María Teresa León Goyri. La alegría revolucionaria
Julia Hidalgo Argüeso. Prólogo de Irene Montero Gil. Ilustrado por Denis C. LindseyAtrapasueños, 2021

Si a día de hoy la articulista, guionista, novelista, dramaturga y la mujer que ha escrito el mejor libro memorialista de nuestra historia reciente, “Memoria de la melancolía”, sigue siendo para la mayoría una desconocida es por su condición de mujer feminista, comunista y republicana. Nuestra historia no es entendible sin María Teresa León Goyri.

María Teresa nació en Logroño en 1903, hija de un coronel de artillería sevillano. Desde muy joven fue una adelantada a su tiempo, siendo expulsada del colegio Sagrado Corazón por leer a Victor Hugo, Dumas y Galdós, y desde muy joven también empezó a escribir en El Diario de Burgos. Lo hizo con el seudónimo de la heroína de D´Annunzio, Isabel Inghirami. Las mujeres no podían tener vida pública, la fuerza del patriarcado no permitía a las mujeres tener su propia vida. Se casa a los 17 años con Gonzalo de Sebastián con el que tuvo 2 hijos, Gonzalo y Enrique, pero cuando el matrimonio fracasa y María Teresa se separa es despojada de todos sus derechos como madre. Hay durante toda su vida una gran carga de renuncia y de sufrimiento. María Teresa sin embargo fue una mujer muy vital, amante de la lectura, el conocimiento y la escritura, y a lo largo de toda su vida no solo escribió novelas y guiones de teatro, también publicó muchos artículos en el Diario de Burgos, en El Sol, en El Mono Azul, en Octubre.

Nos dijo que nos dejaba el entusiasmo por la vida, pues nada más tenía, pero nos dejó mucho más. Nos dejó una vida de defensa de principios, de lucha por la libertad y en defensa de la República y una vida llena de solidaridad. En sus años de crecimiento tuvieron mucha influencia su propia madre y su tía María Goyri, la primera mujer que aunque acompañada del rector y sentada al margen del resto de los alumnos, fue la primera doctorada en una universidad española. En casa de María Goyri y su marido, Menéndez Pidal, consigue ver el mundo desde otras claves. Allí no solo lee sino que participa de conversaciones, ideas y reflexiones nuevas y progresistas.

En 1929 viaja a Madrid con el apoyo de su madre. Le asfixiaba el mundo de provincias, y quería conocer a otras mujeres y hombres de la intelectualidad madrileña. Allí conoce a Doña María de Maeztu, fundadora de Lyceum Femenino, a Cenobia Camprubí, con la que desarrolla una gran amistad, a Concha Méndez y a todos aquellos magníficos creadores de la Generación del 27. En el Lyceum las mujeres del 27 se reunían, compartían creaciones y hablaban de la situación de España. También se daban conferencias. Uno de los conferenciantes fue Rafael Alberti y desde el momento de ese encuentro se enamoran con un amor que para María Teresa duró toda su vida. A partir de ese momento ella siempre diría que su voz no era un eco sino que siempre tenía respuesta, que ya no estaba sola y que ya no hablaba ni con las paredes ni con los muros. La primera decisión que toma fue divorciarse de Gonzalo de Sebastián y casarse en 1933 con Rafael Alberti. Pero también toma una decisión fundamental en su vida: la de ingresar en el Partido Comunista de España y lo hace desde su concienciación feminista en su lucha por los derechos de la mujer. Tenía muy claro lo que era ser una mujer comunista, así en la revista Octubre escribiría: “se trata de terminar con una sociedad de clases, basada en la desigualdad y concluir con la plusvalía”. Decidió, habiendo nacido en el seno de una familia burguesa, tomar partido por los de abajo. “Se respira mal cuando se tiene el aire para uno solo”. Desde ese momento su vida fue la de defender las ideas feministas, comunistas y republicanas. Durante la República crea las Guerrillas del teatro, llevándolas a todos los pueblos de España; había que elevar, decía ella, la cultura del pueblo.

Viajó por todo el mundo pidiendo la solidaridad para la República de España, estuvo por toda Latinoamérica, Nueva York, Moscú, La Habana… entrevistándose con todos los grandes dirigentes incluido Stalin, con el que tuvo, junto con Alberti, una reunión de más de dos horas. A la salida un coronel les dijo que nunca había tenido una reunión tan larga. Stalin quedó impresionado, no solo por la belleza, sino por la inteligencia y la capacidad organizativa de María Teresa León. Estos viajes se hicieron siempre a través del Socorro Rojo.

A partir del golpe de estado fascista en España, el papel de María Teresa sigue siendo fundamental. No solo había contribuido organizando los congresos de escritores y la Alianza de Intelectuales Antifascista, sino que mandatada por la Junta de Patrimonio Artístico de la República se dedica a salvar el Museo del Prado, el Palacio de Lidia y el Tesoro Sacro de Toledo. Gracias a ella y a esos milicianos de alpargatas, las Meninas, el Carlos V de Tiziano y todas la obras de arte del Ducado de Alba fueron trasladadas a Valencia con destino a la Sociedad de Naciones.

Cuánto debe este país a esta mujer silenciada que marchó a un exilio de 23 años, donde tuvo a su hija Aitana y donde al final, en Roma, su memoria empezó a dispersarse. El 27 de abril de 1977 vuelve a Madrid en un avión de Alitalia, un avión del que baja un pletórico Rafael Alberti, un poeta que volvía del exilio y que sería diputado pero nadie sabe que dentro del avión está María Teresa y su hija Aitana. El silencio, eso que ella temía “más que las balas” se cierne sobre ella. Ella que fue combatiente de una guerra inacabada y que quería volver a Madrid montada en un caballo blanco, vuelve envuelta en silencio e invisibilidad.

María Teresa nos deja un 13 de diciembre de 1988 en un geriátrico de Majadahonda y se va sin hacer ruido, en silencio siendo enterrada el día de la mayor huelga general del país.

“Cuando yo no pueda recordar, recordad vosotros por mi”.

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