A estas alturas del otoño, cuando estas palabras se hagan públicas, cabe pensar que ya han pasado los festejos, celebraciones y autocelebraciones que justa e inevitablemente haya provocado el primer centenario de la revolución soviética. Sin duda la ocasión histórica habrá dado lugar al entusiasmo épico de las grandes palabras, a la retórica de los buenos deseos y las grandes y líricas buenas intenciones. Otro momento habrá para analizar los resultados políticos de toda la valiosa y diversa actividad que el partido ha desplegado con ocasión de la efeméride. Pero quizá ahora, con el Congreso de nuestro partido a la vuelta de la esquina, sea bueno rebajar un poco el verbo de los objetivos y programas para hablar desde prosas más matemáticas que líricas o heroicas de cuestiones más toscas y conmensurables: de las cifras, por ejemplo, de afiliación a nuestro partido y de la necesidad imperiosa de crecer en número si queremos crecer en influencia, presencia y relevancia. De hacer las cuentas, contarnos, hacer recuento y marcar propósitos y objetivos al respecto.
Las masas se han cansado de palabras y resoluciones. Lenin, 23 de Octubre de 1917
Sin duda de este Congreso nuestro partido, el partido de nosotras y nosotros, los comunistas, va a salir con mucha más voluntad de estar y hacerse presente en los lugares de conflicto entre el capital y el trabajo, entre el patriarcalismo que nos reduce y el feminismo que nos amplía y entre la democracia parlamentaria que nos limita y la democracia social a la que aspiramos. Un partido con voluntad de recuperar los perfiles leninistas que nos permitan organizarnos con eficiencia, identificarnos como voluntad de combate y reconstruirnos como herramienta para la formación y la praxis que la ruptura con el capitalismo de hoy exige. Un partido capaz de elaborar su estrategia y sus táctica desde la pluralidad y el libre intercambio de propuestas pero siempre al servicio de una disciplinada unidad de acción. Centralismo democrático que no hurte las críticas pero que impida que el partido se desangre en desapegos e inhibiciones. El partido como “esperanza argumentada”, como práctica organizada. Un partido comunista: proyecto colectivo, muchas inteligencias, una sola voz. Común, lo común, comunismo.
Marchar al encuentro de las grandes e inmensas dificultades. Lenin, 2 de noviembre de 1917
Un partido con voluntad leninista en el que existan y se exijan responsabilidades. El partido como responsabilidad, como compromiso y como tiempo compartido: dedicación, tareas, metas y por tanto mecanismos de valoración y crítica. Con pocas retóricas vacías y capaz de elaborar horizontes concretos. Un partido que necesita estar en muchos frentes: en los lugares de trabajo, en los lugares de ocio, en la producción y en el consumo, en las ciudades, pueblos, barrios y asociaciones de vecinos. En los movimientos sociales, en los medios de comunicación, en los centros de enseñanza, en los hospitales, en los talleres de lectura y escritura, en los mil espacios de la industria cultural, en las oficinas de desempleo y en los tribunales. En los distritos, en los municipios, en las comunidades autónomas y en todas las instituciones del Estado Y eso camaradas se llama cantidad, crecimiento de la afiliación, incremento importante de la militancia.
Acabar con las dudas de los vacilantes y mostrarnos más resueltos y decididos. Lenin, 14 de noviembre de 1917
Nuestra meta es la revolución, que nadie necesite que alguien le dé trabajo con el que ganarse la vida, que la dignidad propia no esté en manos ajenas, que el miedo al desempleo no siga siendo el aparato ideológico más importante del capitalismo. Pero se hace camino al andar y nuestro andar es un andar compartido que requiere cantidad de militantes, cantidad de comunistas. No la cantidad por la cantidad sino como premisa de lo cualitativo. Salto y asalto cuantitativo condición para el salto hacia la cualidad que la tercera ley de la dialéctica anuncia y promete. La cantidad como tránsito hacia el cambio, hacia la conformación de un partido que pueda estar presente en los espacios en los que la clase trabajadora se transforma en clase revolucionaria. Esa inmensa minoría en la que metáfora de Juan Ramón Jiménez se casa con la inteligencia de Lenin: “partidos que estén en contacto efectivo y permanente con las masas y sepan dirigirlas”.
Solo el pueblo podría salvarse a sí mismo y salvar el país. Hacemos un llamamiento al pueblo. Lenin, 15 de Noviembre de 1917.
El incremento de la afiliación no como deseo sino como tarea, es decir, como objetivo conmensurable, sujeto a balance, análisis, ponderación y crítica. Ojalá que las nuevas formas de organización que salgan del XX Congreso asuman como objetivos metas concretas como duplicar por ejemplo en el plazo de un año el número de nuestra militancia. Un objetivo acaso poco grandilocuente pero que nos permitiría hacer balance, cuenta de resultados y por tanto nos otorgaría más sentido de la responsabilidad, más compromiso y mejor conocimiento de nuestros límites y nuestras fuerzas. Algo absolutamente necesario. La afiliación no como consigna sino como acción de vanguardia. La cantidad como salto cualitativo.