Seguro que habéis leído en alguna parte o escuchado el término “Agenda 2030”. Algunos creen que se trata de la piedra que falta para la caída de Occidente, otros muchos pasan y algunos pocos más creen que es algo positivo. ¿Los comunistas y los que creemos en la justicia social debemos estar a favor de la Agenda 2030? ¿Tiene algo de feminista?
Para haceros un breve resumen, la Agenda 2030 está basada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, son una nueva vuelta de tuerca para tratar de hacer posibles los derechos humanos en todo el planeta. De esta forma, según la teoría, se podría erradicar la pobreza, favorecer el sostenimiento ecológico y mejorar la vida y perspectivas de futuro de los habitantes de este planeta. Como decíamos, esto es lo acordado y lo escrito, y evidentemente, dista mucho de la realidad, pero también sabemos que debemos exigir lo mejor. Al fin y al cabo, son nuestras vidas las que están en juego. Estos objetivos de los que hablábamos se componen de 17 puntos concretos y en 2015 se acordaron que se tenían 15 años más para cumplirlos, de ahí surge la famosa Agenda 2030. No deja de ser una hoja de ruta para conseguir lo que la ONU desde su fundación en 1945 lleva persiguiendo, tan solo que adaptada a los retos actuales. No nos encontramos delante de un gran proyecto de ingeniería social o del nuevo manifiesto comunista; la Agenda 2030 a lo sumo trata de recoger el testigo de los grandes pactos de posguerra para “reconstruir” la sociedad del mañana.
La ONU, que últimamente es más estéril que el discurso de una miss, está también en la línea de ésta en sus demandas: comenzando por la paz mundial, el fin de las guerras y el hambre, hasta del “empoderamiento femenino”. No me parece nada mal, solo que, como todo en este mundo, al final la realidad se acaba por imponer, y ésta no es tan bonita como la historia que nos montamos en nuestra cabeza. Para solucionar los problemas de este mundo se necesita algo más que buena voluntad y algo de consenso. Ya de paso, podríamos poner como ODS la regulación mundial de los precios de la luz –puestos a pedir, que no quede-. Realmente, el objetivo número 7 se trata de eso, de conseguir energía asequible para todos y no contaminante, así que quizá no van tan mal encaminados dichos objetivos…
Si bien no es algo revolucionario, sí creo que es una propuesta humanista a la que deberíamos sumarnos en su defensa, no solo desde un gobierno determinado y vistiendo un pin, sino con actos y estrategias que nos permitan cumplir todos los objetivos que marca la ONU en 2030. Ser un país desarrollado no es que crezca más el PIB, sino que el bienestar sea generalizado. En este caso, la Agenda 2030 está en la dirección de nuestras demandas.