La primera vez que escuché a Marcelino Camacho en persona, fue cuando yo cursaba B.U.P. en el Instituto Santa Catalina de El Burgo de Osma, situado a 7 km de La Rasa, pueblecito de la provincia de Soria que le vio nacer. Lo recuerdo como si se tratase de hoy. Fue en el salón de actos y su respuesta ante la pregunta ¿Cuál será el futuro de la clase trabajadora y cómo cree usted que será el fin del mundo? Marcelino que, por aquel entonces, ya había dejado la Secretaría General de Comisiones Obreras, con toda la humildad que le caracterizó a lo largo de su vida, contestó que ”el fin del mundo llegará en el momento en el que una sola persona controle al resto”. Lo que nos estaba explicando con el símil de que el pez grande se como al chico, en aquella mañana de principios de los años 90, era que las empresas grandes engullen a las pequeñas. Las grandes empresas o multinacionales junto al mundo global, serían las grandes artífices de poner en práctica el más brutal de los experimentos capitalistas que tanto odiaba Marcelino y, llegaría un momento, en el que una empresa o grupo de empresas controlarían al resto, incluidos los medios de comunicación y los poderes políticos que, como hemos podido comprobar en numerosas ocasiones, se doblegan a los intereses económicos y empresariales, anteponiendo los intereses de unos pocos a los de la mayoría. También afirmó acertadamente que, esta situación, conllevaría precariedad laboral, desigualdad social, pérdida de derechos y, en definitiva, la miseria de la clase trabajadora. Estaba claro que acertó en la predicción.
Poco después, me reencontré con Marcelino en su libro-memorias Confieso que he luchado. Contaba en primera persona sus vivencias y cómo se empieza a forjar la personalidad del que fuera posteriormente el gran referente del sindicalismo y el movimiento obrero en la España de la Dictadura y la denominada transición democrática. A raíz de esta lectura entendí lo dura que había sido la vida de aquel hombre de pelo blanco que paseaba en las mañanas veraniegas por las calles de El Burgo de Osma, con su inseparable periódico siempre debajo del brazo. El mismo pueblo que le había visto ondear la bandera tricolor el 14 de abril de 1931 cuando siendo un niño de 13 años, junto a ferroviarios y jornaleros de su pueblo, proclamaron la II Republica. Fueron años en los que Marcelino estuvo en la clandestinidad, fue detenido, sufrió los trabajos forzados en diferentes campos, protagonizó fugas, tuvo que exiliarse, se benefició de indultos, conoció varias prisiones franquistas, huelgas de hambre, persecuciones policiales, acusaciones de pertenencia a organizaciones sindicales y políticas ilegales, en definitiva, una vida de lucha y compromiso que él mismo definió en una de sus frases más famosas “ni nos domaron, ni nos doblegaron, ni nos van a domesticar” en una de sus salidas de la cárcel de Carabanchel.
El primer capítulo de rebeldía lo protagonizó junto a su padre y otros ferroviarios de la estación de tren Osma-La Rasa, una vez perpetrado el alzamiento militar de julio del año 36, que desembocó en la guerra civil española. ras forzar el descarrilamiento de la máquina del tren y retrasar el avance franquista que llevaba a las tropas fascistas italianas de Mussolini desde el sur al norte de la península por la vía férrea Valladolid-Ariza, se vio obligado a cruzar a pie la sierra madrileña uniéndose al bando republicano en la defensa de Madrid. Esta huída fue provocada por el peligro que suponía quedarse en las cercanías que, aunque no fue frente de lucha, suponía un asentamiento de soldados italianos y alemanes por la zona, como consecuencia de la cercanía, del que entonces era campo de aviación desde el que despegaron entre otros, una parte de la Legión Cóndor que en el año 37 protagonizó el sangriento bombardeo de Guernica. Este campo de aviación, ya desaparecido, es hoy una gran plantación de manzanas, situado a escasos metros de la “casilla”, antigua casa del guardagujas, donde su familia se desplazó a vivir cuando él contaba con 3 años de edad y, que adquirió en vida, convirtiéndose en lugar de recreo junto a Josefina, Marcel y Yenia.
También le recuerdo aquella mañana de sábado en un mini mitin improvisado en la sede que entonces tenía CCOO en El Burgo de Osma, cuando una delegación del Sindicato de Soria le recibimos. Era la fecha en la que el “Ateneo Mónico Vicente” entregó en un emotivo acto en el Ayuntamiento, el premio de su primera Edición a Marcelino, colocando una placa conmemorativa en la propia vivienda familiar de La Rasa. Cabe reseñar que Mónico Vicente, persona que da nombre al Ateneo, fue el gran impulsor de CCOO en Soria, Camarada y gran amigo de Marcelino, ambos sufrieron la fuerte represión y cárceles del régimen franquista.
El 29 de Octubre de 2010, unas de esas fechas que quedarán marcadas para el movimiento obrero por ser el día de su fallecimiento, de manera improvisada se organizó un emotivo acto de despedida en la “Casilla” contando con representación de algunos partidos políticos y sociedad civil, además, de las tres organizaciones en las que había militado. Al día siguiente también pudimos asistir, en un autobús que fletó CCOO, a la despedida que se organizó en Madrid y que finalizó con un acto cargado de recuerdos en la Puerta de Alcalá. Han sido varios los actos organizados en la propia casilla los días 29 de Octubre, recordando la figura de este Soriano, luchador incansable por los derechos y libertades de la Clase Trabajadora que, llegó a ser el primer Secretario General y gran impulsor de la Organización más grande que actualmente existe en este País.
Compartir militancia en las Comisiones Obreras, me ha permitido tener contacto con viejos compañeros y compañeras de Marcelino que, cuentan con orgullo cómo le conocieron o, simplemente que estuvieron presentes en alguna de sus numerosas intervenciones en centros de trabajo o fuera de ellos. También he podido comprobar cómo jóvenes sindicalistas, a pesar del paso del tiempo, siguen teniendo a Marcelino como referente en la lucha por la conquista de derechos sociales y laborales. Es indudable que Marcelino, es de esas personas que dejan huella generación tras generación.
Para finalizar este artículo, hacer una especial mención y agradecimiento a la familia, por la decisión de proyectar por primera vez en abierto, el documental “Lo posible y lo necesario”, tras la inauguración en la sede de CCOO de Madrid, sobre la vida de Marcelino, en un abarrotado cine Palafox de El Burgo de Osma, en una mañana de domingo de finales de junio, coincidiendo con la celebración del 100º aniversario de su nacimiento y la celebración de la Escuela Confederal de Juventud de CCOO, que se celebró en esas mismas fechas en la localidad que le vio nacer.
Secretario General CCOO de Soria