El Partido Comunista de España y la literatura (1931-1977). Once estudios sobre escritores, intelectuales y política
Manuel Aznar SolerAtrapasueños

L.R.: Su trabajo de investigación gira en torno a la memoria y a la recuperación de autores. ¿Por qué es importante la memoria del exilio? ¿En qué consistió lo que alguna vez ha llamado «amnistía por amnesia»?
M.A.:
La recuperación de la literatura y la cultura de nuestro exilio republicano de 1939 es importante porque constituye un capítulo fundamental de la historia española del siglo XX y, sobre todo, porque significa la recuperación de nuestra tradición cultural y democrática más inmediata, que es la tradición antifascista y republicana. La dictadura militar franquista condenó al silencio y al olvido a toda esta literatura exiliada, consiguió borrar su memoria del imaginario colectivo del pueblo español. Por ello es importante que la sociedad democrática española recupere el legado literario, intelectual, cultural y político de nuestro exilio republicano de 1939, del que somos herederos.

Amnistía por amnesia es el precio que tuvieron que pagar los partidos políticos antifranquistas durante la transición. A cambio de la amnistía para los presos políticos que habían luchado por la democracia contra la dictadura militar, los franquistas que se habían reconvertido en demócratas (Fraga Iribarne, Suárez) impusieron también la amnistía para todos los crímenes del franquismo. Por ello se dice que fue una transacción de amnistía por amnesia, por el olvido de todos los crímenes franquistas y de todas las responsabilidades políticas desde 1939. El ejemplo del siniestro policía torturador Billy el Niño, condecorado por gobiernos democráticos con medallas y pensiones, es revelador de las miserias e insuficiencias de nuestra modélica transición.

L.R.: En 1993 fundó el GEXEL. ¿Cuál es su labor? ¿Cuál es su actividad?
M.A.:
En enero de 1993, el grupo de profesores e investigadores que fundamos en la Universitat Autònoma de Barcelona el Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL) publicamos un manifiesto en el que se decía que «el GEXEL se constituye como un grupo de investigación que se plantea como tarea prioritaria y urgente una tarea de evidentes implicaciones éticas y políticas, la reconstrucción de la memoria histórica, cultural y literaria del exilio republicano español de 1939». Teníamos claro desde el principio que queríamos desarrollar un trabajo académico con el máximo rigor científico pero conscientes de que nuestro trabajo académico implicaba también un compromiso ético y político con los valores democráticos y republicanos. Fieles a ello, los investigadores del GEXEL llevamos veintiocho años realizando colectivamente un trabajo de recuperación de todo un patrimonio literario sin el cual nunca estará completa la historia de la literatura española del siglo XX, en la que queremos que las obras publicadas en el interior y en el exilio formen un corpus único, objetivo de nuestro actual proyecto de investigación. El historial científico de nuestro grupo puede consultarse en la página web del GEXEL (http://www.gexel.es).

EL PCE Y LA LITERATURA

L.R.: Con motivo del centenario del PCE se acaba de publicar ‘El PCE y la literatura (1931-1977)’. ¿Cómo era la relación de los escritores y artistas comunistas con la Segunda República y el gobierno del Frente Popular?
M.A.:
Bueno, sobre este tema tratan los dos primeros estudios del libro. Al comienzo de la Segunda República el PCE era un partido muy minoritario que incluso estaba en contra de la República por burguesa pero fue matizando sus posiciones hasta una política de Frente Popular a la que en el terreno cultural contribuyeron militantes inteligentes y lúcidos como Josep Renau, que es una personalidad clave en esos años treinta. Renau creó en Valencia una de las mejores revistas de aquellos años republicanos, Nueva Cultura, cuyos impulsores eran militantes del PCE pero en la que también colaboraron compañeros de viaje que no eran marxistas, como el poeta Juan Gil-Albert. Luego, durante la guerra, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes fue dirigido por el PCE desde septiembre de 1936 y durante todo 1937. El ministro Jesús Hernández desarrolló una política cultural muy inteligente, ya que no fue una política sectaria y dogmática de partido sino una política de Frente Popular, porque en aquel momento lo importante era agrupar en defensa de la cultura a todos los intelectuales antifascistas y republicanos y de ahí el espectacular crecimiento del PCE entre los artistas, escritores e intelectuales durante la guerra. En ese ministerio Josep Renau fue Director General de Bellas Artes y, por tanto, máximo responsable tanto de la salvación del patrimonio artístico español, el del Museo del Prado por ejemplo, como del Pabellón de la República en la Exposición Universal de París de aquel mismo año 1937, donde pudo contemplarse el Guernica de Picasso.

