Si coincidimos en que la crisis actual es una crisis sistémica y que, por tanto, afecta globalmente al sistema capitalista, no cabe duda que desde el punto de vista del capitalismo estamos en la postcrisis. No ocurre lo mismo desde el punto de vista de la clase obrera y del conjunto del pueblo trabajador.
La política de reformas estructurales ha consistido esencialmente en cambiar las reglas de juego económicas, sociales y políticas para recuperar la tasa de ganancia del capital. Eso en España está prácticamente hecho, aprovechando la mayoría absoluta del PP y la complicidad del PSOE. Hoy el escenario se resume en el intento del gran capital de consolidar esas reformas y asegurar un modelo de salida de la crisis gravemente dañino para los trabajadores y trabajadoras de todo tipo e inspirado en la ideología neoliberal.
Tratan de endosar definitivamente los costes de la crisis a quienes viven de su trabajo, de consolidar el retroceso de los derechos laborales y sindicales y de hacer retroceder la democracia. En definitiva, de crear las condiciones laborales, sociales y políticas para favorecer más aún la explotación.
Convendría reflexionar a fondo sobre la etapa de la crisis en la que nos encontramos si no queremos fijar objetivos para la lucha sindical y política inadecuados con la realidad.
Un capitalismo incapaz
La otra gran crisis del capitalismo fue la de 1929. El contexto y las consecuencias fueron muy distintas a las de ahora. En EE.UU. las políticas keynesianas permitieron un cierto desarrollo económico.
En la crisis actual, aunque de menor envergadura cuantitativa, la incapacidad del capitalismo para autoregenerarse es evidente y ahí está su debilidad. De ahí que en esta ocasión la crisis capitalista haya venido estrechamente ligada a la crisis del Estado del Bienestar y, con ello, haya dejado sin espacio político a la socialdemocracia. Por tanto, la recomposición del capitalismo es ahora una recomposición en retroceso, donde se encogen demanda y mercado y se compensa con intensificación de la explotación.
La alternativa no está, como piensan muchos socialdemócratas, en actuar sobre la distribución del excedente (es decir, sobre la recaudación fiscal) sino sobre la producción del excedente (es decir, sobre la plusvalía y, por tanto, sobre el salario directo e indirecto, el trabajo y el papel del sector público). Las propuestas de reforma fiscal son una mera palanca financiera para lo realmente determinante.
El nuevo modelo productivo
Esto ha estado claro para Izquierda Unida desde hace años (en febrero de 2010 se celebraron las I Jornadas para un Nuevo Modelo Productivo, que han sido seguidas por otras dos) que ha construido una estrecha vinculación entre el nuevo modelo productivo y el nuevo proyecto de país que defendemos.
No hay posibilidad de derrotar al Partido Popular sin contraponer un modelo basado en la contradicción capital/trabajo y en su potencia como articulador de las demás contradicciones al modelo de salida de la crisis que pretende consolidar el neoliberalismo.
Pan, techo, trabajo, salud, educación, dignidad y participación democrática, como derechos reales y exigibles, son las bases del nuevo país que crea las condiciones para hacer posible una alternativa real al dominio neoliberal y el inicio de una transformación socialista.
Aunque estemos en período electoral y la conquista de las instituciones tenga su importancia, en este 1 de Mayo es preciso hacer un llamamiento al incremento de la movilización popular. No habrá nuevo país sin movilización y organización del pueblo trabajador. Ese debería ser el sentido fundamental de la unidad y la construcción del Bloque Político y Social, por delante de compartir listas electorales. De paso quedaría claro el sentido que cada fuerza y personaje da a los conceptos de convergencia y unidad.
Con este enfoque, la cuestión del empleo pasa a ser la madre de todas las batallas. Empleo de calidad y salarios dignos. Esta es para IU la consigna fundamental para el 1 de Mayo. Y es también el centro de nuestros programas electorales, con más competencias vinculadas en las Comunidades Autónomas y menos en los Ayuntamientos, pero no por ello también como una propuesta esencial de reivindicación económica y política. Una diferencia de calidad con otras fuerzas.
Con el empleo, la transformación social
El relato de la alternativa de IU es sencillo. Para lograr el pleno empleo digno hay que fortalecer la negociación colectiva y el papel de los sindicatos; es preciso derogar las reformas laborales; subir el salario mínimo interprofesional hasta llegar a los 1.100 euros mensuales, incrementar los salarios, con especial preocupación por los más bajos, y recuperar el poder adquisitivo y los derechos laborales de los empleados públicos; es preciso mejorar el sistema de protección de los parados y poner en marcha programas de empleo/formación para parados de larga duración; es urgente un Programa de Renta y Recursos Mínimos Garantizados para asegurar una vida digna a todas las personas; poner en marcha una política de inversión y empleo que permita recuperar y fortalecer los servicios públicos en general y especialmente los de educación (incluida la educación de 0 a 3 años), salud y dependencia con criterios de universalidad y calidad; es necesario desarrollar y aplicar la legislación que garantice el derecho a una vivienda digna y acabar con los desahucios; hay que revocar las reformas de las pensiones hechas bajo los gobiernos de PSOE y PP y fortalecer el sistema público; hay que garantizar la igualdad salarial de hombres y mujeres y primar la corresponsabilidad de ambos en los cuidados familiares.
Todo ello es posible. España es un país rico, pero sus recursos están cada vez peor repartidos y crece la desigualdad. Es precisa una reforma fiscal suficiente y progresiva, justa en definitiva.
El marco de nuevo modelo productivo que proponemos no es una medida economicista. Todo lo contrario, implica una mayor participación democrática en la empresa, en la economía, en la sociedad y en la política.
La inmensa mayoría de estas propuestas son profundamente transformadoras y su articulación coherente, inasumible por el neoliberalismo. Defenderlas es la mejor manera de abrir el camino a superar el capitalismo.