Si en esta columna tuviera espacio para titular largo, que no tengo (la culpa es de Manolito Hidalgo, que la diseñó), lo que hoy se llamaría “Último tango en Madrid”, o sea el que se ha bailado Julio Anguita con una militanta (no me pongan “militante”, please), después de fijar las listas.

Ese tango tiene toda la categoría de un desplante, de un desbrave macho contra las televisiones, contra El País, contra la derecha y la izquierda, contra quienes se asegundan en ignorar que Izquierda Unida es una fuerza real, lúcida, honesta y con historia. A Julio Anguita lo ignoran/desprecian las televisiones públicas y privadas, en estas semanas de precampaña y debates, cada cual por un motivo, y los voy a contar, de izquierda a derecha, que es como se hacen las lecturas correctas. A Felipe González le jode mucho que haya una izquierda a la izquierda de su izquierda convencional, pues que siempre le está perjudicando por contraste y recordando a los nacionales dónde está la izquierda real, ética y fáctica. El centro del CDS anda muy contento y cabreado de que todos se reclamen ahora de Suárez, menos Anguita, claro. En cuanto a la derechona, Aznar está viviendo la incertidumbre freudiana, subconsciente, de un Frente Popular como el que ganó grandiosamente las elecciones del 34: socialistas/comunistas. Es una cosa que le viene de familia, un terror doméstico, una cosa ancestral, “telúrica”, que diría el maestro Octavio Paz. Lo cual, querido Julio, que nadie te quiere (y en ti englobo y gloso a todo el partido) porque eres el único hombre justo en esta ciudad de Dios, de la que Dios ha huido, dejando a Elías Yanes de portero automático.

Tú no eres hombre de gestos, Julio, pero ese gesto de bailarte un último tango en Madrid con una militanta es un desplante entre Borges y Brando, una cosa macho y honrá que nunca te agradeceremos bastante los incondicionales/condicionados. Anguita está recibiendo presiones periodísticas y desapegos de las teleleches, como el que a mí me hizo la Milá, que parece de Sección Femenina, por lo autoritaria, pero Anguita aguanta con paciencia de árabe que ha leído a Averroes, porque estas razas son así, y no hay más que ver lo que aguantó el judío (primos hermanos) Fray Luis de León, padre de nuestra prosa renacentista, todavía hoy preso por la Inquisición de Valladolid (si sabré yo lo que es la Inquisición de Valladolid), por traducir hebreos y amar monjas, Ana, Isabel, y en este plan, o sea un etcétera. El árabe cordobés se lo está tomando con calma porque sabe que va a tener un voto reventón, el mayor de su historia, que la izquierda, por fin, vuelve donde solía, y hasta mi entrañable Juan Barranco se avecinda con ella. El PSOE no tiene enemigo por la derecha, o sea, que hasta Borrell le gana a Álvarez Cascos a la hora del largue, lo cual que le interesa mayormente anular o comprar a Julio Anguita, y para eso desplazan a don Miguel Yuste con otros matarifes de Chicago, por ver de acollonarle (Ansón) un poco. A todo ello, Anguita responde, como Brando, con un último tango en Madrid que lleva implícita una grandiosa bajada de pantalones como despedida de los mierderos, qué momento, oigan, qué momento. Ganarás, Julioanguita, te llevarás un porrón de escaños por delante de modo que coloca bien a tus hombres, Sartorius, Almeida, Castellano.

Dos cosas claras: la derechona sufre un rechazo teológico contra la izquierda atea, y la izquierda convencional de González se siente humillada, en puro agravio comparativo, por una izquierda que no alberga Marianos Rubios ni Aidas Álvarez. Así es como se explica que Anguita sea la soledad del corredor de fondo en esta precampaña de la precampaña. Las teleleches quieren dar la verdad, pero sólo una verdad relativa, digerible, somatizable, biologizable por el espectador de zapping y bostezo. Metabolizable. Sólo los periódicos son más valientes y crudos. Por eso yo estoy en los periódicos.