Casi diez años después de la crisis financiera y de globalización la Comisión Europea, tras los fracasos en varios países de la UE, la gestión suicida de los recortes y la austeridad, el ninguneo a la Grecia de Syriza, el incremento alarmante de la ultraderecha y la xenofobia, la vergüenza y tragedia del trato dado a los refugiados, el terrible mazazo del Brexit y la actitud antieuropea de Trump, el 1 de marzo edita un Libro Blanco con preguntas simples sobre el futuro de la UE, y el 31 de mayo plantea cómo profundizar la Unión Económica y Monetaria. Toma como referencia el denominado “Informe de los cinco presidentes” (el de la Comisión, el de la Cumbre del Euro, el del BCE, el del Parlamento Europeo y el del Eurogrupo) de junio de 2016 en donde se apuesta por la profundización del euro para 2025 en tres etapas, con medidas como un Sistema Europeo de Garantías Depositarias, o un futuro Tesoro Europeo de la zona Euro, con la finalidad de completar una Unión Financiera, lograr una UE presupuestaria más integrada y afianzar la responsabilidad democrática con reformas de las instituciones de la zona Euro.

La propuesta, presentada por Valdis Dombrovskis (Vicepresidente del Euro) y por Pierre Moscovici (Comisario de Asuntos Económicos) empieza alabando el éxito del euro en muchos niveles para recomendar el seguir con el actual modelo reforzado con una Unión de los Mercados de Capitales, con una integración y coordinación presupuestaria con el reforzamiento del “Semestre Europeo” y de la estabilización macroeconómica y con una mayor responsabilidad compartida sobre las decisiones del Euro. Ninguna señal sobre la necesidad de introducir cambios profundos en el modelo económico (fracasado), en la arquitectura de la UE (obsoleta), o en la participación ciudadana (nominal e inefectiva). Es verdad que al final reconocen que hay que “dar un nuevo impulso a este importante debate” y para ello “la Comisión Europea, junto con el Parlamento Europeo y los Estados miembros, organiza una serie de debates sobe el futuro de Europa en ciudades y regiones europeas”.

Se puede afirmar que las autoridades de la UE no se han enterado del fracaso ocasionado con el empeoramiento de los niveles de bienestar, con la profunda desafección que ha generado en la ciudadanía el proyecto de moldear una estructura pluriestatal europea alrededor de la moneda única bajo criterios monetaristas neoliberales sin tomar en consideración los prioritarios componentes solidarios, sociales, democráticos y medioambientales.

Ante esta situación la cuestión pertinente, como siempre, es ¿Qué hacer? No es baladí la pregunta que remite al Lenin de la Revolución Soviética en su centenario puesto que en cierta forma el imperio zarista era un conglomerado de países bajo el dominio del zar y un parlamento, la Duma, que desempeñó un papel crucial en la revolución. La respuesta al reto planteado por las consecuencias adversas del proceso europeo actual posee tres componentes: 1º) su dimensión estructural, 2º) el papel de la instancia democrática, el Parlamento Europeo y 3º) la constitución de un sujeto revolucionario.

1. Dimensión estructural de la UE. Como afirmaba Julio Anguita en la Conferencia del PCE sobre la UE de enero de 1989, una Europa unida «es una idea de supranacionalidad renovadora que compatibiliza la defensa de lo nacional con los intereses de un bloque social de progreso en Europa que arrebate la hegemonía a las políticas neoliberal-conservadoras». De ahí que se recupere el concepto de Lucha de Clases a nivel europeo como complemento al de nivel nacional, y por ello la UE “puede y debe ser el centro de las iniciativas políticas para la creación de un nuevo orden económico internacional».

2. Papel de la instancia democrática, el Parlamento Europeo. Es cierto que con el fracaso de una Constitución Europea en 2007, el motor de la UE es el denominado procedimiento intergubernamental al que el Parlamento Europeo puede añadir o matizar aspectos diversos pero no convertirse en instancia decisiva. Pero de una u otra forma un parlamento siempre canaliza las tensiones que la lucha de clases existente en su territorio depara. También a ello se refirió Julio Anguita cuando señaló en aquella Conferencia “que el PCE pretende lograr una Europa social mediante una reforma política, institucional, que resuelva los déficit y las carencias políticas y democráticas».

3. Constitución de un sujeto revolucionario europeo. Es lógico que si hay un espacio económico y social de lucha de clases y un ámbito parlamentario en el que ésta se refleja puede y debe constituirse un sujeto político revolucionario. Igualmente Anguita se refirió a ello cuando afirmó que “Izquierda Unida (es) una opción de política estratégica que intenta ser el embrión del bloque social de progreso sobre el cual seguir teorizando (acerca) de la necesidad de lograr la transformación social europea (mediante) la necesaria convergencia de la izquierda clásica, formada por socialistas y comunistas, de otras fuerzas progresistas y de los movimientos sociales”. Papel que intenta desempeñar el Partido de la Izquierda Europea y el grupo parlamentario GUE/NGL.