Cuentos por teléfono
Gianni Rodari. Ilustraciones de Emilio Uberuaga. Traducido por Ramon Prats de Alòs-MonerEditorial Juventud

Probablemente si preguntáramos quién es Gianni Rodari a personas del mundo de la pedagogía, del magisterio o a padres y madres de varias generaciones, no dudarían en responder: ¡un magnífico cuentista! ¡el autor de Cuentos por Teléfono! ¡La Gramática de la Fantasía!

Pero quizá no están entre alguno de estos perfiles y, aprovechando el centenario de su nacimiento, merece la pena que se detengan un ratito en este artículo en el que queremos acercar la figura de un verdadero revolucionario de la pedagogía. Un obrero de la palabra y la fantasía. Busquen un rinconcito cómodo, aprovechen los primeros fríos para echarse una mantita y acompáñenos en este viaje maravilloso.

Rodari nació en Italia en octubre de 1920 y murió poco después de su último viaje a la URSS a los 59 años. Fue periodista, maestro, pedagogo de la fantasía, poeta, guionista, educador, militante comunista y revolucionario de la literatura infantil. Y, desde joven, un lector voraz: Schopenhauer, Nietzsche, Engels, Marx, Stalin o Trotski…era previsible que acabara matriculándose en el Instituto Magistral para estudiar Humanidades. En 1937 obtiene el título de Magisterio y comienza a dar clases que, según él mismo recordaba, no eran de mucha calidad, pero se compensaba con algo que no todos pueden decir: nadie se aburría en su clase.

Estalla la Segunda Guerra Mundial y, con una salud bastante delicada, resulta exento del servicio militar. Oposita y saca una plaza de maestro, empezando a hacer suplencias. Como el dicho “pasa más hambre que un maestro de escuela” no surgió porque sí, la falta de dinero le obliga a pedir trabajo en la Casa del Fascio, donde, por supuesto, le obligan a afiliarse al Partido Nacional Fascista como requisito indispensable para poder ejercer como funcionario.

A pesar de su exención, en 1943 es movilizado y llamado a filas con la República de Saló, nombre con el que se conocía al estado títere de la Alemania Nazi que empezó su extinción un 25 de abril, cuando Mussolini disolvió inmediatamente su Gobierno en Saló y trató de escapar con su amante Clara Petacci.

No parece necesario contar el fin de esta historia, ya que cada 25 de abril seguimos emocionándonos y cantando el Bella Ciao como himno de la liberación.

Ya había sentido simpatías por la resistencia, pero el envío de su hermano Cesare a un campo de concentración nazi de Alemania (si se lo preguntan: sí, sobrevivió), así como la muerte de dos de sus mejores amigos, hace que las simpatías crezcan y estrecha el contacto con la resistencia lombarda hasta que el 1 de mayo de 1944 se afilia al PCI.

Por fin acabada la guerra, Rodari empieza a destacar como periodista en medios pertenecientes al partido comunista y socialista de su región: dirige “El Orden Nuevo” y empieza a colaborar en la sección cultural de L´Unitá, periódico fundado por el gran Antonio Gramsci (por cierto, otro amante de los cuentos que abordaremos en otra ocasión) y ligado históricamente al PCI.

Publicación “Il Pioniere”, número 42, del 26 de octubre de 1958

Posteriormente se traslada a Roma para fundar y dirigir el semanario juvenil El Pionero, de la API (Associazione Pionieri d’Italia ). Es en estos años cuando empieza a ponerse interesante la historia porque Rodari adquiere una relevancia inesperada (o quizá no). Además de la revista Pioneros, publica su Manual del Pionero, y el Vaticano decide excomulgarlo por adoctrinar a la infancia (por favor, no se rían) y, no contentos con esto, proceden a quemar en los patios de las parroquias sus libros y revistas dirigidas a los pioneros.

No parece que la excomunión hiciera mucha mella en el ánimo pedagógico y escritor de nuestro hombre porque después funda Avanguardia, regresa a L´Unitá a petición de Pietro Ingrao, y llega Il Paese, la RAI, la BBC, además de otras muchas colaboraciones y libros.

