Manuel “El Cotorro” es una cantaor de profundas raíces flamencas. Heredero de los sonidos sevillanos y curtido en la potente fragua del cante atrás, su sonido se ubica entre los aires de Mairena, Triana, y la Sierra Sur sevillana donde nació y se crió. Cantaor de registros melismáticos muy apropiados para el cante, su eco y su metal sonoro lo convierten en un buen intérprete de los estilos más duros del acervo flamenco. Resultaría muy fácil dejarse llevar por la inercia de los ritmos facilones y retestinados, o las creaciones vacías e insípidas en las que se aventuran numerosos cantaores y cantaoras actuales. Hablamos de intérpretes que pierden la fe en el flamenco por mor de “una mayor accesibilidad”, como suelen argumentar. Estos devaneos suponen en la mayoría de los casos una pérdida de la calidad propia del flamenco más que constatable. Pero Manuel Romero vive alejado de ese tipo de sublimaciones y permanece leal a los pilares del flamenco. Conserva la fe en esta música, quizá porque sepa que todavía no está todo hecho en el cante, o quizá por mostrar su honestidad atrayendo hacia el flamenco voces poéticas tan lejanas como la de Maiakoski o Beltort Bretcht, y realidades sociales como la de la Revolución Rusa en 1917 que tan difícil resulta a priori emparentar con el flamenco. Quizá Manuel Romero no olvide aquello que decía la Bernarda de que en el flamenco cabe hasta la guía de teléfonos. Es cuestión de adaptar a este idioma tan colosal esos supuestos y convertirlos en un producto flamenco. En ese sentido ha hilvanado el cantaor de Pedrera este interesante y original trabajo, que no dejará a nadie indiferente.

El grave sonido del violonchelo imprime una fuerza brutal a unos cantes de la Trilla que interpreta sobre los versos de Lenin “Para una vida nueva”. Inaudito, jamás nadie había cantado al líder de la Revolución Rusa en términos tan flamencos y sobre la base de un canto de trabajadores del campo, los homólogos andaluces de aquellos obreros que apoyaron la Revolución de octubre en 1917.

Hasta la Puebla viaja poéticamente para adentrarse en los versos de Moreno Galván por soleá, acompañado por el maestro Eduardo Rebollar. Toque directo al alma del cante, airoso en esta soleá, meciendo cada tercio con esa delicadeza propia de los grandes del acompañamiento. La soleá está dedicada a La Pasionaria. Muy flamenca. Algún guiño canoro a Menese, aires de Alcalá, Cádiz y Triana.

Un hermoso poema del desaparecido poeta comunista Marcos Ana en la delicada voz de Aitana Alberti León precede a un poema de Shelley que fue visionario en sus tiempos, perfectamente encajado en Peteneras por Manuel Romero. ‘Un fantasma recorre los tiempos convulsos”. Eduardo Rebollar, sobrio y comedido en esta interpretación para darle todo el peso del tema a la letra, repite táctica en los dos poemas que componen los tangos siguientes. Romero rinde tributo al poeta granadino Javier Egea, el último poeta de ‘la otra sentimentalidad’ y a Beltort Bretcht. Un coro comienza los tangos que se tornan en romance por tangos que resulta muy agradable al oído.

La guitarra se torna cadenciosa para abordar a Ho Chi Minh por Serranas con cambio de María Borrico. ¿Alguien da mas? El pulso flamenco no lo pierde El Cotorro en ningún momento a pesar de la dificultad de los textos.

Salvador Távora pone voz a un poema de Federico García Lorca que precede al poema de Rafael Alberti ‘El Retorno’, en aires de Cádiz. No podía ser de otra forma. El aire de Rebollar en la falseta inicial nos introduce en las salinas de la infancia de Alberti. Manuel Romero repasa los cantes por Romeras y Mirabrás puestos al servicio de estos hermosos versos.

En este trabajo de arqueología flamenca por las entrañas de la revolución y los poetas revolucionarios, no podía faltar el cantaor más revolucionario de todos, si atendemos a su cante y su biografía. ‘Militante’, son unos campanilleros que el granadino de Alhama, Paco Moyano, grabó en homenaje a los caídos por el fascismo durante la Transición. Manuel Romero, ayudado por el genuino toque de David Caro, reelaboran el tema de Moyano con una profundidad exquisita.

Otro de los platos fuertes del disco son los aires de Mariana con los que Manuel Romero ataca los poemas de Maiakowski “Ella es grande y hermosa” y “Estoy a mano con la vida”, acompañado por un inspirado Pedro Barragán. La dificultad de adaptar a este gran poeta ruso al flamenco desaparece en esta mariana donde parecieran haberse encontrado ambas realidades. Una joya.

Y nuestra aportación a este trabajo vino en el sabroso tema con aires de rumba-cubana con que termina 1917 de Manuel Cotorro. Quintín Cabrera también tiene cabida en este trabajo que es todo una proeza flamenca que debiera entrar en la consideración de críticos y aficionados porque al margen de la importancia poética y política del trabajo, los arreglos musicales y el trabajo de adaptación realizado son para tenerlos en cuenta, para analizarlos y para aceptar a través de ellos la capacidad sin límites de este flamenco nuestro, flamenco del que no hay nunca que dimitir para contar las más suculentas historias. Manuel Romero, con su brillante y original disco, nos da una lección: El flamenco es un arma viva y cargada de futuro.