Al poco del confinamiento agarré un resfrío bastante considerable. El tercero en lo que va de invierno. Los síntomas no tenían nada que ver con el maldito virus. Frente a esos resfríos, utilizo una terapia autóctona pero muy eficaz: infusiones de tomillo con chorrito de limón y miel a modo, y un paracetamol al levantarme y otro al acostarme.

Normalmente, el tomillo -farigola en catalán- lo tomo en rama, a granel. En esta ocasión, la amiga farmacéutica me lo ofreció en cómodas bolsitas. Me pareció más práctico.

Al llegar a casa, me fijé en la caja con las bolsitas de tomillo. Se llaman La Pirenaica y el logo emula, muy difusamente pero emula, a una antena grande exterior de radio. Y, claro, se disparó mi memoria.

“Aquí Radio España Independiente, emisora pirenaica …”, anunciaba una voz, dulce y metálica a la vez, de hombre o mujer indistintamente. Así empezaban las emisiones de la que era la emisora oficial del obviamente ilegal y fuertemente reprimido Partido Comunista de España (PCE), popularmente conocida por La Pirenaica. No era un equipo móvil guerrillero transmitiendo desde cualquier lugar de los Pirineos (quizás sí inmediatamente después de la guerra), como daban a entender. Emitía desde unos estudios potentes en Praga, cedidos por el Partido Comunista checoeslovaco, como era lógico y natural.

Permítanme, antes de seguir, una pequeña licencia sobre el PC checoeslovaco. A mediados de los 60 llegó al liderazgo del mismo, a la mítica secretaría general, un hombre bueno por antonomasia, Alexander Dubcek, que en 1967, creo recordar, proclamó que “la democracia socialista debe asegurar a las clases trabajadoras y populares un nivel de bienestar y de libertad infinitamente superior al de la mejor de las democracias burguesas”. Aquella declaración me impactó tanto. Acababa de entrar en la USO, tras una estancia breve en el PSUC, y su Carta Fundacional decía -y dice, porque tiene plena vigencia- que luchamos por una democracia socialista, la misma expresión utilizada por Dubcek, como forma superior de democracia y de organización de la sociedad. Unos meses después de aquella declaración, en mayo del 68, los tanques soviéticos invadían Checoeslovaquia y ponían fin a la llamada “primavera de Praga” y al intento de que se abriera camino lo que Dubcek llamó “el socialismo con rostro humano”. Fue un golpe brutal contra la conciencia y la estrategia de la izquierda democrática de Europa y del mundo. Mandaba entonces en la URSS, patria universal del comunismo, un tal Breznev, uno que tenía unas cejas enormes que recordaban las de Carrero Blanco. El PCE, que lideraba Santiago Carrillo, echándole arrestos que a medio plazo le pasarían factura, emitió desde el exilio un duro comunicado contra la invasión soviética y afirmando la libertad de cada PC para determinar su vía a la democracia y al socialismo sin la “tutela” de ninguna patria universal. El PC italiano, el más poderoso y creativo de los países democráticos, liderado ya por el mítico Enrico Berlinguer, hacía lo propio y se esbozaba así lo que luego se llamó el “eurocomunismo”, uno de tantos sueños que pudo haber sido y no fue. Por cierto, la Pirenaica transmitió machaconamente, lo cual la honraba, los comunicados de condena de la invasión de los PC español e italiano.

Caramba con la pausa checa. Retomando el hilo, les diré que la Pirenaica era un gran instrumento de lucha contra la dictadura franquista, que imponía una censura y una represión total sobre cualquier actividad informativa. Todo era necesario y valioso para intentar informar a la gente -atenazada por el miedo y las privaciones materiales- de las acciones de resistencia y lucha, de las represiones, de las condenas internacionales a la dictadura, de las pequeñas victorias y avances, de las solidaridades.

Había otras emisoras extranjeras que la gente intentaba oír para atravesar en lo posible el desierto informativo de la dictadura. Eran las emisiones en español de Radio Moscú, Radio Tirana, Radio Pekín, para los más duros, o la BBC británica o Radio París para los más moderados. Daba lo mismo, antifranquistas éramos todos los oyentes y con un afán común de saber y de que la sufrida población española supiera que no estaba sola, que, pese a que los USA apoyaban a Franco por su anticomunismo y por la cesión servil del suelo español a las bases militares estadounidenses, en plena “guerra fría”, había un clamor y una acción internacional de denuncia del franquismo y de su represión, de solidaridad con los trabajadores y los pueblos de España que luchaban por sus libertades como buenamente podían, que eran vencidos cada día pero no fueron convencidos nunca.

Se decía que la Pirenaica exageraba la magnitud de sus informaciones sobre las luchas antifranquistas. Podía ser, pero lo contrario hubiera sido derrotismo ante un pueblo que necesitaba de la esperanza en la victoria democrática como del aire para respirar. “Calla, coño, que sueltas más embustes que la Pirenaica”, podía ser una expresión coloquial de cualquiera que quisiera disimular ante el vecino o el capataz franquistas. Ese mismo paisano, hacia medianoche, bajo la manta que lo cubría y atenuaba el ruido de un enorme aparato de radio de madera, intentaba oír la Pirenaica que se batía en desigual duelo con un enjambre de interferencias.

Honor y gloria a la Pirenaica y a cuantos, como mejor supieron y pudieron, entregaron lo mejor de sus vidas, y pagaron alto precio por ello, por la libertad y la dignidad de nuestra España.

Ex Secretario General de la USO y afiliado al PSC