Francia vive la mayor huelga de las últimas décadas. El martes 17 de diciembre cumplían 13 jornadas de huelga, y por primera vez todos los sindicatos se unieron para llamar a la movilización. Empezaron el 5 de diciembre. Paris quedó bloqueado, la mayor parte del transporte público paró: cientos de vuelos, líneas de metro y casi todos los trenes de alta velocidad fueron cancelados. Al paro también se sumaron profesores, funcionarios de la salud pública y policías. La huelga también afecta a la educación, con clases y escuelas cerradas. La Torre Eiffel se cerró para los turistas por el paro de su personal. Y el sindicato CGT ha reivindicado los cortes de luz que se han registrado en el suroeste y el centro-este del país, privando de electricidad a decenas de miles de personas, al tiempo que amenazaba con «cortes más masivos».

Todos levantados en contra de la reforma del sistema de pensiones impulsada por el presidente francés Emmanuel Macron. Todos unidos contra la simplificación del sistema de pensiones, que elimina los 42 regímenes especiales que ahora existen para implantar un sistema universal por puntos, y la elevación de la edad de jubilación, ahora legalmente fijada en los 62 años, para alcanzar una edad real de 64 años.

Movilizaciones sin precedentes. Los sindicatos sacaban pecho por el éxito del seguimiento pero el primer ministro, Edouard Phillipe, ha reiterado que el Gobierno mantendrá la reforma de las pensiones. Los sindicatos insisten: «No habrá tregua por Navidad si no se retira el proyecto”.

El 20 de diciembre, en el momento de envío de este periódico a imprenta, cuando Francia cumplía su 16º día de huelga, el secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), Philippe Martínez, comunicaba que tras la reunión en la víspera del primer ministro, Édouard Philippe, con la patronal y los sindicatos. en las asambleas generales celebradas en la Sociedad Nacional de Ferrocarriles (SNCF) se ha decidió continuar los paros.

Mundo Obrero conversó con el presidente del Consejo Nacional del Partido Comunista Francés (PCF) y vicepresidente del Partido de la Izquierda Europea, Pierre Laurent para hablar de lo que representan estas movilizaciones en la situación política francesa.

MUNDO OBRERO: ¿Cómo valora el Partido Comunista Francés estas movilizaciones históricas?
PIERRE LAURENT:
La movilización contra la reforma de las pensiones de Macron es una movilización popular y sindical excepcional. En la primera jornada de movilización ya hubo un millón y medio de manifestantes en Francia y hay una gran expectativa para el martes 17 (la entrevista se realizo el 15) con más manifestantes y más huelgas en el sector público y privado. Todos los sindicatos, sin ninguna excepción, llamaron a la movilización contra esa reforma de pensiones que será un retroceso tanto para los trabajadores del sector público como del privado, pero sobre todo para las mujeres y los jóvenes que tienen carreras profesionales cada vez más difíciles y precarias. Según todos los sondeos de opinión, 7 de cada 10 franceses están en contra de esta reforma de Macron. Y a pesar de eso, el gobierno no retrocede confiando en que la movilización se debilite durante las Navidades. La fuerza de la movilización será decisiva. Los comunistas franceses apoyamos y estamos comprometemos con la movilización y queremos reunir en Paris a todas las fuerzas de izquierda que sostienen la movilizaciones, contando también con la presencia de los sindicatos. Intentaremos hacer un frente unido de la izquierda en apoyo de la movilización de los jubilados. Será una batalla extremamente dura ya que Macron ha decidido seguir adelante con la reforma, pero pensamos que el pueblo la puede ganar.

M.O.: ¿Cuál es el papel que está jugando la extrema derecha?
P.L.:
La extrema derecha es muy discreta en esta situación. Hace declaraciones muy tibias, pero no sostiene las propuestas de reforma progresistas que proponen los sindicatos y la izquierda.

Probablemente, como ha hecho a menudo en los últimos años, espera aprovecharse de esa cólera social para convertirla en una división entre los trabajadores franceses y los trabajadores extranjeros.

Pero no va a ser tan fácil porque la movilización popular hoy empuja a la unidad de todos los trabajadores y no a la división. Así que la extrema derecha, que desgraciadamente aquí en Francia, como en otras partes de Europa, tiene mucha influencia, está puesta en cuestión en estas movilización. Espero que la izquierda, unida, sea suficientemente inteligente para hacer de esta batalla una victoria que abra un nuevo periodo del fortalecimiento de la izquierda frente a la extrema derecha.

M.O.: ¿Cómo es la relación entre los chalecos amarillo con las movilizaciones actuales?
P.L.:
Los chalecos amarillos que comenzaron a movilizarse el año pasado, y que aún continúan saliendo a la calle, vieron la señal de lo que pasa hoy día: una cólera social muy profunda en el país contra las políticas de austeridad. Y lo que es llamativo es que el movimiento de chalecos amarillos no tiene ninguna organización sindical y moviliza justo a la gente que no suele manifestarse, gente de las zonas rurales, de los pueblos pequeños… Eso muestra que la cólera desborda ampliamente los círculos sindicalistas habituales.

Hoy ya hay una convergencia entre los chalecos amarillos y esta movilización social y los chalecos amarillos participan en las manifestaciones. El gobierno cree que puede utilizar esa participación para desacreditar a las organizaciones sindicales pero hay un regreso de los sindicatos, que junto a esta convergencia, presenta una situación extremadamente prometedora ya que ahora hay fuerzas sociales muy diversas: unas muy comprometidas con los chalecos amarillos, otras con los sindicatos y otras con las organizaciones juveniles. En este momento la cólera social y política contra el gobierno lleva a la convergencia de lucha.