En este lunes, 20 de febrero, en que termino este texto, culmino varios días de asistencia a actos que tienen que ver con la Memoria, con la Historia y con el análisis actual de lo que puede ser el futuro. Hoy vamos a compartir con el profesor Cohen (Universidad de Granada) una necesaria reflexión sobre la memoria y la historia colectiva. Este pasado fin de semana hemos estado recordando el 80 aniversario de la Batalla del Jarama.

Permitidme un resumen (particularísimo) de lo que el profesor Cohen nos sirvió al centro de la mesa, para compartir:

Tenemos muchos recuerdos para conservar y muchos hechos destacados para no olvidar: Señala el profesor Cohen que “proliferan los signos de crisis política, de las que el crecimiento de los resultados o de las expectativas electorales de formaciones de extrema derecha es una de sus manifestaciones en varios países de Europa. Con la reactualización que ello conlleva de densos expedientes de memorias colectivas. El Este de Europa sigue dando muestras de una de las ingenierías más frenéticas en este terreno, aunque se equivocaría por completo quien las considerara una exclusiva de este ámbito geográfico.

La memoria colectiva es arma política en los combates de hoy de los que depende el mañana. Ideales y recuerdos colectivos sustentan también la fuerza moral del revolucionario. Pero nos gusta especialmente que la memoria esté impregnada de análisis, cuando –dice Cohen que decía Pierre Vilar- “pensar históricamente” llevaba a la «posibilidad de una previsión inteligente de los hechos a partir de un análisis correcto de sus factores»…

Memoria colectiva para defender la Revolución ante los peligros que acechen y, a la vez, afirmación del ejemplo mayúsculo de un modo de pensar y de actuar. Las dificultades y los desafíos ya se anuncian enormes: para Cuba, para toda América Latina, para las aspiraciones de felicidad de los pueblos del Mundo.

Este próximo noviembre marcará el centenario de una gran revolución, la de Octubre. Es difícil escapar a la impresión de una desproporción entre, de un lado, la trascendencia evidenciada de esos hechos y, de otro, el grado de comprensión que hoy tenemos de este desenlace, de sus factores y de sus consecuencias. Y no debe extrañarnos la distancia sideral que existe entre el peso discreto de la reflexión histórica y el aplastante de ciertos usos políticos actuales, en la construcción de un imaginario público de los hechos. Sobran motivos para temer que las irrupciones políticas del pasado en el presente releguen a una posición muy marginal la palabra de la investigación y el análisis históricos.

La caída del socialismo en Europa Oriental ha activado guerras de memorias desigualmente intensas según los países, pero a menudo con acentos extremos. Revisionismos y negacionismos, otrora discretos, campean con estruendo e impregnan las políticas de Estado, cuando no alcanzan ese rango explícito, jalonados por sonoras rehabilitaciones. La imposible extirpación de un pasado se compensa con el blanqueo de algunos de sus elementos y ambos se conjugan para estigmatizar al enemigo interior ?inmunización indicada cuando las contradicciones sociales arrecian?, a la vez que se subraya el rechazo al enemigo de fuera.

Es una obviedad afirmar que sin recuerdo colectivo no hay futuro humano. Por otra parte, en tiempos de grandes incertidumbres, los ruidos de memorias interfieren la comprensión de procesos del pasado, necesaria para conocer las realidades sociales de ahora e intentar prever razonablemente sus consecuencias.

En fin, hay que ser precavidos ante las celebraciones. No hay que olvidar las derivas y espectáculos de otros centenarios bajo el dominio de «la publicidad y la esponsorización». Recordaremos, de nuevo con el maestro Vilar, que las representaciones instrumentadas de hoy no «aclaran la historia» y que su análisis histórico debe aclarárnoslas.