Ni siquiera el papa Francisco ha sido capaz de conmover en lo más mínimo las fibras del muy católico, apostólico y romano presidente de Colombia. Ni los titulares y editoriales críticos de la prensa internacional.

Iván Duque se ha atrincherado mucho más. Ha llevado la doctrina de la seguridad nacional a su más alta expresión y ha convertido la protesta popular legítima en un acto de guerra total. Y le aplica la estrategia de tierra arrasada. La de siempre. La que aplicaron en 1928 en la masacre de las bananeras, en 1948 en el Bogotazo, en 1957 en la masacre de la plaza de toros, en 1964 en Marquetalia, en 1977 en el paro cívico nacional y la de los años de terror total que asumieron en los ochenta y que siguen ampliando, extendiendo y degradando. En estas semanas e Paro Nacional aplican nuevas estrategias de terror policial en los barrios, incluyendo la violación sexual y la decapitación para infundir más terror y miedo. Aplican las recomendaciones, imposible llamarle teorías, del fascista chileno Alexis López que habla de “La revolución molecular disipada” que dice que hay que “darle tratamiento de guerra a las protestas sociales pues ellas son una de las caras que utiliza la delincuencia para tomarse el poder”. Nada nuevo. Es lo que la oligarquía colombiana ha hecho toda la vida, desde los tiempos en que descuartizaron a Galán el comunero, hace ya 239 años.

Duque desoye al papa. Para él solo existe la voz de Uribe. Acorralado por la opinión pública nacional e internacional que lo censura, con los datos de impopularidad que no ha tenido nunca ningún presidente en los últimos 30 años ha decidido atrincherarse mucho más. Le cierra las puertas en forma oficial a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que pidió autorización para visitar el país y conocer las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos, y mientras en el Congreso se discute una moción de censura contra su ministro de Defensa, da la orden de atacar militarmente barrios populares de muchas ciudades donde hay puntos de resistencia. Están utilizando la estrategia de las sombras. Cortan la luz en los barrios e inmediatamente entran las tanquetas y las ametralladoras. Piensan que nadie los ve. No saben que la noche también tiene ojos.

Durante la moción de censura intentaron que no se le diera voz a las víctimas. Algo natural. Ellos son los victimarios. Aunque se presentan como los más estrictos defensores de los derechos humanos.

Sus palabras son de descaro total.

Saben que ante la historia ya están censurados. Que la sociedad los ha censurado. No les importa. Siguen la estela de Pablo Escobar, cuando se sintió solo, acorralado y derrotado. Morir peleando. Aunque ellos no van al campo de batalla. Envían a las tropas, especialmente al temible y sanguinario escuadrón antimotines el ESMAD.
Envían a las tropas a matar, romper ojos, quebrar piernas, detener a periodistas y defensores de derechos humanos y con el dinero público compran apoyos políticos mercenarios y se gastan millones en auto reportajes y campañas de publicidad intentando lavar su sucia imagen. La estrategia también incluye la dilación. Anuncian un asomo de un posible preacuerdo de posibles temas a tratar en una hipotética negociación con el Comando Nacional de Paro. Cosa que no convence. El negociador del gobierno es el nuevo comisionado de paz. Su nombre no importa. Basta con saber que fue asesor en el ministerio de Defensa y presidente de la asociación de bananeros de Urabá, una de las grandes empresas señaladas de haber financiado al paramilitarismo que mató a miles de personas en esa región.

Estamos ante una “quiebra ética absoluta del estado”, como lo señalara Gustavo Petro en su intervención durante el debate de la moción de censura.

El debate sigue. La lucha también.

Otra larga noche en Colombia de tanquetas, apagones y disparos.

Pero como decían los jornaleros en los campos del Tolima, “cuando la noche está más oscura es porque más pronto va a amanecer”.

Y Colombia tendrá su amanecer.

Sevilla, 25 de mayo de 2021

(*) Jaime Cedano Roldán es militante comunista, superviviente del genocidio contra la Unión Patriótica en Colombia. Escritor y conductor del programa radial«Suenan Timbres»

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