiarios de más de 20.000 millones de euros anuales procedentes de la periferia de la Eurozona, una importante cantidad -similar a la que recibe Alemania- que les lleva a exigir participar directamente en el “tratamiento” a aplicar a estos países a través del organismo internacional bajo su control, un FMI que perdió en los setenta todas sus funciones monetarias, y que se recicló como gestor de crisis de endeudamiento por cuenta de los acreedores. Su nefasta participación en la crisis latinoamericana (1982), o en la asiática (1997) es una buena recomendación; en esas ocasiones, como en todas sus intervenciones desde hace 30 años quienes pierden son siempre los trabajadores, y gana el gran capital internacional.

El objetivo de la Troika es garantizar la estabilidad del flujo de pagos de la periferia al centro. Como el nivel de pagos compromete la viabilidad de la acumulación en el interior de varios de los países de la europeriferia, la Troika ensaya distintos procedimientos (quitas de deuda con privatizaciones masivas en Grecia, sustituyendo flujos de renta por activos; nuevas inyecciones de liquidez para garantizar los pagos en España o Portugal; destrucción del sistema financiero para controlar desde fuera la futura explotación de los recursos naturales en Chipre…).

A pesar de que al comienzo de la crisis financiera global se llegó a hablar de una nueva arquitectura financiera internacional, esta idea se ha aparcado a favor de un intento de reconstrucción del sistema vigente con un cierto aumento de las restricciones a la creación de liquidez bancaria, pero sin pensar en absoluto en una nuevo sistema interestatal de creación de dinero mundial, ni en un nuevo numerario.

Salvo algunos despistados, nadie en el centro está pensando en suprimir la eurozona, y tampoco el exceso de endeudamiento de la periferia pone en cuestión la solvencia de la moneda europea, que se apoya en la potencia económica del centro.

Los datos aportados sirven para huir de una identificación simplona de la actuación de la Troika con los intereses del capital alemán (con el aval de sus trabajadores). Francia también tiene importantes intereses creados en el mantenimiento de la situación, que le garantiza una fuente de ingreso de rentas que le permite aún un amplio margen de endeudamiento sin poner en peligro su solvencia real. Sin entender lo que está en juego, y quién gana y quién pierde con este sistema, es muy difícil acertar en definir el marco de alianzas, de clase y geopolíticas, que necesita España en la actual situación. Si la europeriferia no se constituye en actor político en la escena internacional y Europea, la autonomía política de estos países será poco más que una quimera.

Posición de Inversión Internacional Neta (% del PIB) y tasas de interés de los bonos a 10 años
PIIN (% PIB) Tasa de Interés
1998 IVT 2012 IVT 12/1998 12/2012
Portugal -22,4 -116,5 4,12 7,25
Grecia -25,2 -114,1 7,17 13,33
Irlanda 25,7 -95,8 4,02 4,67
España -31,7 -93,0 4,07 5,34
Chipre -57,1 -90,8   7,00
Eslovaquia -34,2 -63,8   3,92
Estonia -36,6 -53,0   3,62 ****
Eslovenia -11,6* -44,6   5,33
Italia -9,0 -22,4 4,00 4,54
Malta 19,5 23,5   3,88
Francia 16,3 -15,9*** 3,91 2,01
Bélgica 34,5 66,6 4,09 2,10
Holanda -4,4 50,9 3,95 1,56
Alemania 0,4 40,5 3,86 1,30
Luxemburgo 100,4** 27,5 4,10 1,43
Finlandia -73,7 11,5 4,06 1,60
Austria -19,8 0,5 4,05 1,77
*1999; **2002; ***2011; **** estimación propia
Fuente: Eurostat, BCE
Activos de la eurozona en manos de bancos en el extranjero (09/2012) (Millones de euros)
Origen Activos Intereses En países eurocentrales En países europeriféricos En otros países
Centro 5.087.510 95.817 38% 13% 49%
Periferia 1.928.243 119.192 57% 12% 31%
Fuente: BIS, Consolidated foreign claims of reporting banks – immediate borrower basis, BCE y elaboración propia (t/c $/€: 1,3)