El 26 de febrero de 2020 el 70% de los españoles se mostraba confiado en el sistema sanitario para hacer frente a la crisis del COVID19 [1]. El 26 de marzo, un mes después, solo el 34% continuaba mostrando esta confianza, por la evidente falta de recursos en los servicios sanitarios. El 50% de la población afirmaba salir a aplaudir todos los días como agradecimiento al personal sanitario. El 70% de la población se mostraba a favor de priorizar el freno de la pandemia, aunque esto significara un freno de la economía. En mayo de 2020 casi la mitad de los españoles reconoce que la Covid19 les perjudica económicamente [2].

La COVID19 ha significado un fuerte impacto en términos de sentido común para el conjunto de la sociedad española, en tanto que ha mostrado la fragilidad del ser humano como individuo y la fortaleza de la respuesta colectiva a un problema de salud pública que ha sido de todos. La crisis de la COVID19 nos ha puesto delante de un espejo, y nos ha mostrado menos fuertes de lo que nos pensábamos, menos protegidos y menos poderosos. En contrapartida también nos ha mostrado más solidarios, interdependientes y necesitados de cuidados. Ha significado el fin de las soluciones individuales y la necesidad de soluciones colectivas, comunitarias y en común. La gente corriente, la mayoría trabajadora, se ha quedado en casa, sintiéndose parte de la solución y no siendo parte del problema. Las soluciones del neoliberalismo, el Sálvese quien pueda, han dado paso al Todo saldrá bien, los aplausos y el reconocimiento de los servicios públicos, especialmente el sanitario, como esenciales para el bienestar colectivo. Aunque la derecha y la extrema derecha tratan de alimentar y dirigir el odio, a pocos se les escapa que esta crisis ha sido un golpe al modelo de vida neoliberal tal y como la habíamos conocido hasta ahora.

Siendo así, también está claro que la situación política y económica tras estos meses, es peligrosa para quienes menos tienen. Y en especial, es peligrosa para quienes ocupan los primeros puestos en los índices de precariedad. Como en la crisis de 2008, la primera oleada de destrucción de empleo ha afectado en mayor medida a los hombres, pero en próximas oleadas se destruirá más empleo femenino. Muchas mujeres tienen empleos precarios y están más afectadas por las repercusiones económicas de la COVID19. La respuesta que estamos dando, en el marco de la reconstrucción del país, trata de fomentar su capacidad de recuperación económica.

Además, el papel de las mujeres ha sido central en la gestión de la crisis, siendo las mujeres jóvenes el grupo de población más afectado por el confinamiento [3]. Por un lado, se han colocado en primera línea para frenar al virus en el sector sanitario, fuertemente feminizado (62% del total, del personal sanitario, 84% en el caso de la enfermería), y por otro, se han hecho cargo mayoritariamente del trabajo de cuidados, tanto en el entorno de las familias (cuidado de niños/as y dependientes) como en el laboral (residencias, atención a mayores, dependencia).

En este sentido, y ante el nuevo escenario económico, político y social, el Partido tiene clara su tarea: tenemos que hacer del nadie se quede atrás, símbolo del Escudo Social construido durante la crisis sanitaria, nuestra bandera permanente. ¿Qué políticas impulsamos como PCE en el marco de la reconstrucción? ¿Cuáles son los objetivos principales de los comunistas en este contexto? ¿Hacia dónde empujamos desde la acción sindical, la lucha social y el trabajo institucional y de Gobierno?

Entre muchas otras cuestiones, el XII Pleno del Comité Central aprobó en su informe político que uno de los objetivos prioritarios para el PCE en clave de reconstrucción de país era atender de manera urgente a la crisis de cuidados, que siendo muy anterior a la crisis sanitaria (e incluso a crisis económicas previas, como la de 2008), se había incrementado de manera notable durante la pandemia, situando a las familias trabajadoras, y fundamentalmente a las mujeres trabajadoras, ante una nueva realidad que puede suponer un retroceso brutal tanto en la conquista de derechos laborales (algunos pendientes desde hace demasiado tiempo, como el caso de las trabajadoras de hogar o las trabajadoras de residencias), como en el reparto del trabajo de cuidados no solo entre las familias, sino también entre las familias, el estado y las empresas.

Desde este punto de vista, y también desde la experiencia vivida durante la crisis sanitaria, que ha permitido que la mayoría de trabajadoras y trabajadores de nuestro país comprendan la importancia del trabajo de cuidados para el sostenimiento de todas las vidas, se propone que un objetivo político esencial para el Partido es la “transformación y nueva organización social del sistema de cuidados, desde su reconocimiento como derecho, la necesidad de su redistribución y profesionalización, con el horizonte claro de un sistema estatal público de cuidados” en el que se hace imprescindible reforzar lo aprendido: todos somos seres interdependientes que necesitaremos los cuidados a lo largo de nuestra vida, y sin su protección, somos más frágiles.

Del Estado de bienestar al Estado de los cuidados

A partir de aquí, el Partido hace suya la propuesta de la economía feminista que entiende que es esencial articular una propuesta nítida de política de cuidados con un horizonte: la construcción de un nuevo Sistema Estatal de Cuidados, que ponga en el centro que los cuidados no son algo que se resuelve en el ámbito de lo privado y las familias, sino que va mucho más allá, avanzado desde el modelo de la triada estado – mercado – hogares hacia la idea de lo común.

Una política de cuidados entendida como una política de transición con un doble objetivo: resolver de manera urgente las cuestiones más acuciantes de la crisis de cuidados (empleo de hogar, cuidados de niños/as, cuidados de mayores y creación, profesionalización y dignificación de todos los trabajos vinculados al cuidado) al tiempo que ir sentando las bases de un cambio sistémico. Desde esta perspectiva, los cuidados son entendidos desde una doble óptica: como paradigma social y principio orientador en la reinvención del propio Estado, y como política pública propia e identificable dirigida a la configuración de una reorganización socialmente justa de los cuidados. El aterrizaje de una política de cuidados entendida de este modo toma la forma de un sistema estatal de cuidados que garantice cuidados dignos y universales a lo largo del ciclo vital de las personas.

Impulsamos un nuevo modelo, y esta crisis de la COVID19 abre una posibilidad: el horizonte país tiene que tener la forma de un Estado de los Cuidados, que realmente ponga en el centro lo que la COVID19 nos ha enseñado: que hace falta un sistema estatal de cuidados fuerte, al igual que hace falta una sanidad pública fuerte. Será desde ahí, desde el protagonismo de quienes cuidan y desde el derecho universal al cuidado, desde donde articular una propuesta política para que realmente nadie, nadie, se quede atrás.

NOTAS:
1. Pulso Mensual. Número 31. Metroscopia.
2. Pulso Mensual. Número 33. Metroscopia.
3. Pulso Mensual. Número 33. Metroscopia.

Secretaria del Área Institucional del PCE