La noche previa a su asesinato en manos de los soldados de caballería de la Guardia del Gobierno, dirigido por el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), Rosa escribió un breve texto titulado El orden reina en Berlín, donde denuncia esos brutales asesinatos contra la clase trabajadora y el pueblo sublevados, sin saber que al día siguiente le esperaba lo mismo. En el texto, también compara la represión del gobierno alemán con la que llevó a cabo el gobierno francés contra los obreros de la Comuna de París, en 1871. Fue el último texto que escribió, el cual terminaba con una frase que resume muy bien el hilo conductor del pensamiento de la revolucionaria polaca a lo largo de toda su vida:
¡El orden reina en Berlín!, ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya ’se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto’ y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré! (Luxemburgo, 1919).
La frase anterior representa la idea central que siempre tuvo el pensamiento de Rosa Luxemburgo, que si pudiese resumirse en una idea principal, esta sería la defensa del potencial revolucionario del proletariado, a quien siempre consideró como el sujeto de la Revolución.
Reforma o Revolución. El debate entre Rosa Luxemburgo y Eduard Bernstein
En 1898, la revolucionaria polaca llega a Alemania, donde se integra al SPD, el principal partido de la Segunda Internacional. Sus capacidades como teórica y polemista destacarán muy pronto en el debate en torno al revisionismo de Eduard Bernstein. En una serie de artículos publicados en la revista teórica del SPD –Neue Zeit-, Bernstein cuestionaba las tesis fundamentales del marxismo acerca del capitalismo y la lucha de clases. A este periodo corresponde su primera gran obra teórica, Reforma o Revolución (1899).
Eduard Bernstein (albacea de Engels), exiliado en Londres, regresa a Alemania y emprende una revisión del pensamiento del partido socialdemócrata, basado en la idea de vivir en un país –Alemania- cuyo capitalismo era diferente al que estudio Marx (basado en la gran industria), en el que predominaba la pequeña empresa y un peso importante de la pequeña burguesía, haciendo necesario el abandono de la lucha de clases por parte de la socialdemocracia como eje político y la revolución como objetivo, pasando a luchar por más derechos vía reformas.
Bernstein entendía que el capitalismo había logrado superar sus crisis, defendiendo una concepción mecanicista del socialismo y organicista de la sociedad, expresada con la frase “la evolución se transforma en revolución”, donde la revolución pasaba a ser considerada como una anomalía del cuerpo social, idea que inspiró a Bernstein al afirmar que “el movimiento lo es todo, el objetivo final no es nada”.
Rosa Luxemburgo concede que el capitalismo ha cambiado, pero no en el sentido que entendía Bernstein, sino que el capitalismo se reproduce ampliándose, extendiéndose por todo el mundo, transformándose el capitalismo originario en imperialismo. Para la revolucionaria polaca, en el Imperialismo, las contradicciones sociales, más que atenuarse, crecerán, al sufrir la explotación sectores que estaban hasta el momento fuera de la dinámica de acumulación del capitalismo, siendo lo central el conflicto y la movilización, y no solo el parlamento y la acción gubernamental. Para Rosa Luxmburgo:
El fundamento científico del socialismo reside, como se sabe, en los tres resultados principales del desarrollo capitalista. Primero, la anarquía creciente de la economía capitalista, que conduce inevitablemente a su ruina. Segundo, la socialización progresiva del proceso de producción, que crea los gérmenes del futuro orden social. Y tercero, la creciente organización y conciencia de la clase proletaria, que constituye el factor activo en la revolución que se avecina.
