La Joven Guardia. Marcelo Usabiaga. Una vida de compromiso y lucha
Miguel UsabiagaLuis de Uranzu Kultur Taldea
LA JOVEN GUARDIA cuenta la vida de Marcelo Usabiaga, una vida marcada por el compromiso permanente, desinteresado, por la lucha abierta contra las injusticias. En LA JOVEN GUARDIA se cuenta la vida azarosa y llena de peripecias de un joven de aquella generación que accedió al compromiso político y social en las vísperas republicanas y ya no lo dejó nunca. Arranca en un tren, en el que el protagonista, de 17 años, recién adherido a la juventud comunista, conduce a un grupo de fugitivos tras la derrota de la revolución de Asturias de 1934. Intenta pasarlos a Francia por la frontera de Irún, donde él vive, y eso le cuesta su primera cárcel. Transita por toda la vida de la II República, sigue en la guerra civil, el maquis, la guerrilla con la que nuestro personaje pasa a España, y acaba tras veintiún años de encierro y vida en las prisiones franquistas. Ese compromiso le lleva a vivir múltiples aventuras extremas, y como tal, como una aventura casi continua, se cuenta, por eso la elección de su forma novelada. Se podría calificar como «novela-testimonio», porque pretende superar la calificación de «memorias», donde se reduciría el impulso poético de la obra; “la poesía”, algo tan importante para recoger la verdad como la fidelidad a los hechos; la verdad poética, imprescindible para alcanzar el significado profundo de las acciones, comprender cómo eran los hombres, sus sentimientos, los que los animaban, por qué luchaban.
En esta obra se plasma la novela que poseía una vida plena de vicisitudes, que son también las que han forjado el último siglo de la vida de nuestro país. Para Marcelo valdría aquello que tantas veces oímos respecto a las vidas plenamente vividas, las vidas muy ricas, aquello de: «su vida es una novela». Ésa es LA JOVEN GUARDIA, una obra que no pierde en el relato ni un ápice de su permanente acción, movimiento, riesgo, entrega. Tantas peripecias, sorpresas, situaciones límite, como las de un héroe imaginario, y además reales, incardinadas en la moderna Historia de España.
Si diseccionamos la obra por sus líneas de fuerza, las que constituyen la forja y vida de Marcelo, podríamos establecer cinco grandes zonas donde, en cada una, se concreta un ideario que se imprime en el personaje. Aunque la obra no está contada en un estricto orden cronológico. La primera zona es la de la infancia en el medio obrero irunés, donde su padre era mecánico de ferrocarriles y su madre, de origen campesino, una mujer muy inquieta políticamente; el deseo de la República está presente de manera permanente en su familia y culmina precisamente con el advenimiento y adhesión entusiasta a la joven República. La segunda es la vivida en la República, marcada para Marcelo como la experiencia en la unidad, en el asociacionismo. En ella se presenta su toma de partido, la entrada en la juventud comunista, en la FUE estudiantil, en el deporte obrero de las FCDO. Filtrándose a través de ese asociacionismo la vida juvenil durante esos años en Irún, en San Sebastián. La tercera zona es la de la guerra; en ella la idea fuerza es que su compromiso, que se ha ido incrementando con su militancia, es a muerte. Combate en todos los frentes para defender la República: Irún, defensa de Madrid, campaña del norte, Barcelona, Teruel, Levante, Extremadura. Pasa de miliciano a Teniente. Con la derrota es detenido en Valencia, y pasa varios años, como miles de republicanos por las cárceles levantinas. Conmutada su pena de muerte, es condenado a 30 años. La cuarta zona es la del maquis. Marcelo consigue fugarse del destacamento penal, y pasa a Francia. Inmediatamente contacta con los republicanos que en Francia combaten junto a la Resistencia y planean reconquistar España. La idea que se impone en esta zona es la de la disciplina, la disciplina a pesar de la discrepancia. Se incorpora al maquis por disciplina, a pesar de que su conocimiento de la doblegada realidad española dista un abismo del triunfalismo de los dirigentes que hacían la guerra en Francia. La última zona es la de la cárcel. Su idea, la que deja poso definitivo en Marcelo, es la de ser la universidad de la solidaridad humana. Pasa 21 años encerrado, junto a miles de comunistas. La vida interna se organiza en comunas, como un germen de la nueva sociedad. La lucha contra Franco continúa en las prisiones. Participa, gracias a sus conocimientos de química adquiridos como estudiante, en la edición hectográfica del Mundo Obrero clandestino de la cárcel; elabora los informes secretos en miniatura que saldrán en los objetos fabricados por los presos para LA PIRENAICA, y la dirección exterior del Partido.
La obra constituye el espejo de una vida concreta, pero también el de toda una generación que entregó lo mejor de sí sin pedir nada a cambio, y por eso lleva ese título, LA JOVEN GUARDIA, con una referencia muy clara a lo colectivo, una vida seguramente análoga a la de tantos combatientes comunistas. Como reflejan algunas estrofas escritas por el preso poeta Luis Alberto Quesada, en su poema “Veteranos del pasado”:
Repartían su pan,
entregaban su vida.
En cada etapa estaba
su mesón y Dulcinea.
El impulso para luchar
contra gigantes,
sin importar las aspas
de molinos de viento
que dieran con su cuerpo a tierra.
Las rejas, frías, impasibles,
crucificaron el paisaje de la vida.
Nunca pidieron nada.
Por las noches escuchan,
todavía,
el alerta que grita en los recintos.