“¿Joder tío no ves OT? Tienes que verlo, no es lo mismo de siempre”. “Esta noche cantan una de Víctor Jara, no te lo puedes perder”. “Son chavales como nosotros, normales y corrientes, en la tele”. Estas son algunas de las frases que más de una vez me han repetido amigos y conocidos. Y es que es cierto que OT ha conseguido lo que nunca antes había conseguido hacer en ninguna otra gala: Transversalizarse, unir a gente de todas las ideologías políticas delante de un televisor. Comunistas, liberales, socialdemócratas, gente sin ideología clara… consumiendo masivamente el programa, gracias a un formato rompedor, podría decirse revolucionario en televisión, dando voz a reivindicaciones feministas, LGTBI, etc. Diversidad, sororidad y amor. Pero no han sido los primeros en hacerlo, ya que programas como First Dates de Cuatro ya habían sido pioneros a la hora de mostrar en pantalla la diversidad sexual y de género que hay en la sociedad, normalizando todo tipo de relaciones. Sin embargo, OT ha conseguido hacerlo a través de protagonistas que representaban a esa generación perdida de clase media, la mejor preparada de la historia, con humildad y sin futuro. Gente de andar por casa, que ha conectado con millones de espectadores, alejado de los patrones de otras ediciones.
OT no es más que un programa de vencedores y perdedores, de la cultura del esfuerzo
La izquierda transformadora de este país ha querido aprovechar el tirón de esta gala, entrando en la arena, mojándose, haciéndole guiños al programa y a sus espectadores en cada gala a través de las redes sociales. Solo le ha faltado mandar directrices a su militancia para decir que votaran en la elección de los ganadores y perdedores. Porque, al fin y al cabo, OT no es más que un programa de vencedores y perdedores, de la cultura del esfuerzo. Lo que ha conseguido realmente es unir a una gran parte de la nación, en un momento de gran polarización de la misma, delante del televisor, y que, al fin y al cabo, lleguemos a Eurovisión este año sintiéndonos orgullosos de la representación de nuestro país, legitimando ese festival y todo lo que hay a su alrededor, y que tanto fuelle había perdido en los últimos años. Y si no me remito a la frase que he podido leer en artículos y tuits que se ha escuchado en varias de esas galas: “Representar a tu país en Eurovisión es algo muy importante”. Lo cierto es que no hay que quitarle méritos a la lucha feminista y LGTBI, que ha conseguido introducir sus discursos y lógicas en todos los espacios de la sociedad, y es un gran avance que en esta gala de OT se hayan pronunciado discursos feministas y de respeto a la diversidad.
También tengo que decir que soy de esos (al parecer minoritarios) que no ha visto ese programa, no por nada, sino porque nunca me ha gustado y no me va a gustar ahora más o menos, pero no ha hecho falta verlo para estar al día, solo tenías que entrar en Twitter o andar por los ambientes universitarios para enterarte de lo que estaba ocurriendo. Y que quede claro que no critico que la izquierda transformadora de este país haya entrado en el juego y haya querido conectar con una parte de la sociedad a través de OT. Que no se nos olvide que vivimos en una sociedad mediática, donde lo que no sale en la tele parece que no existe. Por lo tanto, comunicativamente es un acierto aplaudir demandas históricas del feminismo que salen en prime time.
Pero al mismo tiempo, en estos días sonaba en cientos de miles, incluso millones de cascos, otros tipos de letras: “De la escuela de los Levi’s petados, los tatuajes, las ojeras, los pendientes de aro, de las ruletas, las familias en paro, del bájame aquello y mañana te lo pago […] Nos vendieron un futuro pero por aquí no lo hay, no, sólo ruina y disparos […] Hicimos lo necesario cuando el mercado laboral nos cerró las puertas, esta vida no es perfecta y tampoco ejemplar, pero es la nuestra”, letras de la reciente canción de “Generación perdida” del grupo de rap madrileño Natos y Waor, emergidos desde la periferia de la capital y que están teniendo un gran éxito en la clase trabajadora joven de barrios obreros y periféricos. No salen en la tele, y por lo tanto parece que no existen, pero tienen millones de reproducciones en varias plataformas online. No se trata de un producto cultural hecho desde arriba como OT, sino de forma autónoma por gente de abajo. Por y para los de abajo. Posiblemente sus letras no sean transversales, al contrario que OT, porque hablan de la vida que llevan millones de jóvenes en nuestro país en los barrios de las periferias. No representan a todos y eso está claro. Pero es que el concepto de clase no significa lo mismo para unos que para otros.