El imperialismo y la dinámica de acumulación del capitalismo para Rosa Luxemburgo
Así el capitalismo bajo el imperialismo inserta y somete a la fuerza a territorios y sectores sociales a las condiciones de explotación capitalistas, ampliando las relaciones sociales de producción capitalistas a nivel geográfico y social. La concepción del proceso de acumulación en el capitalismo la podemos encontrar en los textos económicos de Rosa Luxemburgo, entre el que destaca La acumulación de capital (1913):
Como todo proceso histórico concreto, reúne dos aspectos distintos: de un lado, tiene lugar en los sitios de producción de plusvalía: en la fábrica, en la mina, en el mundo agrícola y en el mercado de mercancías. Considerada así, la acumulación es un proceso puramente económico, cuya fase más importante se realiza entre los capitalistas y los trabajadores asalariados, pero que, en ambas partes, en la fábrica como en el mercado, se mueve exclusivamente dentro de los límites del intercambio de mercancías, del cambio de equivalencias. Paz, propiedad e igualdad reinan aquí como formas, y era menester la dialéctica afilada de un análisis científico para descubrir como en la acumulación el derecho de propiedad se convierte en apropiación de propiedad ajena, el cambio de mercancías en explotación, la igualdad en dominio de clases. El otro aspecto de la acumulación de capital se da entre el capital y las formas de producción no capitalistas. Este proceso se desarrolla en la escena mundial. Aquí reinan, como métodos, la política colonial, el sistema de empréstitos internacionales, la política de intereses privados, la guerra… Aparecen aquí, sin disimulo, la violencia, el engaño, la opresión y el pillaje. Por eso cuesta trabajo a veces discernir las leyes rigurosas del proceso económico entre la maraña de violencia y porfías por el poder.
Ésta última idea es la que han recuperado marxistas contemporáneos como David Harvey, a través del concepto “acumulación por desposesión”, al tomar de Rosa Luxemburgo esa idea de cómo el capitalismo impulsa una dinámica que inserta en su lógica de acumulación ámbitos que hasta ahora no estaban dentro de la lógica del mercado, como sería en la actualidad los servicios públicos, el aire, el agua, el medio ambiente, los cuidados, los bienes comunes, haciendo del proceso de privatizaciones la expresión contemporánea de un “nuevo imperialismo”.
La crítica de Rosa Luxemburgo, se centraría en la idea de cómo bajo el imperialismo, las crisis se van a profundizar, lo que obliga a guardar una relación entre los fines (el socialismo) y los medios (la revolución). Análisis, que a la luz de la Primera Guerra Mundial y la Revolución soviética, confirmaría su validez, acierto que le costaría la propia vida.
Parlamentarismo, huelga y el papel de las masas. El debate de Rosa Luxemburgo con Karl Kautsky
En 1905, en el marco de la primera gran revolución en Rusia, Rosa Luxemburgo confronta con los sectores dominantes de la socialdemocracia, que para ella se encontraban “dentro de la rutina de la táctica”. Si el debate de Reforma y Revolución, fue predominantemente político, centrado en los fines de la socialdemocracia y el carácter del socialismo, en 1905 se abre un debate centrado en el cómo, un debate sobre la estrategia política, el papel de las masas y de la huelga política, que sintetizaría en otro de sus grandes obras Huelga de masas, partido y sindicatos (1905).
Al calor del movimiento revolucionario ruso y el papel que jugó la huelga política en aquel país en 1905, se genera un fuerte debate sobre el carácter de la revolución rusa, entendiendo Rosa Luxemburgo que era una revolución proletaria y no liberal, recogiendo la idea rusa de los soviets, intentando desarrollarla en Alemania.
Rosa Luxemburgo viaja clandestinamente a Rusia, acabando detenida, para luego en el exilio, escribe su famoso texto, en el que defiende que la huelga de masas es la acción central que permite a la conciencia del proletariado avanzar, rompiendo con la idea de los sindicatos socialdemócratas alemanas que en el Congreso de Manheim (1906) se opusieron a las huelgas políticas. Rosa Luxemburgo entendía que no se podía diferenciar entre una huelga reivindicativa de carácter económico y una huelga más combativa de carácter político, oponiéndose a la concepción predominante que entendía que el proletariado no tenía potencial revolucionario.
No puede ni debe esperar con fatalismo, con los brazos cruzados, que se produzca una ‘situación revolucionaria’ ni que el movimiento popular espontáneo caiga del cielo. Por el contrario, tiene el deber como siempre de adelantarse al curso de los acontecimientos, de buscar precipitarlos.
Es en el desarrollo de ese debate cuando en 1909 estalla la ruptura entre Rosa Luxemburgo y su antiguo maestro y mentor, Karl Kautsky, el gran intelectual marxista de aquel momento. Fue Kautsky quien resumió el debate con Luxemburgo, al considerar que él defendía una posición donde el SPD debía desarrollar “una estrategia de desgaste” frente a la estrategia de Rosa basada en “una estrategia de derrocamiento”, donde se enmarcaba la consigna de la huelga de masas.
