Ya solo faltan menos de trescientos sesenta días para que Iván Duque entregue la presidencia de Colombia, tiempo que puede pasar rápido o puede parecer una eternidad, diría Perogrullo. Rozando el 70 por ciento de desprestigio y desaprobación, Duque no tiene el más mínimo chance para la reelección, y él lo sabe. Es consciente de que llegó a la presidencia sin tener ningún merito propio, ningún caudal electoral, ningún ideario. Sin mochila de nada. Llegó porque Uribe quiso. Por ello su estancia en el palacio presidencial ha sido como la de un arrimado. Y ha intentado ser – o por lo menos aparentar- que era “El de la casa”, pero no lo consiguió.
Hizo todos los esfuerzos posibles para tener amigos, para ser bien recibido y aceptado en el exquisito círculo dorado del uribismo y para lograrlo les dio de todo: embajadas, ministerios, consulados, contratos ultramillonarios. Para que no tuvieran problemas con la justicia les entregó la Fiscalía General y la Procuraduría. Y también la Defensoría del Pueblo, por si acaso. Todo.
Pero nada. Lo siguieron mirando como un arrimado, como el bobo de la manada y como el gran culpable del desastre del uribismo.
Montó fiestas interminables y parrandas memorables con reguetoneros, vallenatos, mariachis, tunas, y nada. El más reciente regalo fue nada más y nada menos que setenta mil millones de pesos, que estaban destinados en el presupuesto para llevar Internet a las escuelas de las zonas agrarias más remotas y que terminaron en oscuras cuentas en Estados Unidos. Nada. Y no fue precisamente porque el peso bajo su gobierno tiene la devaluación más grande de la historia. Eran setenta mil millones y eso es una inmensa fortuna.
Mucha gente se extraña de que Iván Duque siga siendo presidente a pesar de tantos fracasos, escándalos y la absoluta evidencia de que está al frente de un gobierno corrupto, mafioso y violento. La primera razón es que Colombia es un alfil muy importante en la estrategia regional de los Estados Unidos, en sus maniobras subversivas contra Venezuela, Cuba y el conjunto de países progresistas. Colombia fue clave en el llamado grupo de Lima que bajo la custodia yanqui aglutinaba a la extrema derecha latinoamericana, grupo que hoy está en proceso de desaparición. Por estas razones la justicia estadounidense ha sido benevolente con Uribe y en los últimos tiempos con Duque y aunque la política yanqui ha fracasado, Colombia seguirá siendo un aliado necesario. Con Uribe y con Duque se cumple aquella famosa frase de Franklin Roosevelt sobre Somoza, “Es un hijueputa, pero es nuestro hijueputa”, y la otra razón por la que Duque no ha caído, ya la expresamos, porque le entregó todo el poder a las mafias políticas a cambio de su apoyo, que tiene que comprar día a día, ello explica el torbellino ascendente de los casos de corrupción.
Por primera vez en la historia de Colombia las fuerzas políticas que han sostenido el poder biparditista y el presidente que los representa tienen un índice tan alto de impopularidad, mientras el candidato de la oposición popular, no de la alternancia, lidera cómodamente las encuestas en medio de fuertes anhelos de cambio dentro de la población.
Esto no significa que todo esté definido.
Los partidos del establecimiento siempre han vivido bajo el desprestigio, pero con dinero, prebendas, compra de votos y amenazas han podido conseguir los votos necesarios para perpetuarse. Contando además con el apoyo de la Registraduría, la que cuenta los votos, que se ha denunciado tiene contratos para el manejo de sus sistemas operativos con la misma empresa que contrató a los mercenarios que mataron al presidente de Haití. Denuncias graves que pasan desapercibidas.
Coinciden los analistas en que que viene una campaña electoral muy dura, muy bronca. Muy enmierdada, dijo Yezid Arteta. Lo importante es que hay positivas perspectivas y sobre todo hay procesos comunitarios andando, aunque algunas estrellitas poco ayudan promoviendo sus candidatas y candidatos desde sus cuentas de Twitter. Lo positivo es que parece que el candidato prefiere dialogar más con los primeros que con las segundas y está retomando el talante pedagógico en sus discursos, como en la anterior campaña.
Una nueva etapa progresista se abre en América latina y esta vez parece que Colombia si podría ser parte de ella.
Sevilla, 15 de agosto de 2021
(*) Jaime Cedano Roldán es militante comunista, superviviente del genocidio contra la Unión Patriótica en Colombia. Escritor y conductor del programa radial«Suenan Timbres»
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