Me estreno en Mundo Obrero con la responsabilidad de estar a la altura de esta cabecera histórica que ha acompañado siempre la lucha de los trabajadores. En la primera época, cuando la prensa obrera era el lugar donde se iba formando la cultura de clase, a la vez que ésta tomaba conciencia de sí misma, y crecía como forma de vida cultural autónoma. Cuando escribir era a la vez hacer escribir, imprimir, distribuir, esconder, repartir, vocear por la calle, leer en alto a los compañeros analfabetos, discutir, recabar ayudas. En el crecimiento del partido en la guerra, llegando diariamente a los combatientes. En la clandestinidad, con todos sus riesgos. En la cárcel de Burgos, donde se editaba con su cabecera inconfundible en letra cursiva y la hoz y el martillo, sin que las autoridades del penal dieran nunca con la imprenta. En la alegría de la libertad, tras la larga noche, y en la crisis, de la prensa y también de nuestras ideas. Siempre, en cada fase de lucha.
Escribo en el aniversario del fusilamiento del líder comunista Jesús Larrañaga, junto con su compañero Imanol Asarta. Un 21 de enero de 1942. Repasando la vida de Larrañaga emerge una figura con la talla de un héroe griego. Dotado de todas aquellas virtudes que los adornaban: valentía, honor, astucia, fortaleza, justicia, templanza, inteligencia. Guardo una imagen de Larrañaga en la guerra, dibujada por un testigo, que habla de su entereza: tras la caída de Irún, los milicianos que evacuaban la ciudad se dirigían a Hondarribia para tomar alguna barca con la que pasar el Bidasoa y llegar a Francia. Larrañaga, subido a un muro, arengaba a un grupo numeroso de gente, intentando disuadirlos de huir, persuadiéndolos para subir al cercano fuerte de Guadalupe y ofrecer allí una resistencia numantina. La falta de víveres impidió esa inmolación. La corriente conspiranoica ha intentado sembrar recurrentemente de sospechas la muerte de Larrañaga. ¿Por qué se envía al interior a un dirigente tan conocido y odiado por los franquistas como Larrañaga? La respuesta la da su compañero Zapirain, que estaba con él exiliado en Sudamérica antes del viaje. “Larrañaga tenía madera de héroe y se empeñó en volver a la primera línea”. Es esa entrega la que nos distinguió siempre, la que nos hizo crecer en los momentos extremos como la guerra y la dictadura.
No luchan por la victoria sino por la verdad
Leo el interesante y reciente libro sobre las Brigadas Internacionales de Giles Tremlett. Arranca, considerándolo el preludio de las Brigadas, con las Olimpiadas Populares de Barcelona, cuya inauguración estaba prevista para el 19 de julio de 1936. Y me parece acertado considerar a ese contingente de atletas antifascistas su avanzadilla. Ese movimiento estaba galvanizado por las mismas ideas de las Brigadas: enfrentarse al fascismo que amenazaba a Europa. Las olimpiadas de Barcelona eran una celebración ideada por el deporte obrero, estimulada por la Internacional Comunista, a través de la Internacional Deportiva Roja, para oponerse a las que en ese mismo 1936 se iban a celebrar en el Berlín nazi. La organización de esos juegos olímpicos alternativos por la FCDO, Federación Cultural Deportiva Obrera, fue, junto a la formación de las JSU, un germen que facilitó la formación del Frente Popular. La FCDO consiguió desplegar un gran movimiento pro olimpiadas con la adhesión de multitud de clubs. Las Olimpiadas Populares se suspendieron y muchos de los participantes se alistaron en las milicias y empuñaron las armas en las calles de Barcelona, como el atleta austriaco Mechter que murió en la Plaza de Catalunya. Otros volvieron a sus países pero la percepción de la amenaza del fascismo les hizo regresar con las Brigadas Internacionales y en muchos casos dejarse aquí la vida. Es el caso de cinco ciclistas británicos del club Clarion: Tommy Dolan, Roy Watts, Raymond Cox, Tom Oldershaw y Tom Durban. The Clarion era un periódico socialista que creó una sección ciclista, con el fin de organizar salidas dominicales en las que hacer propaganda de su periódico y de las ideas para la nueva sociedad socialista que propugnaba. En su ideario declaraba: “Sus redactores no escriben para facciones sino para el pueblo. No luchan por la victoria sino por la verdad. No quieren provocar sino convencer. Donde haya injusticia se rebelarán. No habrá perdón para la cobardía, el egoísmo y la corrupción”. El club Clarion también hizo en 1938 una marcha solidaria en bicicleta desde Glasgow a Barcelona. En cada población donde se detenían organizaban mítines para apoyar a la República y recaudaban fondos para los niños víctimas de la guerra. Al llegar a Barcelona entregaron a las autoridades la suma de 450 libras, unos 25.000 euros actuales. Ciclistas, héroes griegos, como Larrañaga, modernos Ulises, Aquiles, Prometeo, que no desmayaban en su viaje hacia la utopía, que se enriquecían en el camino, en la lucha, que arrebataban el fuego a los dioses para dárselo al pueblo. Héroes reales, de aquí y ahora.
Escritor, arquitecto y director de Herri