“A la memoria de Maribel Alonso, poeta de versos muy bien hechos y dichos, que se nos fue en agosto por sorpresa”

Ya sabemos que la pandemia nos ha montado una crisis existencial, material y emocional. Nos hemos tropezado con nuestro retrato más íntimo frente a la imagen colectiva y encontramos detalles de la composición que no nos gustan porque quedan por debajo del nivel de apariencia que nos habían prometido cuando nos hicimos adictos consumidores de las ofertas de un sistema que llama “fidelización de clientes” a nuestra alienación sociopolítica y económica.

Por supuesto, tratamos de resistir ante los intereses del Capital que se apoyan en estrategias muy inteligentes, fabricadas y desarrolladas por malvadísimos a sueldo y organizados en múltiples instituciones universitarias, militares e industriales.

Sus malas intenciones aplican técnicas muy trabajadas que reciben nombres rimbombantes: guerras híbridas, golpes blandos, manipulaciones mediáticas, guerras de cuarta o quinta generación… El campo de batalla está en Internet, en el Big Data, en la dictadura de los algoritmos, en la inteligencia artificial.

Ya sabemos que nuestra salud mental está amenazada y que la intelectual y sociopolítica se tropieza con una agotadora “guerra de ideas”, uno de cuyos objetivos es, como advierte Daniel Bernabé, fragmentar la identidad de la clase trabajadora. Parece que estamos viviendo en una “trampa de la diversidad” en la que la fuerza de lo colectivo se diluye en el irremediable individualismo de lo identitario.

Pero algo más, que es típico del momento, nos amenaza: la discutible calidad argumental y la altura del debate. Y de todos los intercambios de opinión que cabe seguir en las páginas de los periódicos, las tertulias de tv y las declaraciones políticas sobre lo que podríamos titular “la cuestión femenina y la lucha contra el reformismo” (como escribiera hace años Clara Zetkin), es el debate en el que nos estamos retratando, a propósito de la tramitación de la llamada “Ley Trans”, el que afecta colateralmente al posicionamiento de la izquierda a propósito de las reivindicaciones y luchas del movimiento feminista.

No entro en detalles sobre los y las protagonistas de tanto intercambio agrio de opinión, simplemente echo de menos a Inessa Armand, Clara Zetkin, Nadezhda Krupskaya o Alexandra Kollontai, que dejaron escritos luminosos argumentos sobre los derechos de las mujeres y de la infancia, la participación política de las mujeres, la reestructuración revolucionaria de la familia y la muy nombrada y debatida teoría de satisfacer el impulso sexual como “beberse un vaso de agua”, argumentos que pueden encontrarse fácilmente en Internet y cuya lectura me permito recomendar vivamente porque la claridad de ideas que transmiten y la brillantez de la estructuración de tan ponderados razonamientos nos vienen muy bien para contrarrestar tanto desencuentro actual resentido, mohíno y pesado. Y no se pierdan la entrevista de Clara Zetkin a Lenin para apreciar lo que es una crítica al reformismo burgués con un destello tal de actualidad que dan ganas de mandar el mensaje a lxs postmodernxs de ahora.