Basta un golpe de culata contra el azulejo de la Historia para dejar un marchamo impotente e imponer un prudente silencio a un pueblo que vio desangrarse a la misma libertad en su Calle Mayor. En el imaginario colectivo quedan los fotogramas de una desgraciada época contra la que se podía luchar, pero contra la que todavía no hemos podido vencer.

Paterna encierra todo eso. Cualquiera que se dé una vuelta por el pueblo a día de hoy no se aventuraría a adivinar las atrocidades que se esconden bajo las moquetas y asfaltos del municipio. Quizá una potente psicología del miedo contra toda una generación o generaciones víctimas de un aparato represivo atroz ha hecho que no sea un tema recurrente de conversación.

Si se quiere rebuscar, y a golpe de teclado, no tardaremos en ver una cifra que abre el camino de la verdad: 2338 balas con nombres y apellidos, 2338 golpes dio el contador fascista desde 1939 hasta 1956 en Paterna, donde contamos con el dudoso honor de albergar la segunda fosa común más grande de España, tan sólo por detrás del cementerio del Este de Madrid.

Hombres y mujeres, de cualquier edad, de cualquier lugar de España, venían a Paterna a morir, otros a dar muerte. Y con ellos, moría y era asesinado un país aún por parir. Con su muerte, nacía una época negra que dura ya 80 años, traída por manos asesinas.

Se han narrado y escrito multitud de veces las terribles vivencias que trae consigo la terca realidad fascista. El pueblo de Paterna contempla cómo se desentierran día tras día cadáveres de republicanos que han sido víctimas de la barbarie, como si nunca nada hubiera sucedido, con un silencio atronador. Como si aún hoy no hubiese niños que ahora cuentan sus arrugas a puñados y recuerdan que, en el Terrer, zona entonces militar, se trasladaba a los presos desde la prisión para darles muerte. Y cómo trataban de asomarse tras los árboles de dicha zona militar sin ser vistos para contemplar ante ellos los episodios más negros de la Historia de España. Y los cuervos sobrevolaban la zona año tras año.

Son aquellos que contaban cómo, para trasladar a los presos desde el Terrer hasta el cementerio de Paterna se recorría con los cuerpos de los fusilados en los furgones militares todo el pueblo, dejando un reguero de sangre, especialmente en la Calle Mayor –a la que se llegó a conocer como “Carrer de la Sang” (Calle de la Sangre)- los que constituyen la memoria antifascista y democrática que ha trascendido al aparato de represión y miedo, de silencio provocado, al que estaba sometido la sociedad.

Son tantos y tantos camaradas los constructores de la actual memoria. Como Leoncio Badía, enterrador en Paterna “si quieres trabajo, vete a enterrar a los tuyos, rojo” le dijo el Alcalde franquista de la época. Haciendo de tripas corazón, ayudó a los familiares de los represaliados a identificar y dar digna sepultura a sus seres queridos, fusilados por el régimen franquista.

Embotellaba los nombres de los represaliados junto a sus cadáveres para que algún día pudieran ser identificados y entregaba pertenencias personales a los familiares de los asesinados, la audacia también fue un don antifascista.

¿Por qué, en lugar de tener presentes estos hechos, hoy generaciones y generaciones, son ajenas en un pueblo como Paterna, a la represión y a la Historia, en muchos casos viva, de su propio pueblo y contra sus propios vecinos?

Aunque muchas voces claman por olvidar el pasado, el franquismo tuvo implicaciones sociales, políticas, económicas y culturales que nos acompañan hasta nuestros días. Entre ellas se encuentra la labor de imponer un olvido cómplice con la represión y que ocho décadas después no exista otro relato que aquel que surgió del pacto de silencio entre los agentes fascistas que un día amanecieron demócratas y, con ello, se supieron impunes a los ojos de la ley y la historia.

Ante semejante panorama, ha habido en Paterna un nutrido grupo de mujeres y hombres que se han encargado de escribir la historia de nuestro pueblo sobre el papel con zumo de limón, esperando, quizá como Leoncio, que algún día se pueda desenterrar, que exista algún rescoldo que ilumine las páginas para que podamos ver las letras que dicen lo que de verdad somos.

Camaradas que no perdieron la esperanza ni un solo día y que supieron que su labor sosegada era tan revolucionaria y necesaria en los momentos en los que se desarrollaba como lo será cuando recojamos los frutos de la misma. Nuestra lucha está llamada a ser ese rescoldo.

Esa es nuestra labor: leer, con la mayor de las fuerzas y la mayor de las proyecciones, las páginas enterradas de la Historia. Las páginas que dicen que nuestro país no es, como dijo Machado, un país de cerrado y sacristía. Sino un país con valores, solidaridad y enemigo de toda fuerza opresora contra nuestros semejantes.

Somos un pueblo cargado de memoria, a veces dicha memoria es un trago amargo, pero también es un recuerdo orgulloso, que da muestra de la entereza con la que estamos forjados las y los comunistas. Por ello, el Núcleo en Paterna fue bautizado con el nombre de alguien que representa esa entereza: el Sargento Fabra, militar que paró el golpe de julio del 36 desde Paterna, frenando también el golpe en Valencia contra la legalidad de la España republicana, todo ello desde el hoy denominado acuartelamiento Daoiz y Velarde situado en Paterna. Posteriormente, el Sargento se convirtió en Héroe de la ciudad de Valencia.

¿Cabe hoy recordar y rendir homenaje a los actos, los hechos y a los antifascistas que dieron su vida en nuestro pueblo?

La respuesta es rotunda: sí. En este sentido, consideramos imperdible la reparación de la memoria de los asesinados, exiliados y represaliados por el régimen franquista en nuestro pueblo. Para ello, lucharemos por contar con el debido homenaje militar por parte de los miembros del acuartelamiento Daoiz y Velarde para con sus compañeros asesinados en defensa de la legalidad de la España republicana. Y en nuestro deber, la necesidad de que se conozcan las causas que llevaron a tantos y tantos trabajadores a luchar contra los verdaderos enemigos de España: las garras del Capital que ahogó a un país que había decidido ser dueño de sus propios destinos, de un país solidario, culto, un país que empezaba a mirarse con orgullo. Quien lo ahogó fue ese mismo Capital que hoy, si bien se expresa en otras formas, no ha dejado de golpear la herida y cuyos propósitos siguen siendo los mismos que en el 36: truncar los sueños y las aspiraciones de la clase trabajadora y someterla a mayor y única gloria de los beneficiarios del sudor trabajador.

Nosotros, frente a este régimen de explotación y miseria capitalista, sabemos que somos los mismos que en el 36 los llamados a organizarnos y trabajar por la victoria en una lucha sin cuartel, en una guerra entre los desposeídos y quienes lo poseen todo, frente a quienes quieren ahogar el futuro de un país que aún tiene que nacer y que lo esculpirán las manos de los obreros humildes que tantas veces fueron asesinados en Paterna.

Asumimos en su memoria el legado de lucha de su pueblo trabajador como una lucha de futuro, siendo nuestro Partido la llama que alumbrará las páginas de la Historia y comenzará a escribirla con decisión y verdadera lealtad hacia la patria trabajadora.

Secretario Político del Núcleo “Sargento Fabra” del PCE de Paterna