Reforma educativa
Está visto que los ministros del ramo se empeñan en dejar su nombre grabado a fuego en el BOE. Cada gobierno, o casi, acomete una reforma del sistema educativo, tratando de adecuar los intereses de la enseñanza, atar el futuro, a los desvelos del presente. Ahora le toca a Wert, un tertuliano provocador, y a sus aliados con sotana. Con un único programa electoral, más de dos mil años, la Iglesia católica sigue. Vuelve la asignatura de “Religión” (con su valor académico y su catecismo), y desaparece “Educación para la ciudadanía”, una majadería más del excelso prócer leonés. Enseñar, con carácter obligatorio, religión católica, la única verdadera, claro, en escuelas y colegios, es una involución, dicen los escurridizos socialdemócratas. Es más, es el reconocimiento del mando. Santificaron la Cruzada, pusieron palio a Franco, dispararon desde las troneras de los campanarios, secuestraron niños, torturaron de palabra y hecho a presas en las cárceles de sabañones y ricino. Ahora vuelven, feroces, como si alguna vez se hubieran ido. España es la anomalía salvaje del desarrollo europeo. Cada dos por tres aparece un cura impartiendo doctrina: sobre el aborto o lo que se tercie. Vivimos en el XIX, haciendo infraestructuras para turistas, y nos quejamos de falta de tejido industrial. Si fuera extranjera me encantaría este país. España es un viaje en el tiempo. Procesiones y capirotes, el Rocío, la Semana Santa andaluza, chiringuitos y bienmesabe, la Benemérita llevando a hombros un Cristo, Rajoy de mantilla y grana, la cabra legionaria ataviada de domingo de Ramos, el omnipresente fútbol y los bares, interclasistas, bañados de moscas y morcilla. Una alfombra de cabezas de gamba amortigua los pasos. Caminamos hacia una especie de “fascismo democrático”, que dijo Wallerstein y repite Saskia Sassen, socióloga premiada. Sale el sexto. Es un manso de libro, colorao, ojo de perdiz. Wert besa la mano de un obispo. El cerdo -hablo de gastronomía- preside nuestra cultura.
La pupila insomne
Este es el nombre de un blog de información política, “una bitácora cubana en internet”, dice el paratexto del libro, que alimenta, con energía de titán, ingeniero del alma, Iroel Sánchez Espinosa. El autor (editor, periodista), ha sido Presidente del Instituto Cubano del Libro, director de la Casa Editorial Abril y fundador de la revista cultural La Jiribilla. Hace unas semanas presentó su blog, formato libro, Sospechas y disidencias. Una mirada cubana en la red, prólogo de Pascual Serrano, en la Casa de América de Madrid. Al acto, elegante salón, primera planta noble, acudimos casi un centenar de personas y unos cuantos medios de comunicación. Iroel Sánchez explica su punto de vista, da razones, argumenta, y defiende los logros -agigantados ante la fiereza caníbal del capitalismo- de la revolución cubana. Se declara, no sin humor, fidelista-silvista, sin entender yo, será por la edad, esa pasión lírica por los cantantes con guitarra. La pupila insomne ofrece información -sobre Cuba y otros países- y desmiente noticias que circulan con el marchamo imperial de verdad. Es un blog cubano, hecho en La Habana, sin p(P)risa ni corrupta financiación exterior. Pese a sus escasos recursos tecnológicos, destaca por la voluntad del que cree en lo que hace. El libro sale del blog, como flor de semilla negra, campesina, mulata, obrera, y los textos que conforman las 158 páginas se encuentran, todos, en la red. Lola, mi nieta, conduce mis pasos como lazarillo precario, me explica la importancia de los blogs, el tráfico de información y el efecto multiplicador que tiene la red para la transmisión del conocimiento alternativo. De estas cosas entiendo poco, la verdad, pero recuerdo bien a las mujeres, sentadas en el gélido suelo de piedra de los muelles del norte, cosiendo redes al caer el sol. Sin redes no hay pesca, pienso. Iroel Sánchez me da un abrazo y crujen mis costillas. Cuánta energía revolucionaria. Larga vida a La pupila insomne.
El PSOE en la encrucijada
Año 1982, octubre, Primer Año Triunfal. Escrita y dirigida por Mariano Ozores, ¡Que vienen los socialistas! narraba el temor de un pueblo ante la inminente llegada del PSOE al poder. Estrenada unos meses antes de la arrolladora victoria electoral de octubre de 1982, la derecha, como siempre, exageraba sabiendo que mentía, pretendía ser -y lo era- una gruesa caricatura de lo nuestro. Todos sabíamos, menos los ilusos, muchos, y los aprovechados, bastantes, que aquella foto del balcón, Hotel Palace, Felipe González y Alfonso Guerra, era una instantánea siciliana. Nada podía cambiar: era imposible. Estaba claro que los dos muchachos sevillanos, los jóvenes espabilados que se hicieron con el PSOE en el XIII Congreso de Suresnes -qué gran retrato hizo de ellos Tierno Galván, otro de los trileros, diferente el gesto, solo el gesto, en sus memorias, Cabos sueltos– no llegaban al poder para cambiar la Historia. Eso ya estaba hablado y cerrado en Washington. Han pasado muchos años y el actual PSOE, perseguido por sus fantasmas, indecisiones, traiciones y rupturas, de entrada no, de salida ya veremos, la versión más liberal y zafia de la socialdemocracia europea, se rompe. Pérez Rubalcaba, don Alfredo, juega a ser Fouché -su biografía es, quizá, lo mejor del siempre cursi Stefan Zweig-, con Elena Valenciano, que perdió la hache en algún lance filológico, en labores de fiel infantería y Soraya Rodríguez, el espadón castellano, azorada por los pasillos de las Cortes, se resiste a dejar el mando. El PSOE se desgarra, no niego mi alegría, y no parece que su rescate venga de Liberty ni sus hedge fund. Ahora andan agitados con las primarias internas, igual que el inquieto y zascandil diputado Llamazares. Ante este drama nacional propongo una solución. Una lista general, plural, verde, morada, roja y rojigualda encabezada por Carlos Slim. Al menos no faltarán perrillas para la campaña.