El pasado 7 de marzo el mundo conoció la noticia de que el Papa Francisco canonizará -es decir, hará santo- a Monseñor Óscar Romero. Más allá del componente religioso que esto supone (cuestión en la que obviamente no entramos), sí conviene verlo como un acto de reconocimiento que la Iglesia hace a quien fuera Arzobispo de El Salvador, a finales de la década de los setenta, y que fue asesinado (escribiendo estas líneas se cumplen 38 años) por la extrema derecha del país con el apoyo de los asesores norteamericanos.
Óscar Arnulfo Romero y Galdámez nació en 1917 y se ordenó sacerdote en 1942. Llegó al arzobispado de El Salvador en 1977, en un momento crítico en el país. El Salvador estaba en manos de unas pocas familias terratenientes. La situación del país generó malestar social, protestas, y estas eran combatidas desde escuadrones de la muerte. Un sector de la Iglesia se comprometió con el pueblo. A finales de los sesenta, al calor del Concilio Vaticano II, surge en la Iglesia latinoamericana la teología de la liberación, y con ella curas y laicos comprometidos con el cambio social; con la Revolución.
Cuando Romero es nombrado arzobispo, los sectores conservadores lo reciben con alegría. Lo ven de los suyos. Pero todo daría un giro de pronto.
Cuando Oscar Romero lleva un mes de arzobispo, los escuadrones de la muerte asesinan al jesuita Rutilio Grande. Rutilio Grande -quien por cierto había residido en Córdoba en los años sesenta- era amigo de Romero. Este exigió al gobierno el esclarecimiento de los hechos. A partir de ahí, Romero se convierte en una voz que denuncia la desigualdad de la sociedad y los crímenes contra los luchadores sociales, se vuelve incómodo para la burguesía salvadoreña y el imperialismo.
“La Iglesia que no sufre persecución, sino que está disfrutando los privilegios y el apoyo de la burguesía, no es la verdadera Iglesia de Jesucristo” dijo Oscar Romero en marzo de 1979. Un año después, el 24 de marzo de 1980, mientras daba misa, fue asesinado por un escuadrón de la muerte.
El actual Papa, que es jesuita como Rutilio Grande, simplemente hace oficial lo que ya era popular. Los pobres de latinoamericana desde hace décadas ya habían santificado a Monseñor al llamarlo San Romero de América.
En internet hay varios documentales dedicados a la figura de Óscar Romero, y en 1989 se realizó Romero, una película que reproduce su comprometido episcopado.
Profesor de Geografía e Historia; Miembro del CC del PCA