‘No hay actualidad que no sea un escenario
de confrontaciones entre las fuerzas que
reaccionan contra el avance y las fuerzas
que luchan por él’.

Paulo Freire.

La derecha política y la derecha económica demuestran en los hechos que han entendido perfectamente bien el momento actual de la lucha de clases. Y atacan desde todos los frentes.

El neofascismo de Vox, interpretando el papel del policía malo y retrógrado, reivindicando valores directamente franquistas y asumiendo demagógicamente la falsa defensa de los trabajadores abandonados.

El PP retoma el liberalismo más tradicional y tenebroso de Adam Smith, Hayek, Milton Freidman y todos los próceres del libre mercado, el mínimo gobierno, la propiedad privada y la ausencia total de impuestos, en un sálvese quien pueda como sinónimo de libertad.

Ciudadanos quiere estar con dios y con el diablo sin abandonar su centro derecha que no es otra cosa que la derecha extraviada en busca de autor.

Para ellos la lucha de clases no existe pero por las dudas la llevan a cabo con toda intensidad, sin dejar ningún detalle descuidado.

Naturalmente, los medios de comunicación afines (casi todos los de mayor difusión) se ocupan del aspecto cultural, creando el clima propicio para generar desánimo y la sensación de vivir en un caos y en una decadencia tal que los valores occidentales y cristianos, tan nuestros, son atacados por este gobierno mezcla de socialismo, comunismo, bolivarianismo, independentismo e incompetencia.

TAN DISTINTOS PERO TAN IGUALES

Lo cierto es que detrás de las aparentes diferencias entre los partidos políticos de la derecha hay un objetivo común que los une como un lazo indestructible. Una especie de fuerza de la naturaleza que hace que a la hora de la verdad todos juntos renueven el juramento de amor y fidelidad a quienes representan: las grandes empresas, los empresarios multimillonarios, los bancos, el poder económico en general y el capo del imperio, Donald Trump, con toda su barbarie antidemocrática.

Nada nuevo. Lo de siempre en la derecha. Nunca aceptan la democracia si no están ellos en el gobierno. Nunca los grandes empresarios respiran tranquilos si no tienen a sus representantes dictando las normas y las leyes que les favorecen. Siempre reniegan del Estado y del gasto público que consideran un derroche. Y siempre acuden al Estado para que proteja sus negocios privados y socialice las pérdidas si es que se equivocan. Lo de siempre. Si ganan es para ellos, si pierden pagamos todos.

¿Y LA IZQUIEDA?

No niega la lucha de clases pero no habla de lucha de clases. Tal vez para no molestar a los que mandan. Solo una minoría, apartada, calificada de infantil, provocadora, que piensa que cuando peor mejor, se atreve todavía a decirle clase trabajadora a la clase trabajadora, a hablar de izquierda y derecha y no de arriba y abajo como el nuevo lenguaje emanado de Laclau trata de modernizar el pensamiento. Son los que sugieren formar un frente con los oprimidos, los medio oprimidos, los opresores razonables y gente de buen vivir, para oponerse a los de arriba con la melodía de ese Laclau.

Pero es necesario distinguir el gobierno de izquierda (o progresista para no ser tan radical) por un lado y las bases y los militantes de base por otro.

Al gobierno de izquierda o progresista ni se lo ocurre sacar los pies fuera del plato capitalista a pesar de que el neofascismo y sus variantes lo acusan de radical socio-comunista.

No obstante ha tomado algunas medidas que alivian un poco la muy grave situación de las clases populares. Cosa que no es de despreciar.

Es como si a un enfermo con fiebre alta le ponen un paño frio en la cabeza. Alivia, sin duda, pero no cura su enfermedad.

Sin embargo las medidas de fondo, las estructurales, las más necesarias para emprender un camino hacia una sociedad más justa y más democrática están en la lista de espera. Ya vendrán tiempos mejores aunque sepamos que nada hay más viejo que la frustrada esperanza de los pobres.

TIENE LA PALABRA LA MILITANCIA

Aceptemos que el gobierno hace lo que puede. Que el horno no está para bollos de izquierda y que a falta de pan socialista buenas son las tortas socialdemócratas.

Al gobierno hay que ayudarlo a que progrese en su progresismo y deje la cautela, que solo sirve para frenar las mejores intenciones.

Ningún gobierno por progresista que sea puede avanzar sin el pueblo movilizado y esa es una tarea de la militancia de base.

La democracia no puede limitarse al Parlamento. Esa democracia exclusivamente parlamentaria, aunque necesaria, resulta claramente insuficiente.

Profundizar la democracia significa gobernar CON el pueblo y no PARA el pueblo.

Para eso se necesita una mayor consciencia política. La derecha ha logrado despolitizar a las mayorías y hacer creer que la política es cosa de políticos y que los políticos son todos iguales.

Para la derecha “esto es lo que hay”, la realidad a la que tenemos que adaptarnos y dejarnos de utopías.

Es la militancia de base la que tiene que abrir las ventanas para que entre la posibilidad de hacer, entre todos, una sociedad mejor. Cuando digo entre todos, me refiero a las clases populares, las que todavía creen que la utopía y los sueños nos sirven para caminar y cambiar la realidad.