LA UNIÓN DE INTELECTUALES ESPAÑOLES EN MÉXICO

L.R.: La mayoría de exiliados fueron acogidos en el México del general Lázaro Cárdenas. Háblenos sobre el ambiente cultural que se generó allí con la Unión de Intelectuales Españoles en México y, en especial, de la figura de Adolfo Sánchez Vázquez.
M.A.:
Durante la guerra, México y la Unión Soviética fueron los únicos países que apoyaron al gobierno republicano legítimo mientras que las democracias occidentales, con su política de no intervención, una manera por cierto de intervención como otra cualquiera, favorecieron objetivamente la victoria militar del fascismo internacional, ya que tropas de la Alemania nazi de Hitler y fascistas italianas de Mussolini apoyaban a Franco.

En este contexto, el general Lázaro Cárdenas se dio cuenta de que lo mejor de la intelectualidad y de la cultura española era leal al legítimo gobierno republicano, así que ya durante la guerra se crea la Casa de España en México, que ofrece trabajo y acogida a varios de estos intelectuales. Y cuando en 1939 se consume la derrota republicana, el presidente Cárdenas va a acoger a buena parte de nuestros intelectuales, internos entonces en campos de concentración franceses, que se exilian en México por razones de lengua, historia y cultura, con la convicción de que allí tendrían más facilidades que en Francia para obtener unos ingresos literarios mediante sus colaboraciones en la prensa y en los diversos trabajos del mundo editorial, por ejemplo mediante las traducciones.

Esta política del presidente Cárdenas fue muy inteligente porque fue solidaria con nuestros intelectuales exiliados y además muy beneficiosa para México que se enriqueció con las aportaciones de todos ellos al desarrollo de la cultura y de la vida intelectual mexicana.

La Unión de Intelectuales Españoles en México (UIEM) se crea en junio de 1947 tras la gran desilusión que supuso que la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial no significara el fin del régimen franquista en España, que Franco no siguiera el mismo camino que Hitler y Mussolini. A pesar de las divisiones ideológicas y políticas que se reprodujeron entre nuestro exilio republicano, la UIEM intenta y consigue agrupar a buena parte de nuestra intelectualidad exiliada y edita a partir del 15 de agosto de 1956 un boletín dirigido tanto al exilio como a la oposición intelectual del interior de España. Y de nuevo el protagonismo de la intelectualidad comunista es evidente, ya que los directores de ese boletín fueron, sucesivamente, Federico Álvarez y Adolfo Sánchez Vázquez. Un boletín que acertó políticamente al no ser un órgano de partido sino un órgano de expresión de los intelectuales republicanos exiliados. Con respecto a Adolfo Sánchez Vázquez, en el GEXEL siempre hemos sentido una enorme admiración por su personalidad intelectual como el filósofo marxista en lengua castellana más importante del siglo XX, con especial proyección en toda Latinoamérica. Sánchez Vázquez fue ponente en varios de nuestros congresos y le publicamos en 1997 un libro excelente, sus ‘Recuerdos y reflexiones del exilio’. Sin duda fue uno de los grandes intelectuales de nuestro exilio republicano de 1939 y, por mi parte, le tengo una profunda admiración.