También empieza en esa época su relación con la Unión Soviética, a la que viajaría por primera vez en 1952 y no dejó de hacerlo hasta casi su muerte. Y al hilo de esto, una curiosidad: de esos primeros años son Las aventuras de Cipollino. No ha sido de los libros más reconocidos en nuestro país, pero pegó fuerte en la URSS. Suponemos que el hecho de tener un protagonista como el niño Cebolla, que se enfrenta al malvado caballero Tomate y lucha contra la opresión, se critica al totalitarismo, al feudalismo, a la desigualdad social, a la injusticia, a la monarquía, debió tener bastante que ver. ¡Acabó en varias adaptaciones cinematográfica e incluso un ballet!

Y es que toda la obra de Gianni Rodari responde a su convencimiento en el poder liberador de la fantasía. Y la diversión como vehículo de formación didáctica. Estos hechos, en un contexto aun profundamente conservador en la pedagogía (y en casi todo), resultó una verdadera revolución.

Es muy difícil hacer una selección de las mejores o más interesantes obras de Rodari; de hecho, toda su obra obtuvo el máximo reconocimiento en literatura infantil y juvenil: en 1970 le concedieron el Premio Hans Christian Andersen.

Algunos ejemplos son Cuentos por teléfono, Cuentos escritos a máquina, Cuentos para jugar, la maravillosa historia de Érase dos veces el Barón Lamberto, El Planeta de los árboles de Navidad, por señalar las que tienen mayor eco en nuestro país.

Todo depende de qué se vaya buscando: si quieren aprender a fantasear, nada mejor que Gramática de la Fantasía o Escuela de Fantasía, que debería ser de obligada lectura. Ahí podrán aprender cosas maravillosas para desarrollar la creatividad e imaginación: El binomio fantástico, contar cuentos al revés, hacer ensaladas de cuentos, fantasear con “qué pasaría sí” o inventarse los finales.

Pero si lo que quieren es volver a disfrutar de la lectura, lo mejor es que vayan corriendo a cualquier biblioteca o librería y empiecen a leerle desde ya, si no lo han hecho antes. Mi recomendación para un disfrute óptimo es hacerlo con alguien de corta edad. Ya saben, aún no han perdido del todo las alas y tienen la imaginación mucho más desarrollada.

No puedo dejar pasar la oportunidad de dejarles por aquí uno de los más revolucionarios cuentos de Cuentos por Teléfono. Léanlo, y pregúntense si no habrá pasado alguna vez que no supimos qué hacer ante un semáforo azul.

Y, si no les gusta este final, no se preocupen: ¡inventen otro!

El semáforo azul

Una vez, el semáforo que hay en la plaza del Duomo de Milán hizo una rareza. De improviso, todas sus luces se tiñeron de azul y la gente no sabía a qué atenerse.
-¿Cruzamos o no cruzamos? ¿Estamos o no estamos?
Por todos sus ojos, en todas direcciones, el semáforo propagaba la insólita señal azul, de un azul tan azul como lo había estado nunca el cielo de Milán.
Mientras esperaban a ver qué pasaba, los automovilistas gritaban y tocaban el claxon, los motociclistas hacían rugir el tubo de escape y los peatones más gordos gritaban:
-¡Usted no sabe quién soy yo!
Los ingeniosos decían irónicamente:
-El verde se lo habrá comido el alcalde para hacerse una casita en el campo.
-El encarnado lo han utilizado para teñir a los peces de los jardines.
-¿Sabéis que hacen con el amarillo? Lo añaden al aceite de oliva.
Finalmente llegó un guardia y se situó en medio del cruce para dirigir el tráfico. Otro guardia buscó la cajita de los mandos para reparar la avería, y quitó la corriente.
El semáforo azul, antes de apagarse, tuvo tiempo de pensar:
“¡Pobrecitos! Les había dado la señal de “vía libre” para el cielo. Si me hubiesen entendido, ahora todos sabrían volar. Pero quizá les ha faltado valor”.