Son las voces y las imágenes de la nueva Colombia

Las voces del cambio están en las calles de todo el país. Siempre habían estado ahí, pero ahora lo hacen con el protagonismo que merecen, no en un papel de sumisión, de adormecimiento o de sufrida resiliencia, sino de lucha y resistencia.


Son las narrativas de primera línea: de jóvenes, de indígenas, de sanitarios, de madres e, incluso de abogados y de curas. Sí, definitivamente, algo está cambiando. Los cuerpos cansados de aguantar salen a las calles a marchar arriesgando su vida para que se les escuche. Para que gobernantes sordos y enquistados se den cuenta que el mundo se metamorfosea y ellos siguen en sus cuevas de “gente de bien”, con sus carros imponentes e inútiles, sus joyas tan lujosas como sosas, sus trabajos a los que no van, pero les rinden y sus casas que no llenan porque les sobran.

Mientras, en las calles, son las otras identidades, tan excluidas de la sociedad como desconocidas por el poder, las que reclaman libertades y derechos, pacíficamente, sin más armas que sus cuerpos y sus carteles y sus ganas de tener una vida digna. Van armadas y armados de esperanza. Son las otras gentes, las que no tienen ni carros, ni joyas ni casas, pero tienen compromiso y solidaridad para revertir una situación que se hace eterna e insostenible.

Esas personas ponen sus cuerpos y sus voces a las nuevas narrativas con las que, conformadas en asambleas populares, expresan lo tantas veces no escuchado. Todas ellas creen que otro mundo es posible y mejor, y que la paz, que como el verde es de todos los colores y sabores, está ahí para alcanzarla, para que deje de ser esa quimera esquiva, esa asíntota a la que llevan años acercándose sin llegar a obtenerla.

Es el momento de cambiar la historia. Estos son algunos de sus gritos para conseguirlo:

Si no puedes abrir tu mente, cierra la boca.

No somos los de antes, somos los de hoy en adelante.

La paz es de la gente, y no precisamente “la de bien”

Vamos a pintar hasta que escuchen

Si aquí la gente para, el Estado dispara por la orden del para

La dignidad no tiene precio

Quienes solo tienen aspiraciones individuales, jamás entenderán una lucha colectiva

Nunca seré tombo

Viva el paro, no más paras

El pueblo no se rinde, carajo

Fuerza, pueblo

Juntos sin miedo.

La lucha es un poema colectivo

Nos recordamos en los corazones

Como señala la revista Hekatombe, Colombia es “un estallido social contra el no futuro”.

La colombianidad se ha tomado las calles para llenarlas con pintadas, carteles, música, poesía, cultura popular de las y los de abajo que se han cansado de ser figurantes y quieren ser protagonistas de su historia y la de su país, le pese a quien le pese y le duela a quien le duela.

Ellas y ellos son las voces que faltaban en los discursos, son las manos que levantan ilusiones y demandas y que también tomarán las papeletas para alcanzar el cambio.

No más abstencionismo, no más pasotismo. La vida es con todas ellas y tienen mucho que decir. Son las nuevas narrativas de la nueva Colombia, la que siempre ha estado ahí: mestiza, afro, indígena, femenina, lesbiana, marica, heterosexual, ciudadana y política. El pueblo entero. ¡Fuerza, fuerza!