Veinte años después, con decenas de miles de muertos, miles de desplazados y refugiados, las infraestructuras destruidas, el país desgobernado, la producción de opio y heroína en niveles máximos y los talibanes volviendo al gobierno de nuevo, la credibilidad de EEUU y su política internacional hace aguas y amenaza con hundir sus futuras acciones imperiales en cualquier otro lugar del mundo.
Falta de credibilidad en el Pentágono
Que el gobierno de Joe Biden, demócrata, haya ejecutado lo que ya pergeñó el republicano Trump [1], esto es, la retirada inmediata y sin tapujos de las fuerzas estadounidenses, y por efecto dominó de sus aliados, dejando al gobierno afgano a su suerte, y conociendo, por propias fuentes de la inteligencia estadounidense, que la caída de la capital Kabul y del gobierno era cuestión, como máximo, de noventa días, pone en duda la lealtad que los estadounidenses profesan a cualquiera que no sean ellos mismos.
Se barrunta que en Iraq puede suceder más de lo mismo, máxime cuando hay críticas desde el gobierno iraquí y gran parte de la sociedad [2] por la presencia militar estadounidense, infundada dado que no existen focos terroristas importantes ni hay que temer una toma del país por parte de grupos similares a los talibanes. También en los combatientes contra el régimen de Al Asad que luchan en el norte de Siria. Si EEUU los abandona, hecho que no es de descartar en los próximos meses, el gobierno sirio ocuparía las zonas que aún permanecen en manos foráneas y, tal vez, su único enfrentamiento serio estaría en la presencia de fuerzas turcas en sus fronteras más septentrionales.
Va a ser complicado que la administración Biden recupere la credibilidad internacional. El propio presidente empezó su mandato con dudas, acrecentadas por sus desaciertos y falta de iniciativas progresistas. Guantánamo, con sus prisioneros sin juicio, sigue abierto, y el bloqueo a Cuba o la presión a Venezuela continúan sin que se vea indicios de que vaya a cesar este despropósito heredado de anteriores administraciones de todo signo político.
La actitud de occidente con el nuevo Afganistán
Es más que posible que los estados limítrofes con Afganistán pacten o al menos reconozcan con matices al gobierno talibán. Necesidad manda y cualquier intento de control de los talibanes no va a pasar por una nueva invasión ni por sanciones que pueden provocar un efecto rebote con resultados devastadores para esos países que hacen frontera. Occidente se llevará las manos a la cabeza, criticará los acuerdos, hablará de derechos humanos o de fomento del terrorismo, pero lo hará desde la distancia y dando la espalda a los flujos migratorios que provocó su invasión. Los necesitados de hoy se convertirán en la molestia de mañana, igual que pasó con los libios, iraquíes o sirios.
Si EEUU y sus aliados deciden aplicar las mismas medidas que están ejecutando contra Venezuela, Cuba o Irán, que solo provocan más hambruna, carestía y desabastecimiento, y que solo perjudican a los pueblos que pretenden “liberar”, se equivocarán. Cierto es que sus medios de comunicación, adalides de la mentira o de las verdades a medias, promoverán entre sus ciudadanos el concepto de un estado “demoníaco” al que no hay que dar ni agua. Pero no dar agua a los talibanes no va a hacer que renuncien al poder, y perjudicará aún más a la mayoría de la población. Por otra parte, ceder en parte a cambio también de una moderación en las posturas ideológicas y religiosas de los talibanes puede ser una opción viable, aunque muy fantasiosa dado el fanatismo que inunda las venas de cualquier talibán.
El futuro de Afganistán
No se prevé un futuro agradable para el pueblo afgano, más para las mujeres y las niñas, doblemente condenadas por su pobreza y por su sexo. Los talibanes no parece que vayan a hacer componendas ni ceder en sus radicales posiciones con respecto a los derechos de la mujer por mucho que prometan mejoras o digan que han cambiado [3]. Mal futuro para más de la mitad de la población.
El nuevo gobierno talibán se va a enfrentar con ingentes problemas. Dejarán de ser combatientes y se convertirán en gobernantes de todo un país, algo que ya hicieron durante varios años con consecuencias catastróficas y terribles y sangrientas acciones. Ahora, además, se encuentran infraestructuras destruidas y una economía basada, casi en su totalidad, en el cultivo del opio y la heroína.
Una alternativa puede ser derechos humanos y eliminación de esos cultivos a cambio de reconstrucción de infraestructuras y aporte de grandes cantidades de dinero. En lo primero podrían estar, con sus recursos, China y Rusia, y en lo segundo el gigante asiático, siempre con una amplia visión comercial y estratégica. A cambio también de esas ayudas, los enormes recursos del país estarían a disposición de las dos potencias.
Pero si el gobierno talibán hace eso y renuncia al cultivo del opio que le da dividendos para comprar armas, puede empezar a depender de la ayuda externa y a perder ingresos propios. Es decir, si abandona una fuente de ingresos controlada por los talibanes para depender del flujo monetario del exterior, se vería abocado a lo que, precisamente, combate el movimiento talibán en particular y los afganos en general: la injerencia externa.
Conclusiones
Lo más difícil en la actualidad es sacar conclusiones, que se pueden mostrar desacertadas, desafortunadas o equivocadas, porque los acontecimientos en Afganistán cambian de un día para otro.
Pero es seguro que se va a convertir en un Estado apestado, lejos de los flujos comerciales importantes, en poder de un gobierno radical e intransigente. Sus vecinos le dejarán hacer o intentarán negocios con Afganistán mirando para otro lado en cuanto se toquen los derechos humanos.
Occidente lanzará su campaña de acoso y derribo y, posteriormente, relegará a Afganistán y su gobierno a un conveniente olvido. Incluso puede que nos volvamos a encontrar con un acuerdo entre talibanes y estadounidenses para según qué fines. No sería la primera vez [4].
Mucho hay que temer que los halcones de Washington, al apartarse del avispero afgano, hayan enfilado sus ojos a un nuevo objetivo, quizá no muy lejos de sus fronteras. Quizá en el sur del continente americano.
Solo el tiempo y la Administración Biden dirán si se generará otro foco de negocio para la industria armamentística. Pero, no nos olvidemos, el mercado manda.
NOTAS:
3. Las mujeres de Afganistán no se creen las promesas de los talibanes (antena3.com)
4. EE. UU. y los talibanes firman un acuerdo de paz para retirar tropas de Afganistán (france24.com)
Escritor granadino y funcionario