A veces parece olvidarse que la cacareada Transición política española además de la puesta al día, en clave de homologación europea, del corpus socioeconómico levantado durante la dictadura franquista, fue también y de manera absolutamente necesaria para esa transformación – sin juicio al pasado alguno hacia los responsables y beneficiarios de la larga y cruenta dictadura- un proceso de menoscabo, devaluación y exclusión de la cultura antifranquista que el partido de las y los comunistas había venido tejiendo con sangre, esfuerzo y organización desde el fin de la guerra civil y que, en el momento en que “el hecho biológico” tuvo lugar, representaba uno de los vectores fuerza con mayor presencia y relevancia social e ideológica en la vida política, cultural e ideológica.

Esa relevancia del comunismo en aquellos momentos en los que el binomio reforma/ruptura se estaba cociendo hará que, bajo los auspicios de las Europas del Capital y su OTAN ideológica, se pongan en marcha las pertinentes estrategias encaminadas a minorar esa fuerza a base de depreciar y desprestigiar sus bases ideológicas, al tiempo que se da alientos y dineros –recuérdense las connivencias entre Willy Brandt y el nuevo PSOE o la autorización con premura de congreso de la reinventada UGT- a la hasta entonces desaparecida socialdemocracia. Es por entonces cuando el ya tradicional anticomunismo acelera su marcha, se expande hacia la izquierda y agita su semántica descalificadora: marxismo vulgar, les nouveaux philosophes, los escritores de la berza, Stalin for ever, Solyenitzin y el Gulag, Jorge Semprún y el dulce anticomunismo de la gauche divine, los comunistas anticomunistas, Carrillo y dictadura ni la del proletariado.

Porque conviene no olvidarse de esa cara de la Transición como la historia también de un largo e insistente proceso anticomunista (en el que todavía hoy nos encontramos), nos parece oportuno traer a colación una historia, El puño de Marisol, que trasciende lo aparentemente anecdótico para desplegarse como evidencia de ese anticomunismo de fondo, y no solo de fondo, que a modo de hilo rojo recorre nuestro paisaje político. Con ese mismo título aparece el 21 de Octubre de 1983 una columna de la escritora Maruja Torres, futura ganadora del Premio Planeta, en la destacada última página del por entonces tan influyente – auténtica biblia mediática de la burguesía progresista española- diario El País. Transcribimos algunas de sus frases: “Para levantar el puño como el otro día lo hizo Marisol, sin una fisura, con toda convicción…hay que tener la fe desesperada del viejo militante que se resiste a ver morir su sueño, o la fe pisoteada de la niña prodigio que nunca pudo crecer con una visión propia”. El comunismo como fe desesperada de una militancia agonizante.

“Marisol, a la que nunca he conocido fuerte, sino pasando de la tutela de un hombre a la de otro, demasiado deshabitada de sí misma, cree ahora que Andropov es santa Cecilia tocando el arpa mientras el resto del mundo vive entregado a la corrupción del capital y la explotación del imperialismo: son los peligros de bailar al mismo son que taconean otros”. La machista interpretación de la militancia femenina en el comunismo como imposición machista.

“Qué tristeza de musa bolchevique a destiempo, cuando todos los rojos destiñen”. El comunismo como lo feo, lo viejo, lo andrajoso, entre lo patético y lo ridículo.

No recordamos esto para poner a su autora en la picota. Al fin y al cabo su escritura se inserta en la tendencia dominante en sintonía con los aires propios de la progresía intelectual de la España socialdemócrata. También Manuel Vicent y el mismo Juan Marsé escribieron sobre Marisol con tono semejante. Pasarán los años y Maruja Torres acabaría diciendo que: “Una vez escribí una columna contra Marisol: me arrepiento de verdad”. Contra Marisol y contra el comunismo, aunque esto último no parece importarle.

Pero la historia no acabó allí. Una semana más tarde, el 28 de octubre de 1983, primer aniversario de la llegada del PSOE al gobierno que el periódico editorializa encantado –“Esa lógica del reformismo, garantía de la estabilidad y permanencia de las instituciones democráticas”-, aparece la réplica de Marisol en la sección de Cartas al Director: “El puño en alto, dice Maruja Torres, es un gesto de gentes desvaídas y trasnochadas o de mujeres idiotas, sometidas a pareceres de otros. Porque sólo hay, hoy por hoy, una vía para los inteligentes y los decentes -para Maruja Torres-: la vía del medio”. Marisol, militante comunista que con una sola frase pone en evidencia toda la ideología de la socialdemocracia.

“Allí donde este cauce se espesa, casi cloaca, allí milita en primera columna Maruja Torres, y desde allí ensarta tiras y tiras de encajes y florituras verbales sobre todo lo habido y por haber, sobre bidés, sobre corrupción, sobre curas, sobre fetos, sobre películas, sobre amigos geniales… Estas virguerías se empaquetan y se envían para consumo de los burgueses desencantados, de los progres ambiguos, de todos los indecisos, de los hambrientos de carnaza con nombre propio”.

Marisol, militante comunista que deja claro cuál es el papel de los intelectuales al servicio consciente o inconsciente de la burguesía.

“Me molesta un poco menos porque está claro que se trata de opiniones procedentes de esa vía del medio que tiene sus principales forofos en los esbirros del Pentágono y en las derechas pro USA (de modo que por ambas cosas puede además alegrarse Maruja Torres)”. Marisol, militante comunista que hace análisis concreto de la situación internacional concreta.

La Santa Transición como operación de acoso y derribo del comunismo. Pero aquí seguimos. Las y los comunistas. Con el puño levantado. Salud y alegría.