Este domingo se enfrentan en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Perú el maestro de escuela Pedro Castillo y Keiko Fujimori, la hija del dictador.

En México se va a renovar la Cámara de Diputados y se elegirá a los gobernadores de quince estados. Es la primera gran prueba para Andrés Manuel López Obrador que ganó la presidencia en 2018.

La campaña peruana ha sido una cacería de guerra sucia contra el candidato de la izquierda. Keiko Fujimori ha utilizado el mismo eslogan que el PP en Madrid: comunismo o democracia. Pedro Castillo ha sufrido el acoso de la alianza de la hija del dictador con los demás partidos de la derecha, los grandes empresarios, el Opus Dei y los medios de comunicación más influyentes. Con el ruido de fondo del malestar militar y de la Administración Biden por su candidatura.

La rancia oligarquía limeña, la más racista de América Latina, se atraganta con su insulto favorito, cholo de mierda, ante el respaldo que ha acumulado un candidato inesperado que sintoniza con la rebeldía de los eternamente marginados del Perú andino, protagonistas de las formidables novelas de Manuel Scorza.

En México, el partido del presidente López Obrador se presenta en una coalición denominada Juntos Hacemos Historia. La derecha del PAN se ha aliado con el PRI (el partido que monopolizó el poder durante setenta años) en el frente opositor Va por México.

El diario progresista La Jornada ha pedido a la próxima Cámara de Diputados que democratice el sistema electoral porque “no está hecho para enriquecer las opciones políticas sino para reducirlas con el propósito de perpetuar la política neoliberal derrotada en las urnas en 2018”.