RAFAEL ALBERTI, MARCOS ANA Y MAX AUB

L.R.: ¿Cuál fue el panorama literario durante la etapa final del régimen franquista? En ese marco se estrenaron dos obras de teatro de Alberti en España, háblenos sobre ello.
M.A.:
Decidí incluir en mi libro dos estudios sobre dos estrenos teatrales de Rafael Alberti durante los años de la transición democrática porque constituyó el símbolo del poeta exiliado que llegó a diputado por el PCE en las primeras Cortes democráticas. Los estrenos de sus dos obras fueron acontecimientos tanto teatrales como políticos. El estreno de ‘El Adefesio’ el 24 de septiembre de 1976 tuvo una significación política muy clara al inicio de la primera temporada teatral democrática tras la muerte del dictador, cuando el PCE aún no había sido legalizado, por lo que Alberti aún vivía en Roma. A este estreno asistieron personalidades de todos los partidos políticos y, además, la actriz protagonista fue nada menos que María Casares, una de las grandes actrices francesas, hija del político republicano Santiago Casares Quiroga y heredera generacional de la mítica Margarita Xirgu en el imaginario colectivo de nuestro exilio teatral republicano de 1939.

Dos años después, el 29 de noviembre de 1978, se estrenó en el Teatro María Guerrero de Madrid del recién creado Centro Dramático Nacional, que dirigía Adolfo Marsillach, ‘Noche de guerra en el Museo del Prado’, otro estreno con implicaciones políticas claras, esta vez con el PCE ya legalizado y con la presencia por tanto de Rafael Albertí y María Teresa León ya de regreso en Madrid.

L.R.: Durante los últimos años se ha dedicado mucho trabajo a recuperar la figura de Marcos Ana y en este libro hay un capítulo sobre él.
M.A.:
Como homenaje a la memoria de Marcos Ana he ampliado y reelaborado un estudio sobre él que publiqué en 2003, anterior por tanto a la edición de sus memorias, ‘Decidme cómo es un árbol / Memoria de la prisión y de la vida’, que por iniciativa del poeta presenté el 15 de noviembre de 2007 en Barcelona. Aquello fue un honor y un compromiso moral muy grande, así que lo que he hecho en este capítulo ha sido saldar la deuda intelectual que tenía con un comunista ejemplar. En este capítulo intento poner en valor la calidad literaria de la poesía de un hombre íntegro que pasó veintitrés años en las cárceles franquistas y también pretendo homenajear a todos los presos políticos que lucharon por la democracia y la libertad.

L.R.: Por último, ¿qué obras y autores recomendaría leer para comprender la literatura exiliada?
M.A.:
Bueno, hay muchísimos autores y obras que podría recomendar pero como soy patrón de la Fundación Max Aub voy a recomendar la lectura de Max Aub, el que más y mejor ha escrito sobre el exilio tanto en su narrativa como en su teatro, por ejemplo en la antología titulada ‘Escritos sobre el exilio’. Estoy preparando una nueva edición de ‘La gallina ciega / Diario español’ que publicó en su exilio mexicano en 1971. Unas páginas escritas desde la indignación moral que le produce su experiencia en aquella España franquista de 1969, cuando vino, que no volvió, con pasaporte mexicano y con un permiso para tres meses. A Max Aub le indignó la indiferencia, la apatía política, el desinterés por la guerra y la República en aquella sociedad franquista, así como la ignorancia de la literatura publicada por nuestros escritores exiliados. En definitiva, que el franquismo había conseguido borrar de la memoria colectiva la memoria democrática, la amnesia colectiva que comentábamos al principio.

(*) Manuel Aznar Soler, catedrático de literatura española contemporánea de la Universitat Autónoma de Barcelona, dirige el Grupo de Estudios del Exilio Literario y ha publicado recientemente, en la Editorial Atrapasueños, ‘El PCE y la literatura (1931-1978)’.