La Región de Murcia se colocó durante unas semanas en la agenda nacional cuando pareció que los 26 años de gobierno del Partido Popular podían llegar a su fin mediante una moción de censura presentada por el PSOE y Ciudadanos, lo que al menos hubiera supuesto una oportunidad para investigar la maloliente gestión del PP. Finalmente, la jugada se quedó a medio por el trasfuguismo en la Asamblea Regional y únicamente en el Ayuntamiento de Murcia hubo cambio de equipo de Gobierno.
Para entender lo que ha pasado en la Región de Murcia hay que retrotraerse en el tiempo a los años del boom del ladrillo, del pelotazo urbanístico. Quizá el mayor fue el llevado a cabo con el Convenio Nueva Condomina, donde el Ayuntamiento de Murcia recalificó una gran cantidad de suelos sin valor a cambio de que un empresario construyera un campo de futbol para el equipo que acababa de comprar, el histórico Real Murcia. El argumento para regalarle tamaño negocio y reorientar toda la ciudad y sus infraestructuras de transporte hacia lo que era un erial fue puramente sentimental: había que salvar al club. Contra aquella sinrazón para el ordenamiento urbanístico y las cuentas de la ciudad, Izquierda Unida se quedó sola votando en contra de ese Convenio mientras que el Gobierno del PP y la supuesta oposición del PSOE se daban codazos para hacerse fotos con los constructores. Un cuarto de siglo después, el club sigue en la ruina y penando por divisiones inferiores y el Ayuntamiento es incapaz de ofrecer un transporte público decente por la hipoteca que aún hoy supone el mantenimiento del tranvía que se construyó para conectar el nuevo estadio con el lejano centro de la ciudad. Este ejemplo se extendió por toda la Región en lo que se dio a llamar ‘el urbanismo a la carta’ y dio pie a múltiples escándalos de corrupción.
Este modus operandi creó una red de corrupción sistemática en la Región, que ayudaba al PP a mantener el poder a cambio de permitir que los negocios especulativos siguieran funcionando, ya fueran inmobiliarios o de otro tipo, como las contratas de servicios públicos o el negocio de la educación privada, que tiene en la Universidad Católica de Murcia (UCAM) a su mayor exponente.
El clientelismo se ha perpetuado en Murcia
Lo describió muy bien un concejal de Fomento del Ayuntamiento de la capital regional, Roque Ortiz, quien fue grabado en una reunión con caciques locales aleccionándoles para que recordaran a sus protegidos que le debían un gran favor al PP. «Que no se le olvide a la gente que trabaja en las concesionarias, que no se le olvide a la gente a la que le hemos conseguido un trabajo», se escuchaba en el audio, en una escena típica de película de gánsteres.
Las redes de corrupción fueron extendiéndose a cada institución, de la más grande a la más pequeña, hasta situar a la Región a la cabeza de la gestión pública irregular. De los 254 acusados por corrupción en 2020 en todo el estado español, 84 eran murcianos. Una ratio que multiplica por 10 nuestra cuota en la población nacional.
El corazón de la corrupción era el Ayuntamiento de Murcia y fue el desencadenante del intento de moción de censura de PSOE y Ciudadanos, dadas las adjudicaciones a dedo mediante contratos menores de forma sistemática y los concursos realizados claramente para que ganaran determinadas empresas. La moción municipal ha resultado exitosa, pero las presiones han sido enormes y los concejales de Cs tuvieron que esconderse en hoteles los días previos a la votación.
La corrupción ha calado tanto en esta tierra que son los políticos que denuncian gestiones supuestamente irregulares quienes se tienen que ocultar, pues son asediados por las hordas derechistas, que se permiten la desfachatez de celebrar concurridos mítines en plena pandemia y sin medidas de distanciamiento para denunciar una moción legítima y, aún peor, compran voluntades con total descaro.
Una Consejería para tránsfugas
Es el precio de la dignidad política que han vendido los tránsfugas de Ciudadanos que han impedido el cambio en la Región de Murcia y que van a compartir Gobierno Frankenstein con la ultraderecha.
Murcia va a ser tristemente pionera. Por primera vez desde el fin de la dictadura franquista entra en un Gobierno la ultraderecha oficial, la que celebra el Alzamiento fascista, homenajea a sus asesinos y torturadores, reivindica el adoctrinamiento nacional-católico, desprecia el medio ambiente, fomenta la xenofobia y el machismo y se alinea con Le Pen, Orban, Salvini, Bolsonaro y Trump. Y lo peor es que puede que ni notemos la diferencia con el PP que venimos sufriendo en esta tierra.
Esta moción de censura fracasada demuestra que en la Región de Murcia todo el sistema político está caduco y podrido. Se necesita regenerar desde la base, rompiendo con el clientelismo y la corrupción. Hace años, en las movilizaciones contra el boom del ladrillo, nació una plataforma social llamada ‘Otra Región de Murcia es posible’. Ahora más que nunca, otra Región de Murcia es urgente y necesaria.
Militante del PCE en la Región de Murcia y ex concejal del Ayuntamiento de Murcia