Ante las medidas, algunas anunciadas, y otras ya puestas en práctica por el nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, es necesaria una respuesta contundente. Una respuesta que debe producirse tanto en el Estado español, como en EEUU, porque hablamos de decisiones que chocan frontalmente con los derechos humanos.
El veto a la entrada al país a personas procedentes de siete países de mayoría musulmana, la decisión de continuar construyendo el muro empezado por Bill Clinton en 1997 en la frontera con México, el nuevo decreto para la deportación masiva de migrantes y la persecución a aquellas familias centroamericanas que traten de reunirse con sus hijos, y sus declaraciones sobre la tortura y las armas nucleares, requieren una respuesta ciudadana. Pero también de las instituciones españolas y europeas. Ahora bien, esa respuesta debe ser honesta, clara y de oposición frontal. Sin hipocresía.
Hasta el momento la hipocresía es todo lo que hemos recibido de algunos líderes europeos al denunciar las políticas migratorias de Trump, mientras aquí se dedican a construir vallas con concertinas y Centros de Internamiento para Extranjeros, donde se vulneran los derechos humanos de forma sistemática.
Como respuesta a las inhumanas propuestas que nos llegaron desde el otro lado del Atlántico, el señor Manfred Weber, presidente del Partido Popular Europeo, salió rápidamente a la palestra para decir que «la UE no levanta muros, sino que construye puentes». Imagino que se refería a los puentes con Afganistán o Turquía, donde la UE ha deportado y piensa seguir deportando a decenas de miles de personas migrantes y solicitantes de asilo. O al nuevo puente entre la UE y Libia, con quien se acaba de firmar un acuerdo para que sean los guardacostas libios los que intercepten a las migrantes en el Mediterráneo y las lleven de vuelta a Libia, a unos centros de detención que diversas ONG y la embajada de Alemania en Níger ha comparado con campos de concentración.
También el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, intentó sonar contundente los primeros días -antes de ofrecerse como intermediario, claro-. «Yo no creo ni en vetos ni fronteras», llegó a decir. Y es que parece que Rajoy hace demasiado tiempo que no se pasa por Ceuta y Melilla. Sin duda, hay quien pretende utilizar las barbaridades de Trump para tapar sus propias vergüenzas.
La UE y el Estado español mantienen desde hace demasiado tiempo una posición de subalternidad con EEUU, sobre todo en política internacional. Una subalternidad que muchas veces se ha traducido en silencio.
Los antecesores de Trump abrieron el camino
Hubo pocas voces contra los vuelos de la CIA, las cárceles secretas y el centro de torturas de Guantánamo –en suelo cubano ocupado, por cierto- en la era Bush. Pocas también, cuando Clinton empezó a levantar ese muro con México. Pocas, ante la incapacidad o falta de voluntad de Obama para cerrar precisamente Guantánamo, los asesinatos con drones y casi ninguna ante el hecho de que durante los dos mandatos de Obama fueran deportadas casi tres millones de personas.
Y sí, Trump lo convierte ahora todo en mucho peor, no hay que quitarle méritos, no hay que suavizarlo, pero si no se hubiera callado entonces hoy no estaríamos así.
De todos modos, lo que fueron unos primeros días de declaraciones fuertes, bastante rotundas, de los dirigentes europeos, parece que se ha quedado en eso: en palabras.
La prueba la tuvimos en el pleno del Parlamento Europeo de febrero en Estrasburgo. Desde Izquierda Unida solicitamos que se tratara como urgencia el estado de los derechos humanos en EEUU. Esto habría implicado una resolución escrita de la Eurocámara, una condena que nos habría hecho pasar de las palabras a los hechos. Pero la gran coalición entre el Partido Popular Europeo, los Socialdemócratas y los Liberales lo impidieron porque no están dispuestos a romper con ese papel de subalternatidad.
En IU siempre hemos estado comprometidas con los derechos humanos y la promoción de la paz y pensamos que el Estado español no puede situarse en la complicidad militar con EEUU, ni ser pasivo ante las amenazas, el racismo y la xenofobia del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Por eso lanzamos la campaña Ni Trump, ni tropas, con la que reclamamos a Rajoy que ponga fin al papel de sirviente que el Estado español tiene con EEUU desde el franquismo, y exigimos la retirada de las tropas de EEUU de las bases militares de Morón y Rota por suponer una amenaza a la paz y a la seguridad.
Bases, armas nucleares y CIA en España
La presencia militar de EEUU en el Estado español comienza en 1953 tras la firma de los Pactos de Madrid entre Franco y Eisenhower, pactos que se irían desarrollando durante décadas y que el expresidente socialista Felipe Gónzalez aceptó transformar en 1988 en un convenio bilateral, a raíz del cual las fuerzas estadounidenses pasarían a instalarse en las bases de Morón y Rota.
Esto fue consecuencia de la entrada del Estado español en la OTAN y desde entonces EEUU nos convirtió en su portaviones en Europa. Desde las bases en territorio español se ha dado apoyo a las invasiones de Iraq y Afganistán y a los bombardeos sobre Libia. Además, la facilitación del tránsito a los buques de guerra de EEUU convierte nuestros puertos de acceso al Mediterráneo en un punto geoestratégico y militar al que la Administración estadounidense no va a renunciar.
Los acuerdos con Washington han ido teniendo varias actualizaciones en todo este tiempo. Especialmente preocupante son los cambios de 2002, firmados ya por José María Aznar, cuando se empezó a permitir la presencia en Rota y Morón de los servicios de inteligencia estadounidenses.
En ese momento, Bush había declarado la deleznable Guerra contra el Terror y el Estado español estuvo implicado en los vuelos de la CIA. Numerosas organizaciones han denunciado que en territorio español se produjeron torturas a los detenidos en Iraq y Afganistán, que después acababan confinados sin juicio en las cárceles secretas o en Guantánamo.
Dicho convenio permitió también a EEUU portar armamento nuclear y desde 2012 Rota se convierte en una pieza clave del conocido como escudo antimisiles, con presencia permanente de cuatro destructores nucleares de la OTAN.
A esto se le suma el crecimiento exponencial de militares y personal estadounidense en las bases. Si en 2008 había 1.130 miembros del Ejército estadounidense, las reformas introducidas desde entonces por Partido Popular y Partido Socialista Obrero Español permitirían una presencia de hasta 7.250 efectivos.
La presencia de esos militares y la ocupación que hace EEUU de las bases de Rota y Morón es más preocupante aún con Trump en la Casa Blanca, un presidente que no descarta emplear armas nucleares –lo que nos convierte en objetivo de ataque nuclear- y que defiende públicamente el uso de la tortura en interrogatorios.
Esto nos lleva a la conclusión consciente y radicalmente democrática de que ha llegado el momento de decir basta. No queremos a Trump, y tampoco queremos a las tropas porque no se puede permitir que el Estado español colabore de manera alguna en las violaciones de derechos humanos que pueda cometer EEUU.
Por eso defendemos, una vez más, pero ahora con más contundencia que nunca si cabe, que las tropas de EEUU han de marcharse de nuestro país, y que debemos recuperar la dignidad, la defensa de valores democráticos y de paz que caracterizan a nuestra sociedad.
Queremos que se vayan, queremos que las bases militares de Rota y Morón sean reconvertidas en bases civiles para cooperación o acción rápida en caso de desastres naturales o humanitarios.