“A veces la Biblia en manos de un hombre determinado es peor que una botella de whisky en las de…, oh, de tu padre”
Harper Lee (Matar un ruiseñor)
Aún recuerdo el estupor que me causaron unas declaraciones de Steve Van Zandt, célebre guitarrista de la ‘E-Street Band’ de Bruce Springsteen, insertas en una entrevista que el periódico ‘El País’ publicó el 18 de mayo de 2012. Era la última pregunta y el entrevistador requirió su opinión acerca de la tesitura política de EEUU. “Un lío de cojones. Ronald Reagan redefinió la derecha norteamericana y abrió la puerta a esos radicales. La nueva derecha dejó entrar a los evangélicos en la Casa Blanca y allí siguen. Este es el mayor problema. Yo veo que en 10, 20 o 30 años llegaremos a una guerra civil. Tenemos a los fanáticos religiosos más delirantes del mundo…”, se explayó el guitarrista.
Ocho años después de aquella entrevista y a la luz de la ola de manifestaciones por la muerte del afroestadunidense George Floyd en un criminal arresto policiaco en Minneapolis, he recordado la atrevida observación de Steve: “Yo veo que en 10, 20 o 30 años llegaremos a una guerra civil”. Sin adelantar acontecimientos, lo cierto es que la muerte de Floyd se ha convertido en el último símbolo de la violencia policial contra los ciudadanos negros. La olla a presión cargada de hartazgo y furia explotó. “La revuelta es el lenguaje de los no escuchados”, decía Martin Luther King.
¡Pero ojo a la evolución del dichoso relato!, porque más allá de lo repudiables que nos parezcan –y lo son- las respuestas disparatadas de Trump respecto a la revuelta, no podemos dejar de lado el hecho de que para su objetivo de permanecer en la presidencia a partir del próximo 3 de noviembre, fecha de las elecciones, la contestación que ha provocado el asesinato de Floyd puede servirle una buena oportunidad de transformar en definitiva ventaja su actual situación. No está de más recordar que Nixon desplegó su campaña de 1968 en la que fue elegido presidente, bajo el lema «Ley y Orden», para restablecer la “normalidad” en una sociedad sacudida por violentos disturbios y protestas contra la guerra de Vietnam y contra la segregación racial.
Estos cinco meses que restan hasta noviembre hemos de analizarlos desde el prisma de las elecciones. Trump es consciente, el coronavirus ha acumulado sobre el personaje que representa una presión formidable. Los datos de contagios y muerte que ofrece su gestión son tan patéticos como crueles y deja, por lo demás, en muy mal lugar la capacidad de respuesta de su país. Por otro lado, la economía que era su aval y sostén se le ha caído y recientes informes señalan que EEUU puede terminar el año con un déficit fiscal de 24%, algo que no sucedía desde 1943. El fantasma de la Gran Depresión está ahí. En su desesperado intento de negar la realidad del Covid-19 Donald Trump se ha ido clavando más y más el puñal de la incompetencia y la arrogancia. En realidad, hasta el caso Floyd, no le quedaban más que dos líneas de mensaje operativas: la culpabilidad china en cuanto al origen del virus y la promesa de una inminente vacuna salvadora. Muy poco arsenal para tanta batalla como se aproxima.
El comunicado hecho público por Michael Jordan tras la muerte de George Floyd, sitúa la cuestión en el vértice de la preocupación social y, a su vez, pone una cruz en el punto donde USA se divide y desorienta. “Ya hemos tenido suficiente», manifiesta el mítico jugador de baloncesto. Episodios como los que intuimos tras esa expresión de aviso, incentivaron el nacimiento de iniciativas como ‘Black LivesMatter’ (Las vidas negras importan), que han denunciado de manera incesante el círculo vicioso de brutalidad policíaca e impunidad, así como la indiferencia oficial ante un fenómeno de racismo institucionalizado que se manifiesta de manera cotidiana y a plena luz del día.
¿Hasta qué punto puede llegar el enfrentamiento en las calles de EEUU? No lo sabemos, pero los hechos apuntan a que el acumulador de “arraigadas injusticias” no tiene más capacidad de almacenaje y que la disposición de Trump para enfrentar el asunto es nula. ¡Trump no sería Trump! De momento las armas civiles que se dejan ver solo son parte de un “exótico” paisanaje. Pero Estados Unidos tiene la tasa (absoluta y per cápita) de posesión de armas de fuego más altas del mundo. A todos nos sorprendió, al principio de la pandemia, las noticias sobre las colas que en Estados Unidos se formaban para comprar armas, así como el aumento de las ventas online. El propio régimen del magnate propiciaba esta asombrosa forma de lucha contra el virus reconociendo a los comercios que venden armas de fuego como “establecimientos esenciales”. En realidad Donald Trump no hace sino interpretar a George Washington, uno de los padres de la patria: “Las armas de fuego son las segundas en importancia tan sólo después de la Constitución, ellas son los dientes de la libertad de la gente”. Llegado a este punto, la cuestión clave es si estamos ya en ese “después de la Constitución”.
Terminamos por donde empezábamos, sacando punta a las declaraciones de Steve Van Zandt, que son expresión elocuente de un ciudadano norteamericano: blanco, viajado, curioso y acostumbrado a convivir con diferentes culturas. Un tipo que ha expresado sus simpatías por Bernie Sanders: “Había terminado con la política. Pero justo cuando pensaba que estaba fuera, ¡Bernie me volvió a meter!” y que más allá de su relación con “el jefe” Springsteen, lidera su propio grupo llamado ‘The Disciples of Soul’. O sea que Steve es un enamorado del Soul, estilo musical nacido entre la comunidad negra de su país en la década de 1950. En otra entrevista publicada por ‘La Vanguardia’ en junio de 2019, decía: “Actualmente, creo que estamos viviendo el periodo más oscuro que yo recuerdo desde que vivo: peor incluso que el de la época de la guerra de Vietnam… el creciente nacionalismo en Europa y otras partes del mundo, un fascismo en auge, extremismo religioso o el supremacismo blanco nunca han sido más potentes que ahora…”.
Y en esas estamos, manejados por un espectro provocador que de pronto se nos aparece saliendo desde ‘La Casa Blanca’ y nos muestra una biblia entre sus manos.