El pasado 27 de septiembre, en las fiestas del PCE, se desarrolló un coloquio sobre la cultura cómo herramienta de transformación, en la que participaron Daniel Bernabé, Elena Rosillo, Iván López Navarro y Patricia Castro. Debatieron durante hora y media larga acerca de las posibilidades de la cultura para darle la vuelta al marcó actual y de las dificultades que como trabajadores del mundo de la cultura atraviesan.

La primera intervención fue la de Iván López, el cual habló sobre la vigencia de Mayo del 68 y de las grandes conquistas que supusieron para la clase obrera. Trató de ir más allá del mito clásico en el cual se suele encorsetar las famosas protestas fuera del ámbito estudiantil y de la capital parisinas. En palabras de López Navarro, «la clase trabajadora consiguió conquistar derechos hasta entonces nada consolidados, gracias a la alianza entre estudiantes y obreros a lo largo de todo el país, logrando parar Francia durante meses. Nos lo han vendido como una derrota, pero no lo es.»

Elena Rosillo, periodista cultural de La Marea, tomó la palabra. Habló de cómo la cultura oficial siempre creaba disidencia. Puso el caso de Venezuela, pese a ser un estado socialista no ha conseguido que toda la cultura cumpla con» lo oficial». Puso unos cuantos ejemplos más para acabar diciendo que, aunque hay que estar con el poder también debemos de tener una pata siempre abajo, con la crítica a lo existente para no ser engullidos por el discurso oficial, por muy justo que parezca.

Después de las palabras de Elena, Patricia Castro quiso puntualizar que: «estaba con Venezuela aunque la cultura oficial sea aburrida, es necesario tener claro nuestras prioridades». Castro continuó hablando sobre sus circunstancias personales y cómo estas han afectado a su visibilidad dentro del panorama cultural. «Es imposible trabajar, leer, escribir, estudiar, tener casa, familia, pareja… Eso solo está al acceso de unos pocos, los que tienen tiempo, los hijos de la llamada clase media, pequeño burgueses», dijo puntualizando en que no había nada malo de disponer de tiempo – eso es lo que todos buscamos- sino que el punto de partida, tan desigual, creaba una distorsión que afecta a toda carrera artística, cultural, periodística… Acabó hablando sobre cómo su recién novela publicada, Sueño contigo, una pala y cloroformo solo ha sido recomendada por Daniel Bernabé en los medios y lo conectó con la extremada necesidad de crear una cultura de clase, donde los escritores de clase trabajadora se promocionen y sean referentes de sus propios círculos, y no esperar que los llamen de El País o El diario.

Daniel Bernabé fue el último en dar su opinión, pero no defraudó. Siguió el hilo de lo comentado por el resto de sus compañeros, de lo importante de la lucha material, de tiempo y trabajo, en esencia de recursos, para poder subsistir en un mundo cada vez más difícil para nuestra clase y con cada vez menos referentes que no se avergüence de decir que son trabajadores. Expuso alguna de las tesis que menciona en su obra, La trampa de la diversidad, de crear una identidad de clase que sea aglutinadora de ideas y que no las dinamite, sino que sepa vertebrar diferentes sensibilidades con un mismo fin, promover un pensamiento en clave marxista y una cultura de apoyo mutuo propio de la clase trabajadora, cosa cada día más denostada.

La ronda de intervenciones concluyó con preguntas del público que se fue llenando a medida que transcurría el acto. La charla dejó algún que otro apunte interesante y la opinión de varios camaradas que dieron su parecer favoreciendo el debate y compresión del tema.

Redacción