Una retirada, por muy justificada que sea, es una derrota aplazada. Una retirada caótica, como la de Estados Unidos en Afganistán, es una derrota total, definitiva, por mucho que se quiera ocultar el desastre con argumentos tales como que se ha cumplido la misión para la que el ejército invasor fue a Afganistán.

Los paralelismos con la invasión soviética no resisten en este caso mucho: desde que los soviéticos se retiraron hasta la caída del gobierno que apoyaron transcurrieron tres años. Mucho comparado con los pocos días que ha durado el gobierno afín a la administración Biden.

¿Cómo es posible que EEUU no haya ganado la guerra? ¿Por qué no ha terminado con la producción de opio y heroína? ¿Para qué han servido dos billones de dólares en gasto, sobre todo militar?

Es conocido que gran parte del dinero ha servido para enriquecer a la clase política corrupta afgana que, a cambio de dólares, ha colaborado con la ocupación militar y se ha despreocupado de gobernar defendiendo los intereses de sus compatriotas. El ejército afgano, bien armado y pagado por los estadounidenses, no ha resistido el más leve combate contra pocos miles de talibanes dado que tras él, tras sus mandos, la corruptela campaba a sus anchas y es bien sabido que la moral de un combatiente se derrumba si es conocedor de que sus dirigentes están más preocupados por su bien particular que por el de sus conciudadanos.

Los hechos parecen confirmar que los grandes beneficiados de estos veinte años de ocupación han sido las industrias armamentísticas estadounidenses y las compañías de contratistas (en otras palabras, mercenarios) que han medrado gracias a la guerra y a los ingentes recursos procedentes de EEUU y sus aliados.

A EEUU, como ya vaticinó Assange hace años, le interesaba una guerra corta: una guerra larga, en cambio, permitía lavar dinero negro y enriquecer a los más interesados en un conflicto intenso y lejano de sus domicilios.

EL RÁPIDO AVANCE TALIBÁN

Si es cierto que los servicios de inteligencia estadounidenses se equivocaron al estimar el avance talibán, habría que saber qué hizo que menos de cien mil combatientes, peor armados teóricamente que los trescientos mil soldados del gobierno afgano apoyado por EEUU, avanzaran con rapidez y tomasen casi sin enfrentamientos el país en su totalidad.

La explicación quizá sea que los ejércitos aliados controlaban esas ciudades y poco más. El resto del país, con sus ciudadanos, permanecía, si no bajo el control de los talibanes, sí lejos de la influencia “positiva” del invasor. Sin la presencia de esas tropas, con el apoyo aéreo fundamental que las mantenía a salvo de los talibanes, los soldados afganos leales al gobierno se han encontrado solos, con unos mandos sin ideas claras, sin una aviación potente que los apoyara y, sobre todo, en un país cuya población estaba harta de la presencia extranjera y ha preferido, hay que decirlo, lo malo conocido que la imposición de unos foráneos. Las tropas gubernamentales no han luchado apenas y se han rendido y entregado sus armas a los nuevos conquistadores.

Lo que tenemos en Afganistán es un país fundamentalmente poblado por campesinos y ganaderos, con ciudades poco desarrolladas y solo algunos focos de relativa occidentalización, como la propia capital, Kabul. De ahí que esa huida masiva que no parece haberse producido en el resto del país ante el avance talibán, sí que se está viendo en la capital.

AEROPUERTO DE KABUL. FIN DEL TRAYECTO

El aeropuerto de Kabul, en definitiva, se convirtió en la única salida, la escapatoria a una represión segura, de los simpatizantes del nuevo orden que quiso implantar EEUU, sus colaboradores y sus familias. También para aquellos que no comulgaban en absoluto con las ideas extremistas de los nuevos amos de Afganistán.

El resto del país, abandonado a su suerte, se limita a contemplar el avance talibán, si bien es cierto que en los últimos días hay indicios más que suficientes para pensar que el conflicto en Afganistán va a perdurar, aunque ahora más interiorizado y enfrentando a fracciones rivales de los talibanes o a estos con otras tribus o contra parte de la descontenta población civil.

Y esto será posible debido al caos engendrado por veinte años de guerra, violencia y corrupción, y por la ingente cantidad de armamento que EEUU han facilitado, por acción u omisión, a los combatientes afganos de cualquier tendencia.

(*) Francisco José Segovia Ramos es escritor granadino y funcionario.

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