Vivimos en una Unión Europea que se asienta sobre la base de la desigualdad, y una de las principales pruebas de ello es la presencia en su territorio de cárceles para personas que no han cometido ningún delito. El día 15 de junio tuvo lugar la jornada internacional por el cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros y una vez más volvimos a pedir su cierre de manera inmediata y sin condiciones. Estos centros son la prueba palpable de la falta de interés por los derechos humanos y sus sistemática instrumentalización en una Unión Europea que ha decidido convertir a las y los migrantes en criminales, con una política migratoria que no es más que una política de represión, haciendo un discurso de supuesta protección de las fronteras europeas frente a un enemigo que no es tal. Han decidido ignorar el derecho internacional para construir la Fortaleza Europa.

Sin embargo, estas políticas violentas que han contado con el rechazo de movimientos sociales y contra las que llevamos años movilizándonos son insuficientes para algunos. El ministro del Interior español, Jorge Fernández Díaz, ha llegado a hablar de un supuesto “efecto llamada”, cuando en realidad lo único que existe es el ‘efecto salida’, que marca el inicio de la cadena de la migración. El primer eslabón es la salida de una serie de países asolados por las guerras imperialistas de Occidente, con conflictos alimentados por nuestra industria armamentística, o con ninguna perspectiva económica o laboral debido al expolio de los recursos naturales del Sur protagonizado por las empresas del Norte.

Luego, las personas migrantes intentan llegar a nuestra fortaleza sorteando los obstáculos que imponemos: las vallas, la violencia por parte de las autoridades europeas o de terceros países a los que pagamos por hacer el trabajo sucio, e incluso las devoluciones en caliente, que el Gobierno de Rajoy ha legalizado contraviniendo todas las normativas europeas. La cadena termina con redadas racistas en los países europeos y, finalmente, en los CIE, convirtiendo en criminales a quienes se atrevieron a salir de su país y obligándolos a sobrevivir en condiciones de extrema precariedad.

Por eso, resulta especialmente cínico ver a los ministros de Exteriores de la Unión Europea reunidos, intentando justificar sus políticas criminales y poniéndose la medalla de salvadores, de estar haciendo un profundo esfuerzo en unos planes para evitar más muertes en el Mediterráneo. Sin embargo, lo que realmente hacen es reforzar la agencia Frontex, que se dedica al control exhaustivo y militarizado de nuestras fronteras, flexibilizan la normativa sobre vuelos de expulsión de migrantes, o firman convenios con terceros países para que sean estos los que se manchen las manos deteniendo de manera violenta a las y los inmigrantes antes de que lleguen a Europa y así ni tan siquiera tengamos que verlos. No se puede ser verdugo y salvador al mismo tiempo. Y con sus políticas la Unión Europea ha apostado claramente por lo primero.

Los CIE son el reflejo de la voluntad política de unas autoridades que no paran de recortar en políticas de inclusión de las personas migrantes o en políticas de desarrollo, pero, sin embargo, no tienen reparo en gastar hasta dos millones de euros anuales (sólo en el Estado español) para estas cárceles que, en lugar de albergar delincuentes, tienen dentro a quienes han sido víctimas de los crímenes de las grandes empresas y sus estados títeres. Estas ingentes cantidades de dinero se gastan en aumentar los mecanismos de seguridad e identificación, destinándose los fondos provenientes de los impuestos de todas y todos en más alambre de espino, o en moderna tecnología para la toma de huellas dactilares. Mientras tanto, las y los internos viven en condiciones terribles, hasta el punto de recibir comida en mal estado en algunos CIE como el de Zapadores (País Valencià), tal y como hemos denunciado ante la Comisión Europea.

Se está llegando hasta el punto de privatizar determinados servicios básicos en los CIE, lo cual no lleva sino a un aumento de la represión y la violencia dentro de los centros, como atestiguan los estudios hechos tras la completa privatización del CIE de Turín, en Italia. En el CIE de Aluche (Madrid) la atención sanitaria es prestada por una empresa privada. Meses después de que el Gobierno tomase esta decisión, en diciembre de 2011, el congoleño Samba Martine moría de SIDA dentro de los muros del centro al habérsele negado acceso al tratamiento para la enfermedad que sabía que padecía.

También resultan preocupantes las altas tasas de intentos de suicidio y enfermedad mental que se producen en los CIE, consecuencia directa de las pésimas condiciones en las que viven personas que son retenidas contra su voluntad, sin juicio y sin delito, sino solamente por la falta administrativa que supone cruzar una frontera sin los procedimientos burocráticos requeridos. Además, no debe olvidarse que estas personas podrían, en muchos casos, ser receptoras de asilo, un derecho que asiste a quienes huyen de guerras y conflictos armados.

Por ello, en el Parlamento Europeo, tanto el 15 de junio como el resto de los días del año denunciamos esta situación y pedimos el cierre inmediato de los CIE a través de diversas iniciativas parlamentarias. También hemos participado en la campaña Open Access Now, una campaña que aúna representantes institucionales con movimientos sociales de migrantes y activistas por sus derechos del conjunto de Europa, además de periodistas comprometidos, con el único objetivo de lograr la apertura de los CIE y denunciar la impunidad que reina en estos espacios.

En muchas ocasiones se ha denegado la entrada a los Centros de Internamiento a representantes de movimientos sociales o periodistas, intentando tapar las vergüenzas de Europa. Siguen la misma lógica que con la externalización de nuestras fronteras o con los acuerdos con terceros países, pretenden que en territorio europeo no veamos la sangre que generan sus políticas criminales. Pero el tiempo de las decisiones tomadas de espaldas a los pueblos ya ha terminado y no volveremos a actuar como si algunas personas fueran invisibles debido al color de su piel.