A primeras horas de la mañana del jueves 21 de octubre de 1971 decenas de periodistas se aglomeraron ante la puerta de la embajada de Chile en Francia. Una noticia procedente de Estocolmo, anhelada durante largos años por Pablo Neruda y retrasada por las maniobras de la CIA en el marco de la guerra fría cultural, empezaba a dar la vuelta al mundo: la Academia Sueca había concedido el Premio Nobel de Literatura al creador del Canto general.
Acompañado por Matilde Urrutia y Louis Aragon, Neruda ofreció unas primeras declaraciones a la prensa que interrumpió para conversar con el presidente Allende por teléfono. “Quisiera que este Premio beneficie la lucha por la libertad en América Latina, la riqueza de la cultura latinoamericana y el desarrollo del potencial creador de nuestro continente”, comentó a los periodistas. Fue el tercer escritor latinoamericano y el sexto en lengua española que logró un galardón que entonces estaba dotado con cuatrocientas cincuenta mil coronas suecas, unos noventa mil dólares. Una parte la donaría a su Partido Comunista para la compra de la nueva imprenta de la sociedad Horizonte.
Aquella misma tarde, Augusto Olivares, director de la Televisión Nacional, logró conversar por teléfono con Neruda: “Estoy como aplastado… pero aplastado por una felicidad que me desborda. Este premio se lo dedico a todos los chilenos. Ojalá que se sientan tan orgullosos como yo”.
En Chile, el Premio Nobel fue acogido como un gran logro nacional. A la una de la tarde, el presidente Allende leyó una declaración ante los medios de comunicación: “Este galardón, que incorpora a la inmortalidad a un hombre nuestro, es la victoria de Chile y de su pueblo y además de América Latina”. Destacó su condición de embajador en Francia del gobierno de la Unidad Popular y de militante comunista. “Fue mi compañero de muchas giras, en el norte, centro y sur de Chile, y siempre recordaré con emoción cómo el pueblo, que oía nuestros discursos políticos, escuchaba con emoción, en un silencio expectante, la lectura que hacía Pablo de sus versos”.
Desde Arica a Magallanes, fue festejada la noticia procedente de la nieve de Estocolmo. Lo celebraron el cardenal Raúl Silva Henríquez, el presidente de la Corte Suprema, los rectores universitarios, el presidente de la Central Única de Trabajadores y dirigentes de todas las tendencias políticas. “La buena nueva emocionó y conmovió a Chile que sintió con orgullo nacional el alborozo por la suprema distinción literaria otorgada a un hombre suyo que ha sabido expresar con belleza y verdad el sentimiento más íntimo de su humanidad, la odisea de sus trabajadores, los antiguos sueños y las nuevas esperanzas de los pueblos de América Latina”, señaló con legítimo orgullo la declaración difundida por el Partido Comunista. El Premio Nobel era “un laurel de gloria sobre la frente de toda nuestra patria”.
El más universal de todos los poetas
En el mundo de la cultura la reacción también fue unánime. El científico Alejandro Lipschutz proclamó que solo por haber escrito Alturas de Machu Picchu ya merecía tal honor. “El más grande poeta de la hora contemporánea ha recibido un premio que merecía desde hace treinta años (…) ha sido reconocido el talento americano y universal del poeta que ha cantado todos los temas de la tierra y del hombre”, afirmó, por su parte, Volodia Teitelboim. En Parral, las autoridades municipales ordenaron que se engalanara la ciudad con la bandera nacional y visitaron el museo local, instalado en la que fue casa natal del poeta. En la Población Pablo Neruda de Conchalí la emoción embargó a sus modestos habitantes que enviaron un telegrama al poeta.
La prensa internacional acogió de manera favorable la noticia. El 22 de octubre, The New York Times le dedicó una página y uno de los artículos portaba un título que debió llenarle de orgullo por la mención a uno de sus poetas predilectos: Un Walt Whitman latinoamericano. Según el diario comunista francés L’Humanité, “es sin duda el más universal de todos los poetas”.
El sábado 23 de octubre, Pablo Neruda dirigió, a través de las cámaras de la Televisión Nacional, un mensaje de agradecimiento a su país. En primer lugar al presidente Salvador Allende y a su esposa, Hortensia Bussi, también al Cardenal Silva Henríquez y a los mineros, a los campesinos, incluso a los carteros, “por los centenares y centenares de telegramas que he recibido”. Su mensaje finalizó con un fervoroso llamamiento al compromiso del pueblo chileno con la Unidad Popular.
Aquel mismo día, TVN grabó en su residencia oficial una conversación con Gabriel García Márquez. “Quiero mandarle al pueblo chileno una felicitación por la merecidísima distinción que se ha hecho a un poeta chileno que para mí es el más grande poeta del siglo XX en todos los idiomas”, dijo el novelista colombiano que obtendría el Nobel en 1982.
(*) Autor de la biografía NERUDA / El príncipe de los poetas. Ediciones B.
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