El debate de fondo era cómo enfocar las elecciones de 1912, en las que Kautsky planteaba que solo era necesario esperar para ganar, y no “asustar” a la sociedad con una acción revolucionaria. Para Rosa Luxemburgo, lo que planteaba Kautsky era puro parlamentarismo, defendiendo la necesidad de desarrollar el potencial revolucionario de la socialdemocracia, porque de lo contrario, lo que se acababa fortaleciendo era a la burguesía.
Socialismo o barbarie. El debate de la Guerra y la crisis de la socialdemocracia alemana
El debate central de la vida de Rosa Luxemburgo fue el debate sobre la Guerra. Cuando el Reichstag alemán sometió a votación los créditos de guerra, el 4 de agosto de 1914, los 110 diputados socialdemócratas votaron a favor. Esto significó un golpe durísimo para el movimiento obrero. En diciembre hubo una nueva votación en el Parlamento y Karl Liebknecht fue el único diputado socialdemócrata que se opuso. Su discurso se hizo famoso: “No a la guerra, el enemigo está en casa”. Para Rosa Luxemburgo se rompía con setenta años de línea política del SPD, siendo la base del libro La crisis de la socialdemocracia (1915) conocido como Folleto Junius.
Avergonzada, deshonrada, nadando en sangre y chorreando mugre: así vemos a la sociedad capitalista. No como la vemos siempre, desempeñando papeles de paz y rectitud, orden, filosofía, ética, sino como bestia vociferante, orgía de anarquía, vaho pestilente, devastadora de la cultura y la humanidad: así se nos aparece en toda su horrorosa crudeza. Y en medio de esta orgía, ha sucedido una tragedia mundial: la socialdemocracia alemana ha capitulado.
Según Rosa Luxemburgo, el haber apoyado la Primera Guerra Mundial, impidió a la socialdemocracia encabezar la revolución en una coyuntura en la que el pueblo alemán abandonó rápidamente las posiciones nacionalistas y toda euforia belicista. Derrotada Alemania, el SPD era el único partido capacitado para hacerse cargo del gobierno dado el descrédito de la derecha tradicional alemana, pero lo hizo en condiciones marcadas por la hegemonía conservadora, que según Rosa, dicho partido había ayudado a construir.
Para Luxemburgo, el socialismo no era un destino predeterminado por la historia; lo único “inevitable” era el colapso al que llevaba el capitalismo y las calamidades que acompañarían este proceso si la clase obrera no lograba impedirlo. “Si el proletariado fracasa en cumplir sus tareas como clase, si fracasa en la realización del socialismo, nos estrellaremos todos juntos en la catástrofe”. La disyuntiva de “socialismo o barbarie” se hacía concreta en la guerra donde morían millones de personas.
Rosa Luxemburgo y la revolución alemana
Después de haber sido liberada de prisión el 9 de noviembre de 1918, Rosa Luxemburgo se había lanzado a una intensa actividad política en lo que serían las últimas semanas de su vida, dirigiendo junto con Liebknecht el periódico Die Rote Fahne (La Bandera Roja). El 31 de diciembre, Luxemburgo abrió las sesiones del Congreso de fundación del Partido Comunista Alemán (KPD), producto de la fusión de los espartaquistas con otros grupos revolucionarios.
Después de un intento insurreccional en Berlín (la llamada “semana espartaquista”), el ejército desató una brutal represión, con el apoyo de bandas paramilitares (los freikorps). El 15 de enero, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron arrestados y asesinados. La represión continuó durante meses, con un saldo de miles de muertos. Toda la responsabilidad de este crimen recae en la socialdemocracia en el gobierno. Rosa Luxemburgo pasó la Guerra en la cárcel, y al estallar la revolución, trabajó junto a Karl Liebtnech, en organizar a la Liga Espartaquista en Partido Comunista, cosa que se consigue en octubre. La Revolución Espartaquista es aplastada por la propia socialdemocracia de la que provino y que combatió al final de su vida.
Rosa Luxemburgo fue una las dirigentes revolucionarias más importantes de la historia del movimiento socialista: gran espíritu de combate, brillante teórica marxista y luchadora incansable. A cien años de su asesinato, retomar el legado de su vida y obra, conocer sus importantes aciertos y también sus errores, es una tarea fundamental para nuevas generaciones que se propongan construir organizaciones revolucionarias a nivel mundial.
Profesor de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM. Director de la FIM