Transcurridos unos días desde el Aberri Eguna (o domingo de resurrección para los practicantes de ambos credos) es interesante hacer una valoración con algo de perspectiva y encajar dentro del puzzle vasco los distintos mensajes que las distintas organizaciones políticas han querido lanzar al respecto. El de este año ha sido además, para algunas y algunos el pistoletazo de salida de una larga precampaña electoral vasca en la que todo se antoja muy ajustado y donde las pequeñas diferencias, por pequeñas que sean, van a marcar el peso de los distintos bloques.
No obstante, es importante pararse a analizar someramente el propio sentido del Aberri Eguna y su origen como algo casi bíblico: dicen los cronistas que el Partido Nacionalista Vasco ha sostenido tradicionalmente que el Aberri Eguna se celebra el Domingo de Resurrección porque se conmemoraba el «descubrimiento» de Sabino Arana, fundador del PNV e ideólogo del primer nacionalismo vasco, de su condición de vasco y no español, fruto de una conversación el Domingo de Resurrección de 1882 con su hermano Luis, tras una situación fortuita en un tren de la época con un santanderino.
Si bien es verdad que la falta de pruebas concluyentes sobre el origen del mismo no arroja mucha luz al respecto de la veracidad o no del acontecimiento, algunos historiadores consideran que los líderes nacionalistas hicieron coincidir el Aberri Eguna con el Domingo de Resurrección en un intento de dotar a la fiesta de un mayor simbolismo, incidiendo en el carácter profundamente católico del nacionalismo vasco.
Lo verdaderamente concluyente, es que fuera lo que fuere, el nacionalismo vasco de izquierdas o de derechas pretende que el conjunto de las vascas y vascos hagamos nuestro un día de la patria vasca que desde su origen fue el producto de laboratorio de un partido (que no ya ni de una parte de la sociedad) y que por tanto no representa un acontecimiento relevante para el conjunto del pueblo vasco que en su mayoría además, es cada vez más ateo también en su vertiente religiosa.
Quizás hubo un tiempo, en La Transición, donde el Aberri Eguna tomó otro cariz donde nacionalistas y no nacionalistas hicieron suyo ese día para reivindicar frente a la cerrazón del régimen agonizante de Franco que Euskadi, junto al resto de pueblos del estado era una realidad que no se podía ocultar y cuyo reconocimiento era cuestión justa. Sin embargo hoy por hoy no podemos decir que sea una fiesta del conjunto de la sociedad vasca (¡con todas sus pluralidades!).
El Aberri Eguna de 2016 ha servido no obstante para la escenificación en el seno del nacionalismo de los distintos modelos que tanto PNV como EH Bildu le quieren proponer a la sociedad. En el caso de Podemos, para tratar de ejercer de contrapeso con otro mensaje por el derecho a decidir que por el contrario, ha quedado emparedado en un marco conceptual que no es el suyo: la idea de que Euskadi es una parte uniforme y España otra parte monolítica en la que se negocia bilateralmente o se «escapa» unilateralmente obviando que la realidad de la sociedad tanto vasca como española es plural, con cantidad de sensibilidades y opiniones que nadie puede arrogarse la representar en su totalidad en un asunto como este.
El PNV ha gastado gran parte de sus fuegos de artificio el domingo en volvernos a hablar de la necesidad de activar la bilateralidad con el Estado y avanzar hacia un nuevo status político para Euskadi. Un proyecto que nos retrotrae a tiempos pretéritos que mostraron ser un fracaso ya que nada cambió en ningún sentido más allá de retroalimentar el razonamiento de la necesidad unilateral de independencia que defiende el segundo partido abertzale en cuestión.
EH Bildu es precisamente quien apelando al fracaso del Plan Ibarretxe, la negociación con «Madrid» y los distintos acontecimientos acaecidos en Cataluña plantea también dentro del esquema general abertzale que no es posible negociación ni acuerdo bilateral alguno con el Estado, y plantea por ello, tal y como se pretende visualizar en Cataluña la desconexión o la vía unilateral a la independencia.
Entre estos dos planteamientos ha tratado Podemos colar su mensaje en un día que no le era propicio y en un contexto que tampoco se lo ponía fácil, haciendo una apuesta valiente pero ambigua. Una vez más, su mensaje en favor del apoyo al derecho a decidir choca con la falta de respuestas a preguntas evidentes como qué, cómo y cuándo.
Quien sí lleva un tiempo aportando respuestas a estas preguntas y funcionando fuera del esquema unilateralidad/bilateralidad son las organizaciones de la izquierda alternativa que se aglutinan en torno a Ezker Anitza-IU y UP. En un planteamiento más que decidido por negar la existencia de dos partes, y afirmar que hay multitud de partes y sensibilidades en la sociedad vasca, plurales, diversas, mestizas que es necesario que entablen un dialogo entorno a ese qué se quiere ser, cómo se quiere ser y cuándo se quiere ser. Un dialogo que es necesario-y así lo han reconocido- que también se tenga en otras latitudes del Estado asumiendo que existe la misma casuística diversa y en ningún caso monolítica como se quiere hacer ver desde el entorno abertzale.
En ese contexto y frente a los reclamos de una Segunda Transición por parte de las organizaciones políticas regeneradoras, pero en ningún caso rupturistas de la constitución de 1978, haciendo una lectura multilateral de la sociedad vasca, se hace una apuesta por la construcción de un Proceso Constituyente para el conjunto del Estado, donde se interpela a los distintos pueblos -sus mayorías, pero también sus minorías- a que sean éstas mediante procesos participativos, directos, quienes decidan el qué, el cómo y el cuándo de lo que quieren ser y cómo se quieren relacionar con las y los demás. Y se pone además, sobre la mesa, el modelo federal construido desde abajo como una posible alternativa.
Probablemente este, el camino de la participación directa de la pluralidad de la sociedad, será el más complejo de los caminos y el que más esfuerzo conlleve, pero sin duda será el camino que más personas implique, más identidades mestice y más acuerdos concite. Un camino que llevará sin duda alguna a la federación de las personas y los pueblos en torno a unas ideas comunes sin desdibujar las identidades propias. Será el camino que más personas distintas encuentre. Y ese día, y sólo ese día podremos hablar de un Aberri Eguna construido por todas y todos, que represente a todas y todos.
Maestro, politólogo y miembro de Ezker Anitza-IU