El cese del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, exigido por vigésimo noveno año consecutivo en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas por 184 votos a favor, 3 en contra (Estados Unidos, Israel y Brasil) y 3 abstenciones, reafirma la libertad de comercio y navegación ante un bloqueo anacrónico instaurado por Kennedy en 1962 y que habría supuesto para la isla unas pérdidas directas e indirectas estimadas en 110.000 millones de dólares por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y cerca del billón según el gobierno cubano. Además, la renovación automática por parte de Estados Unidos del embargo comercial a la isla atentaría contra el vigente sistema financiero y político internacional y podría suponer para Cuba pérdidas de otros 7.000 millones de dólares, abocando al régimen cubano a una asfixia económica que puede tornarse letal tras la irrupción de la pandemia.
Cuba, la obsesión de Trump
Trump adoptó como leit motiv de su presidencia eliminar todo vestigio del legado de Obama. Tras el intento de finiquitar el Obamacare, el anuncio de revisión del Tratado NAFTA y la retirada del Acuerdo de París contra el cambio climático, el siguiente paso fue deshacer los avances diplomáticos y comerciales alcanzados con Cuba bajo el mandato de Obama. Los cambios propuestos por la administración Trump tenían como intención aumentar las regulaciones y la supervisión para dificultar a las empresas estadounidenses rubricar acuerdos con Cuba así como para impedir que los estadounidenses continúen viajando al país y serían fruto de la extenuante presión de los destacados representantes cubano-americanos Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, ambos republicanos. Según un estudio realizado por Engage Cuba, la nueva política “le costaría 6.600 millones de dólares a la economía estadounidense y afectaría a 12.295 empleos durante el primer mandato de Trump”.
Por su parte, Mike Pence anunció la implementación de nuevas medidas contra dos compañías que transportan el crudo venezolano hasta Cuba así como contra los 34 buques que utiliza PDVSA para tal cometido con el objetivo de provocar la “asfixia energética de Cuba” mediante la amputación del cordón umbilical con Venezuela, siguiendo la teoría expuesta por Sherman Kent en su libro Inteligencia estratégica para la política mundial estadounidense (1949). Según Kent, “la guerra no siempre es convencional, una gran parte ha sido siempre realizada con armas no convencionales, armas políticas y económicas”.
Siguiendo con la escalada represiva, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos impuso sanciones a la empresa estatal cubana Cubametales por “su continuada importación de crudo venezolano y apoyo al gobierno del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro”. Como consecuencia de esta medida, quedan congelados los activos que la empresa pueda tener bajo jurisdicción estadounidense y quedan prohibidas las transacciones financieras con entidades estadounidenses pues Cubametales sería, según Washington, “responsable de garantizar el total de las importaciones y exportaciones de combustibles desde y hacia Cuba”. El objetivo era que la isla se viera abocada a una asfixia de resultados imprevisibles tras el hundimiento del turismo provocado por la pandemia. En el paroxismo de la insolidaridad, la Administración Trump bloqueó las compras y entregas de mascarillas, ventiladores pulmonares y demás insumos sanitarios básicos para el tratamiento de pacientes con Covid-19. El objetivo de la Administración Trump era conseguir el desabastecimiento total de petróleo, alimentos e insumos sanitarios vitales para hacer tambalear el actual status quo de la isla y como traca de despedida volvió a incluir a Cuba en la lista de “Estados patrocinadores del terrorismo” hasta completar la cifra récord de 240.
¿Se esfuma la esperanza Biden?
La utopía sería el camino para alcanzar un sueño que llevaría implícito en su potencia la facultad de devenir en acto concreto siendo preciso transitar por la senda marcada por il poverello d´Assisi: “Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible”. Así, la utopía sería la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, destino final de un recorrido jalonado por lo necesario (finiquito del bloqueo energético) y lo posible (suspensión del anacrónico bloqueo), hasta llegar a lo que parecía imposible (normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos).
Joe Biden, en una entrevista concedida a la cadena CBS, aseguró que “en el supuesto de ganar las elecciones, retomaré la política llevada a cabo por Barack Obama hacia Cuba”, lo que podría traducirse en un futuro mediato en un cambio sensible en las relaciones cubano-estadounidenses y en este contexto se enmarcaría la petición del think tank Cuba Study Group (CSG) a la Administración Biden de “un compromiso diplomático renovado con Cuba”. Dicho grupo de análisis, presidido por el empresario Carlos Saladrigas, representaría a la tendencia moderada de la comunidad cubanoestadounidense y estaría compuesto por destacados empresarios y activista políticos que participaron en mejorar las relaciones con Cuba durante la presidencia de Obama.
En su petición a la Administración Biden, destaca que “una política de acercamiento hacia Cuba resulta vital para promover los intereses nacionales de Estados Unidos y un futuro más libre y próspero para el pueblo cubano”, al tiempo que adjunta una agenda sobre los pasos necesarios para conseguirlo lo que podría ser un primer borrador para traducir la utopía en realidad. El camino a recorrer estaría jalonado por los retos del finiquito del bloqueo energético, la retirada de Cuba de la lista de “Estados patrocinadores del terrorismo”, la derogación de la Ley Hemls-Burton y finalmente la suspensión del anacrónico bloqueo vigente desde 1962 que daría paso al intercambio de embajadores y a la anhelada normalización de las relaciones entre. Sin embargo, en una entrevista concedida a la CNN, el asesor de Joe Biden para América Latina, el colombiano Juan González, descartó un nuevo deshielo con Cuba y aseguró que “Joe Biden no es Barack Obama en la política hacia la Isla”, al tiempo que añadió que “el momento político ha cambiado de forma importante”, con lo que quedaría demostrada la miopía geopolítica de la Administración Biden que podría generar un vacío en el Caribe de resultados imprevisibles en plena Guerra Fría 2.0 entre Estados Unidos y Rusia.
Analista político