Todo indica que Brasil será el último país en tener una población inmunizada contra la pandemia y, dentro de poco, superará a Estados Unidos en cantidad de muertos, debido a la inoperancia del gobierno de Bolsonaro. Diariamente mueren más de mil personas contagiadas por el coronavirus.

Bolsonaro sufre de tanatomanía, tendencia patológica a la satisfacción con la muerte ajena. Terrible paradoja: falta el oxígeno para los pacientes de Amazonas y de Pará, ambos en la Amazonía, que es tenida como el pulmón del planeta. Muchos mueren por asfixia. Y la ironía del destino: Maduro, despreciado por el gobierno de Bolsonaro, reabastece al Amazonas de oxígeno.

Todo este cuadro necrófilo resulta de la inacción de un presidente y de un gobierno genocidas. Desde la asunción de Bolsonaro, en enero de 2019, los dos médicos que ocuparon el cargo no permanecieron por no concordar con la indiferencia del presidente frente a la pandemia.

El actual ministro de Salud, el general Pazuello, no es médico y reconoció que no conocía el SUS (Sistema Único de Salud) que atiende gratuitamente a la población y es considerado ejemplar. Ahora el SUS está atado de manos por falta de vacunas y de personal.

En el inicio de la pandemia, mientras el mundo se alarmaba, Bolsonaro decía que se trataba de una ’gripecita’. Se rehusó a coordinar y movilizar a los brasileños para evitar la diseminación de la enfermedad. E incentivó, con su ejemplo, las aglomeraciones, criticó el uso de tapabocas y desaconsejó el aislamiento preventivo y el lavado frecuente y cuidadoso de las manos. Fue preciso que la Suprema Corte facultara a los gobernadores e intendentes municipales para realizar esa coordinación.

Como Bolsonaro saborea el macabro perfume de la muerte, jamás se preocupó por la vacunación del pueblo brasileño pero, debido a la presión popular, el gobierno tuvo que salir corriendo a buscar vacunas.

Es necesario que todos sepan del genocidio promovido por el gobierno Bolsonaro. Más de cincuenta pedidos de impeachment del presidente están encajonados en las oficinas del Congreso Nacional. Vivimos hoy en un país que no tiene gobierno, ni política de salud, ni suficientes vacunas, ni oxígeno, ni camas disponibles en los hospitales.

Sociólogo y analista político / ’Granma’