“Su patria son sus hermanos, su parque y su acera” (Natos y Waor)
Probablemente, esos jóvenes de los que hablan en sus canciones, todos los días a la hora de la emisión de OT estaban evadiéndose en los parques de barrio o en una de esas famosas casas de apuestas que están ahora tan de moda en los barrios más deprimidos y obreros. Es probable que formen parte de esa generación joven que no poseen carreras universitarias, o que ni siquiera muchos de ellos tienen el título de bachillerato, formando parte de ese uno de cada cinco jóvenes de nuestro país que solo tiene la ESO, según las estadísticas oficiales. Son la otra generación perdida de la clase trabajadora. Sin estudios. No representan o forman parte de esa “generación más preparada de la historia” a la que apelan tantas veces los partidos de la izquierda transformadora, pero sus canciones tienen más millones de reproducciones que votos algunos de los partidos más importantes de este país. Son de esos jóvenes de la periferia, de los márgenes del sistema que no votan. Probablemente la única forma de votar de este estrato de la clase trabajadora es la de darle al botón de reproducción en Youtube a canciones como esta, para darle un sentido a sus vidas. Probablemente rehúsen hablar de política, y menos posicionarse, incluso muchos de ellos no habrán escuchado en su vida la Internacional y probablemente no se sintieran identificados con ella al escucharla hoy en día, porque ellos tienen sus propios himnos. Sí, la clase trabajadora, tan diversa, no está huérfana de conciencia de clase, sabe a qué clase pertenece, y tiene sus propios himnos en el siglo XXI. Ellos también tienen su concepto de país y de patria: “Su patria son sus hermanos, su parque y su acera”, canta este grupo en una de sus canciones nuevas que van a estrenar en su próximo disco. Es el concepto de patria que más podría acercarse al que plantean formaciones como IU o Podemos, la patria que no entiende de trapos, sino de las condiciones materiales de la vida cotidiana de la clase trabajadora precaria de barrio. Pero al final, ante la situación de orfandad por parte de la izquierda transformadora en este estrato de la población, en estos barrios, no les queda otra que acudir a este tipo de canciones como única forma de sentirse representados.
Si la izquierda transformadora no se acerca a esta cultura, acaba haciéndolo Andrea Levy, caricaturizándola e intentado sacar rédito de ella, aunque acabe recibiendo un “beef” por parte de Yung Beef. Pero ellos lo tienen claro y lo intentan. Saben que si quieren conseguir hegemonía y ganar las elecciones tienen que hacerles guiños y acercarse a algunos de sus hitos culturales, y sobre todo, entenderlos, conocer sus discursos y conectar con ellos para conectar con esta población.
No se trata de santificar a este tipo de grupos y culturas y demonizar a OT, sino de mirar a ambos lados, de no dejar a nadie que pretendes representar huérfano. El título del artículo es una provocación directa, un aviso. Hay que tener intención de representar por igual al joven universitario preparado, pero sin futuro, que, al joven sin estudios, en paro, de barrio. Los dos tienen la misma dignidad y se merecen la misma atención. Los dos se merecen un futuro, no solo el que se haya esforzado por estudiar una carrera. Al igual que se han acercado ciertas formaciones a OT igual tendrían que acercarse a esta cultura popular del siglo XXI también. Porque la élite con conciencia de la izquierda puede tener su cultura, pero si quiere aspirar a algo no puede dejar de lado otras culturas de la clase trabajadora de este siglo. Hay que tener cuidado con las miopías.