Buenas tardes, Jxxxx:
El Equipo de Campaña ha valorado nuevamente la participación de Axxxxxx Gxxxxx en el acto de Oxxxxxxxx, pues nos parece de mucha importancia, pero no parece posible comprometer su asistencia a dicho evento, dado lo apretado de la agenda que estamos trabajando.
Esperamos que comprenda la circunstancia y que, a pesar de ello, logremos hacer una buena campaña en la ciudad de Mxxxxx.
Un saludo,
(De una correspondencia por correo electrónico entre militantes políticos).

Buenas tardes, Jxxxx:
En respuesta a su solicitud sobre el pedido de referencia, lamentamos comunicarle que, momentáneamente, no disponemos de este producto en stock. Agradecemos el interés con que nuestros clientes han acogido nuestra oferta y les recomendamos que consulten en nuestra página web la posible adquisición de productos alternativos. En breve comunicaremos a todos los interesados en nuestro producto la fecha de disponibilidad para la distribución de nuevas unidades.
(De la correspondencia comercial de unos grandes almacenes).
«-Decime, mamá… ¿amén es como enter?
(Pregunta de un niño de diez años tras ser llevado por primera vez a una misa católica)». Esteban Peicovich, Poemas plagiados.

No me queda, deportivamente hablando, ¡oh Derecha de discurso tan contaminante como expansivo!, más opción racional que reconocer mi derrota comunicacional y cultural por y en inferioridad manifiesta. No la de la Causa que me empeño en defender sino la de mi capacidad para atacarte en tus propios cuarteles. Ni hace falta que me lo confirme nuestro Anguita. Estoy tan ocupado defendiéndome de todo lo que me llega y de lo que ya tenemos dentro de la propia trinchera que ni se me ocurre cómo podría saltar al terreno de nadie, sortear tus minas y alambradas y llegar hasta tus posiciones para plantearte un cara a cara o un cuerpo a cuerpo, entre otras cosas porque con mi whatsapp y mi twiter no puedo competir con tus televisiones.

Estoy en un impasse de gerundio y tente tieso: todo lo que tengo que hacer está como un balón que cuelga sobre el área (de castigo) esperando (otro gerundio, ¿ves?) una cabeza rematadora. Con permiso de las autoridades, (sanitarias, por supuesto) que ya puede que nos prohiban jugar de cabeza para rematar a puerta. Es por nuestra propia salud, dicen. ¿Y qué hacemos con las cabezas si ya no sirven ni para darle a la pelota? ¿Y qué va a ser de nuestros descendientes y de sus cabezas, tan estropeadas por dentro con la neolengua en versión comprimida y tan delicadas por fuera, que ni siquiera sirven para embestir?

En el futuro inmediato veo unas cabezas huecas (en el sentido machadiano de la oquedad que adjudicaba don Antonio a una buena parte de la tribu celtibérica), pero no siempre vacías… sino sucesivamente invadidas por marejadas de emociones y sentimientos insertados a ritmo publicitario. Seguirán funcionando la lengua y el tecladillo (adosado al pulgar de la mano con que antes se escribía) como válvulas de escape de acumulaciones excesivas de ilusiones y/o depresiones. Pero los recuerdos -más en forma visual que en transcripción letra a letra- ya no estarán en nuestros cerebros ausentes sino en una tarjeta de datos o en una nube. (¡Anda que el día que se declare una tormenta eléctrica y nuestras nubes se fundan!) Se ofertarán, para uso y consumo inmoderados, los reciclados lugares comunes, referencias convencionales, para que la mediocre clase media de aluvión de pretensiones siga pensando que tiene criterio propio. Tienen estas referencias la ventaja de que no originan metabolización sino que sirven, no como los chorizos cancerígenos que nos metemos para el cuerpo social, para entretener el rato con una digestión inocua que al final excreta todo lo que ha entrado sin dejar otra cosa que un vacío a rellenar con nuevas emociones e ilusiones.

Claro que siempre habrá alguien que, no pudiendo comprimir a Carlos Marx en 140 caracteres, intente parrafadas algo más largas que las que se emplean en grupos vertebrados en torno a la contradicción entre el todo por hacer y sin tiempo para pensar. Perdón, que hay excepciones: si la cosa política te sirve para hablar de las irritaciones de tu ombligo el párrafo puede ser extenso y banalmente pensativo. Los verborreicos siguen su destino y vocación aunque sea por twitter. Es cuestión de convertir un mensaje en un número indeterminado de telegramas de ida y vuelta en los que se termina por no saber de lo que se está hablando.

Finalmente, Derecha, están los que se empeñan en relacionar pensamiento y acción, razón y organización, recursos y objetivos. Los que piensan lo que dicen siendo capaces de tener en cuenta lo que piensan los demás. Los que no creen en la participación estadística de una encuesta, los que, aunque la conozcan, no creen en la utilidad de la fidelización de clientes sino en la corresponsabilidad de un acuerdo. Frente a ellos tu levantas la malla de intereses egoístas, individuales, personalizados, aparentemente exclusivos (y desde luego excluyentes) que, -¡oh desgracia de la guerra sucísima!!- captan el interés primero y luego la complicidad de no pocos que ponen su inteligencia a tu servicio. Es fácil animarse a ello porque el casting no es muy exigente. Basta ser un egoísta, clínico o moral. Lo único que se necesita es aguante porque la escala de trepar es -aparentemente-muy larga. Y no hace falta fichar todos los días en tus cuarteles. Es mucho mejor infiltrarse en los nuestros.