Si usted, camarada, acude a las tesis aprobadas por el XIX Congreso del PCE, el primero que celebró nuestro Partido tras la explosión de movilización social y política que surgió a partir del 15M, se topará con sorpresa con el siguiente texto: 5. Tesis sobre las formas de lucha (pendiente de entrega por la ponencia). Básicamente, no tenemos aún una tesis, una explicación colectiva sometida al debate y aprobación por parte de nuestro máximo órgano de este importante evento de nuestra historia contemporánea, ni de sus consecuencias ni de nuestra responsabilidad por acción u omisión en su génesis y desarrollo. Así que el debate sigue abierto, y no estaría de más cerrarlo, por la cuenta que nos trae para entender y aprender colectivamente del mismo y para dejar ese aprendizaje a las generaciones venideras. Aquí van algunas tesis de uno que participó de aquello como secretario local de una agrupación.
Nadie puede discutir que la onda expansiva del 15M llega hasta el presente, ni que es el evento político que abrió la larga etapa de crisis política del régimen de 1978 en la que aún seguimos inmersos. Sí, “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
Desde hacia meses, las organizaciones juveniles de la izquierda venían tratando de lanzar un movimiento de contestación a la crisis, para llegar más allá de lo alcanzado por la acción de los sindicatos de clase. “Juventud sin futuro” se llamó aquello. Pero había más gente, más militantes intentado dar con la tecla que acabara con el clima de resignación que reinaba en el país. Uno de esos grupos, Democracia Real ya, formado por militantes nuevos y viejos de las luchas sociales, lanzó una convocatoria a fecha fija, 15 de mayo, en plena campaña electoral. Izquierda Unida convocó a las manifestaciones por vía interna. En muchos sitios salimos a pegar los carteles de la manifestación junto con los de las municipales.
Lo que vino después pilló desprevenido al palacio, a sus dueños y a sus invitados. Enhorabuena a quienes lo hicisteis posible por vuestra audacia y determinación, por no dejaros vencer por la frustración de ver cómo la crisis caía a plomo sobre la clase trabajadora, sin que pasara nada, sin que cambiara nada. A esas decenas de compañeras y compañeros que aquella noche del 15 de mayo, dijeron, “no me voy a casa como si no hubiera paso na”, tras las agresiones de la policía y las detenciones, a quienes os negasteis a disolveros tras el desalojo de la primera acampada de Sol en la madrugada del 17 de mayo de 2011 y llamasteis a volver a recuperar la plaza y a quienes respondisteis en todo el país ocupando plazas desde esa noche. Sin esa acción espontánea -que sepamos- de acampar, quizás el 15M hubiera sido una fecha más de movilización.
Es importante recordar que el desencadenante de su intensidad y del carácter masivo de las protestas que siguieron al 15M fue un acto de negación de derechos políticos: la respuesta al desalojo por la fuerza de una concentración pacífica, la constatación práctica de que el lema que había sido coreado en 50 ciudades apenas 48 horas antes “lo llaman democracia y no lo es” era una realidad. Esa fue la chispa que incendió la pradera. Que el paro pase del 20%, que toda una generación educada en el “estudia para llegar a algo” vea como se desmorona su futuro y peor aún, la vida de sus primos, vecinos y hermanos con menos estudios o sin ellos, que la respuesta del gobierno socialista a la crisis sea recortar prestaciones, derechos laborales, servicios y salarios y que encima no te permitan protestar pacíficamente por ello indignó a varios millones de personas. Es decir la suma, el cruce de las contradicciones económicas y políticas.
El PCE caracteriza esta etapa como la de la revolución democrática, porque dicen que hay democracia pero no la hay. Y este es un ejemplo concreto, un episodio de esa revolución aún pendiente. Praxis. El problema para el palacio es que esa revelación política pasó de las pancartas y los panfletos al diario de sesiones de las Cortes y al Gobierno de la nación. Un claro síntoma del agravamiento de sus crisis que explica por qué la oligarquía está rompiendo todos los consensos del 78 en esa materia, de la ley mordaza a las cloacas.
Hubo y hay todavía gente listísima que dice que aquello fue un error, qué cómo se les ocurrió plantarse a protestar sin esperar a las organizaciones revolucionarias, ellas, que estaban no se sabe dónde.
Mi opinión: que el movimiento real del comunismo pasó aquellos días por allí. Y que quien faltó a la cita fue la vanguardia capaz de dar orientación al elemento espontáneo, contradictorio, empapado del sentido común, o ideología dominante de la época, para tomar partido en la disputa ideológica que se dio desde primera hora en el seno del movimiento y entre este y toda la sociedad. Algo pudo hacerse, para que mantuviera en su programa y discurso las reivindicaciones socio-económicas frente a intentos de eliminarlas para dejarlo en un simple programa regeneracionista.
Tiempo después leí a Gramsci, que desde la cárcel nos advierte certero que “la realidad abunda en combinaciones de lo más raro y es el teórico el que debe identificar en esas rarezas la confirmación de su teoría, traducir a lenguaje teórico los elementos de la vida histórica, y no al revés, exigir que la realidad se presente según el esquema abstracto. Esto no ocurrirá nunca y, por tanto, esa concepción no es sino una expresión de pasividad”. Aquí una de esas rarezas. Y la pasividad no podía ser nuestra actitud. Ni lo fue.
Y a eso nos pusimos unos pocos de miles de militantes provenientes de casi todas las escuelas del arco político, en un sentido amplio, revolucionario, con un bagaje de luchas unitarias compartidas, logrando hacer funcionar asambleas de cientos y miles de personas y que el movimiento se sostuviera hasta ocupar el centro de la agenda política. Las elecciones municipales y autonómicas de unos días después quedaron eclipsadas. Lo que estaba en disputa iba mucho más allá. Paso largo, luces largas, en tanto que el propósito era cambiarlo todo, llevar la lucha más allá.
Esta revuelta plebeya, que partía de la conciencia de tal condición frente a la oligarquía, contribuyó a desbordar los canales de gestión de la lucha de clases vigentes hasta el momento. El 15M insufló energía a las PAH, inspiró a las Mareas, impulsó las Marchas de la Dignidad.
Pero además fue un aldabonazo para toda la izquierda política y sindical que no había entendido que llegaba el fin de una época y que no habíamos logrado articular la respuesta a la crisis ni en la calle ni en las urnas, quizás por estar demasiado integradas en el régimen como para ser la alteridad al mismo.
Las elecciones de noviembre de 2011 dejan patente la falta de representación política de un amplio sector de las clases populares. El PSOE pierde 4,5 millones de votos. El PP conquista una amplia mayoría absoluta con los mismos votos que 4 años antes. Será Podemos quien logre hacerse con esa representación, como consecuencia directa del fracaso de la política de refundación de Izquierda Unida, cuyo propósito era precisamente el proclamado por la formación morada: la ruptura democrática, el proceso constituyente, si bien con otros lenguajes y otras tácticas y técnicas.
Desde entonces sentimos el crujir permanente de las contradicciones del sistema, su reacción violenta y fascista ante el miedo; el pavor, el odio no ya a la Revolución sino a las simples reformas progresistas, promovido con bastante éxito por la burguesía y que culmina con el asedio a Unidas Podemos, y en concreto a nuestro compañero Pablo Iglesias.
No sabemos cómo acabará este largo ciclo político, el de la crisis del régimen del 78, lo que sí es que no hemos arriado ninguna bandera ni está previsto hacerlo. No me refiero a trozos de tela, sino a los objetivos estratégicos, al programa.