El ballet es un arte de élites, o más bien para las élites. Desde su surgimiento en Italia en el siglo XV estuvo dedicado al disfrute de la aristocracia que hacía su vida más placentera divirtiéndose con las obras de los mejores talentos de las artes. Estos productos estaban vedados al resto del pueblo, no era para la plebe analfabeta e insalubre la música refinada y la danza grácil, delicada, con esa magia que trasmite desde el escenario la sensación de infinita levedad, donde los cuerpos que parecen no pesar son dominados con exactitud haciendo piruetas y proponiendo unas imágenes plásticas de gran belleza, imágenes que además cuentan historias, emocionan. Este era también otro modo de diferenciarse del populacho, otro de los lujos a los que solo tenían acceso los ricos y poderosos del momento.

Tampoco eran excesivamente considerados los artistas, no llegaban al nivel de sus amos y patrocinadores, se les recibía y admitía como parte de la vida lúdica de las clases pudientes, sin permitirles nunca espacios de igualdad y sin que hubiera verdadero valor al trabajo, el talento, los desarrollos de las técnicas y el enriquecimiento de la cultura artística de la civilización humana.

Cuando el 1 de enero de 1959 comienza en Cuba un cambio social y cultural definitivo, una estrella de la danza clásica, ya establecida en los mejores circuitos del mundo como una de las más grande de todos los tiempos, decide unir la suerte de su arte a la de su pueblo, que por primera vez en su historia era verdaderamente independiente, y compulsada por la sensibilidad de los lideres de aquella emancipación funda, quedándose en la isla, la escuela cubana de ballet. Convirtió lo que era su escuela privada en un espacio de posibilidades a todo el talento que emanado del pueblo quisiera participar, a la vez que, junto a las políticas culturales generales de ese proyecto de transformación económica, política y social, comenzaba la amplia difusión de la danza clásica como espacio y disfrute para todos. En Cuba Alicia Alonso fue el artífice principal de una verdadera democratización de la danza clásica. Hoy en Cuba esa escuela cuenta con profesionales, maestros y alumnos en todo el territorio nacional y las presentaciones del Ballet Nacional de Cuba son aclamadas como arte superior en todos los escenarios del mudo. Pero además cientos de formadores, bailarines y coreógrafos se desempeñan profesionalmente por todo el planeta, desde los países y espacios más pobres hasta las compañías más afamadas del mundo.

Bailar a la cubana

Hay otro elemento imprescindible en su obra. Cuando hablamos de la escuela cubana de ballet, generalmente pensamos solo en la parte académica, en la organización institucional, que existe por supuesto con un rigor artístico y una solidez constatados por años a todos los niveles en el mundo entero, pero es también y sobre todo un aporte estético de Alicia Alonso a la danza clásica universal e incluso a lo que hoy conocemos como danza moderna. Ese aporte estético esta signado por la apropiación de esta genial precursora de elementos de la idiosincrasia del movimiento del cubano, de la forma de andar y sobre todo del tono del movimiento de las caderas tan natural en nuestra tierra.

Antes de Alicia Alonso, el baile clásico europeo cuidaba como norma el equilibrio de las formas representadas al danzar, defendiendo básicamente un perfil de rectitud y perfección, por decirlo de alguna manera aproximada, el cuerpo en línea recta. Alicia rompe la cadera y de la poderosa belleza de sus piernas, mágicas columnas clásicas griegas, emerge allí donde culmina el muslo la sinuosidad de una cintura que se mueve, participa, sin perder un ápice de la elegancia consustancial a las normas de este arte, aportando belleza, naturalidad, e introduciendo un elemento correspondiente por naturaleza a otra cultura. Ahí esta Cuba, ahí está América Latina.

No solo es el hecho de romper la cadera sino la conceptualización y el desarrollo de técnicas específicas para fundamentar y poner al servicio de la danza estas nuevas posibilidades y formas, esta nueva técnica. Les invito a ver fragmentos de Alicia Alonso bailando Carmen o Don Quijote, les invito a disfrutar de la más excelsa de las bailarinas y mirar con nuevos ojos sus descubrimientos y aportes interpretados por ella misma.

Alicia Alonso es referencia e inspiración, es de las artistas más importantes del mundo y en la danza la luz más fulgurante de Iberoamérica. Hija de españoles, trabajó incansablemente por unas relaciones fuertes, de hermandad, respeto y colaboración entre España y Cuba, y también fungió como embajadora de buena voluntad de la UNESCO.

Fue de las promotoras principales del festival La Huella de España, un espacio para el rescate de toda la herencia cultural española que se atesora y desarrolla en la isla. Cuando por un ataque de rabia contra Cuba del entonces presidente del gobierno español José María Aznar suspendió los fondos y toda la ayuda, colaboración o participación de la embajada española para la realización de ese festival, Alicia Alonso dijo, cito de memoria, que si ese gobierno se negaba a participar “el festival lo haremos con nuestros escasos recursos porque lo importante es que las huellas de nuestras culturas van por dentro, esas nadie nos las puede quitar”.

Especialista cubano en promoción cultural