Llevo tres décadas militando en la crisis de la izquierda y estoy harto. Empezar a militar cuando se hunde la URSS y se suicida el PCI hace que tengamos una coraza que te permite seguir luchando. Pero toda coraza es un límite para el crecimiento.

La URSS se hundió por un fallo catastrófico (algo de lo que debemos aprender) y en Italia pasó como en todo suicidio: no sirve de nada pero hace desaparecer el dolor…y la vida.

En España tuvimos la fortuna de contar con Julio Anguita, que fue la esperanza, quien nos hizo sentirnos orgullosas/os de nuestra lucha. Julio Anguita fue la respuesta contra el hundimiento, contra la tentación de arroparnos en la social-democracia. Puedo entender el agotamiento y la falta de orientación de las compañeras y compañeros que se dirigieron hacia la social-democracia, directamente o a través de la Nueva Izquierda. Sin embargo, creo que no es mutua la comprensión hacia las que defendimos la moral comunista, esa orgullosa forma de ser moralista que tenía Julio. Él sí entendió el tiempo que nos tocó vivir.

Pero la crisis de la izquierda no solo es el resultado de la coyuntura internacional. El eurocomunismo, de la mano de Carrillo, a base de querer alejarse del estalinismo copió muchos de sus hábitos: expulsiones de disidentes, condena de la discrepancia, llenar de mierda, en definitiva, a quien dice algo diferente o significa una amenaza para tu ambición. Debemos romper con cualquier asomo de esta cultura que tanto ha deteriorado al partido.

En un partido grande, el que viene a medrar se nota menos. En un partido adelgazado, es un espectáculo penoso.

Que estemos encerrados en nuestras cosas nos hace aparecer como extraterrestres ante la clase trabajadora. Un viejo comunista, de los que procuraban transmitir su experiencia y conocimientos, me dijo siendo yo muy joven que un comunista debía estar en su asociación de vecinos/as y en su sindicato. Una lección para construir un partido de activistas.

Queremos, con acierto, unir fuerzas, proyectarnos junto con otras organizaciones para construir una mayoría social. Pero ninguna de las organizaciones que confluimos hemos hecho las tareas. La falta de desarrollo en los territorios es un eufemismo que oculta la escasa implantación en los barrios, pueblos y centros de trabajo. No hay alternativa: o construimos organizaciones de activistas o nos hundimos como vemos hundirse a otros partidos sin bases.

Y en esto llegamos al gobierno de la nación. Y mucho se está hablando de lo complicado que es estar en un gobierno de coalición con el PSOE. Sin problemas para subscribir estas reflexiones.

La rebelión que inspira este artículo tiene su origen en la observación. No entiendo cómo para partes de las organizaciones que confluimos estar en el gobierno se vive como algo ajeno. Quizás porque la vida interna nos consume el intelecto.

Y hay quién dispara a dar, como nuestro ex, Gaspar Llamazares (El héroe y la ‘voluntad de Estado’ frente al centenario del PCE (eldiario.es)). Sería fácil responderle que, frente a los dos diputados que consiguió que tuviera IU, hoy no solo tenemos un grupo parlamentario mucho más grande sino que estamos en un gobierno de la nación, aun estando en minoría. O, en lo que se refiere al PCE, que se empeñó en confrontar con el partido.

La rebelión que inspira este artículo se produce porque sabemos que una organización entra en crisis de desaparición cuando no es consciente del momento histórico en el que vive, cuando las preguntas y las respuestas nada tienen que ver con las que se hace la clase trabajadora o ese extraño magma en que se ha convertido.

El agotamiento del modelo neoliberal actual provoca una inmensa inseguridad en el conjunto de trabajadoras y trabajadores. Unida a la crisis de la pandemia, se ha producido un pánico que ha estado a punto de ser capitalizado por la extrema derecha. Sólo el revalorizar lo público, poner el Estado al servicio de las necesidades del pueblo, está consiguiendo contener una situación que nos llevaba a contemplar la salida autoritaria de la derecha como posible.

Y ahora podemos detenernos en los varios fallos que cada cual observamos. Pero el valor de estar en el gobierno es volver a darle contenido de clase al Estado, prestigiar al Estado como un instrumento útil para la clase trabajadora. No es entendible que la izquierda blanda alabe que Joe Biden vuelva al camino del gasto público y no se valore el esfuerzo de los ERTEs, del intento de Ingreso Mínimo (que debe ser desbloqueado por Unidas Podemos), la subida del SMI, la ley Riders o afrontar la reforama laboral.

Que sí, que vemos los errores. Lo cierto es que las organizaciones que confluimos deberíamos ser las primeras en reivindicar en la calle lo que no ha sido atendido por el gobierno. Así, deberíamos estar en la calle reclamando la nacionalización de las eléctricas, contra la oposición de la patronal a la recuperación de derechos laborales, contra las resistencias a que el Estado regule el precio del alquiler y otras que han surgido y surgirán. Empujar para la transformación social.

Para quien ha vivido la época del pensamiento único, del no hay alternativa y la conversión en liberales de la mayoría de la izquierda, volver a darle valor a la intervención del Estado está haciendo cambiar la percepción popular de lo público.

La enormidad de la tarea y nuestras debilidades nos hacen ver un panorama confuso. Es nuestra obligación dar claridad a nuestras acciones y mostrar que hay un plan general para cambiar la sociedad.

Hoy es urgente la construcción de una mayoría social que construya una sociedad más justa e igualitaria. Por eso no entiendo que Gaspar escriba en este momento un artículo como éste. No es el momento de comparar el liderazgo de Pablo Iglesias con el suyo. Esa dichosa manía de los ex jefes en reivindicarse y decir que con él todo iba mejor, cuando además es mentira. Pero sobre todo, digámoslo sin complejos, también las compañeras y compañeros de Izquierda Abierta tendrán que aportar para la construcción de esta mayoría social.

Construir mayorías, darle valor y sentido de clase al Estado, construir el espacio público y común en cada pueblo y ciudad, construir organizaciones de activistas, hacer amables nuestros espacios, defender los valores democráticos amenazados por la derecha…tanta tarea que no tenemos tiempo para lo de siempre.

Militante del PCE